Índice general
Ser instrumentos, no hacedores
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1 - Dios es el gran Hacedor / Nosotros somos instrumentos
Me temo que corremos el peligro de aspirar a ser hacedores, en lugar de contentarnos con ser simples instrumentos. Tendemos a olvidar que solo hay un gran y glorioso actor. Las obras hechas en la tierra son obra de Dios, quien es el hacedor. Es una verdad importante que siempre debemos recordar. Dios es el Hacedor, y nosotros solo somos instrumentos. Si nos convertimos en hacedores de obras, estamos seguros de hacer el mal y de hacer el juego del enemigo en lugar de glorificar y alabar al único gran Hacedor de obras. Además, caeremos en la trampa del diablo y haremos un gran daño a nuestras almas y a la causa de Cristo.
2 - La necesidad de una voluntad quebrantada
El único lugar donde podemos estar verdaderamente seguros moralmente es a los pies del Maestro bendito, como instrumentos, listos para su obra, sea cual sea, como vasos aptos para su uso, sea cual sea. Si, con la simple energía de la naturaleza y la actividad incesante de una voluntad no quebrantada, nos precipitamos de aquí para allá, como super actores o trabajadores activos, las consecuencias pueden ser desastrosas en extremo.
Vivimos en una época [1] particularmente marcada por las acciones de la propia voluntad, incluso en relación con la obra del Señor. De ahí la necesidad de humildad de espíritu, de una voluntad quebrantada y de una santa sumisión por parte de todos los amados siervos del Señor. Nuestra retirada de los principios y del espíritu de la escena que nos rodea no puede ser demasiado profunda; y la única manera de garantizar ese alejamiento es permanecer a los pies del Maestro, en sumisión absoluta a su santa autoridad en todas las cosas. Ahí es donde estamos seguros y felices; ahí es también donde siempre estaremos en una actitud de corazón y en una condición de alma que nos permitirán ser tomados y utilizados como instrumentos en la obra del Maestro, y para Su alabanza.
[1] Escrito hacia 1860.
3 - La felicidad de ser un instrumento utilizado por Dios
No está al alcance del lenguaje humano exponer la realidad y cuán dichoso es estar en la presencia de Dios en un verdadero despojo de uno mismo y en una verdadera dependencia. Por todas partes existe el peligro de utilizar incluso el servicio de Cristo como un pedestal sobre el que ensalzarse. Es terrible. ¿Quién pensaría jamás, al contemplar la exquisita obra de un artesano o artista, en alabar las herramientas que ha utilizado para hacerla? Así, si el Señor se digna utilizarnos en su servicio, qué locura –sí, qué pecado– ocuparnos de nosotros mismos, como si hubiéramos hecho algo. Es sin duda una gracia maravillosa que él se digne tomar cosas tan pobres como nosotros y utilizarnos en esta obra bendita que nuestro Dios hace para reunir o alimentar al rebaño de Cristo; pero la obra es Suya, no nuestra; nosotros somos instrumentos, no hacedores de obras ni actores. Cuando un jardinero riega sus plantas marchitas y hace que exhalen su perfume, ¿quién pensaría en alabar la regadera? Y, sin embargo, la regadera tiene su función, su lugar. Es cierto, pero es una regadera, no un jardinero, un instrumento, no un hacedor de obras.
4 - La fecundidad en el servicio
Este es el verdadero secreto de todo nuestro gozo de corazón, de toda nuestra fecundidad en el servicio, de toda nuestra seguridad a pesar de las artimañas del enemigo. Permanezcamos cerca de nuestro Señor lleno de gracias, seguros y contentos. Así estaremos siempre dispuestos a hacer su voluntad. Seremos como sus pies, para correr al lado de un miembro afligido de su Cuerpo y ofrecerle un cuenco de consuelo. Seremos como su boca, para dirigir una palabra oportuna a alguien cansado. Seremos como sus manos, para responder a las necesidades de algún pobre de sus amados. En una palabra, seremos sus instrumentos, listos para su obra; y cuando el trabajo esté terminado, en lugar de pensar en la obra o en la manera en que la hemos hecho, volveremos a nuestro lugar a sus pies, en homenaje o adoración ante la gracia soberana que se digna tomar a personas como nosotros y conferirnos el privilegio de ser sus instrumentos en su obra bendita.
5 - La importancia de permanecer en el sentimiento de que Dios es el Hacedor de la obra
Así, en todas las esferas de trabajo, Dios es el Hacedor de la obra. ¡Qué hecho tan bendito! Si permaneciéramos constantemente en el sentimiento de esta realidad y viviéramos en el poder que conlleva, ¡qué historia tan diferente tendríamos que contar! ¡Qué diferencia en el estado de las cosas de las que tendríamos que dar testimonio! ¡Qué diferencia en los resultados que se obtendrían! Pero ¡ay!, nos precipitamos en el torbellino de nuestra propia importancia; nos ocupamos de nosotros mismos, de nuestro trabajo, de nuestro don, de nuestro ministerio. Entonces, el Espíritu Santo se entristece y se ve obstaculizado, Cristo es deshonrado y Dios no puede reconocer la obra; no, más bien debe dejar de lado los instrumentos y, en su disciplina fiel y sabia, corregir sus errores y enseñarles que no son más que instrumentos. ¡Qué gracia por su parte ocuparse Él mismo de nuestras deficiencias y errores, para liberarnos de ellos y hacernos aptos para su santo servicio! Oh, qué bendición sin igual es tener que ver con nuestro Dios, estar en sus manos en todos los aspectos. ¿Quién no querría alabarlo, confiar en él, amarlo y servirlo? «Porque de él, por medio de él, y para él son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén» (Rom. 11:36).