Inédito Nuevo

El Dios de toda consolación

2 Corintios 1:3


person Autor: The Christian's Friend 13

flag Tema: Consuelos y recursos en el sufrimiento


1 - El significado de la palabra en el original griego

Como es sabido, las palabras «sustento» y «consuelo» (que son la misma palabra en el original) aparecen a lo largo de todo este pasaje (versión inglesa King James), y podrían traducirse, y a menudo se traducen, como «ánimo». Sin embargo, no es fácil resumir todo su significado en un solo término, ya que, como se comprende fácilmente, siempre que se da ánimo, por cualquier medio, el efecto producido es un consuelo para el alma. Recordemos que la misma palabra, en otra forma, es utilizada por el Señor mismo en el Evangelio según Juan para designar al Espíritu Santo, y que en nuestra traducción se menciona como «el Consolador»; es retomada por Juan en su Primera Epístola para describir el servicio bendito de nuestro Señor en los cielos hacia todos sus hijos que caen en el pecado, aunque nuestro traductor ha elegido aquí la palabra «Abogado» para expresar su significado. No es necesario profundizar en este término, ya que lo dicho basta para que los lectores puedan comparar los diferentes pasajes; simplemente añadiremos que en las observaciones que siguen nos ceñiremos al término «consolación», dejando a los lectores la tarea de desarrollar su significado y aplicarlo según las enseñanzas y directrices del Espíritu Santo.

2 - Dios, verdadera fuente de consuelo

Qué bendición, entonces, saber que el Dios de nuestra salvación, Aquel que se reveló plenamente en Cristo, es «el Dios de toda consolación». Esta expresión va precedida de otra: «el Padre de las misericordias»; es decir, según nuestro entendimiento, que las misericordias o la compasión que nos son concedidas por nuestro Señor Jesucristo nos han sido dadas todas por él, procedentes del corazón del Padre (comp. con Rom. 12:11 Juan 3:1). Del mismo modo, Dios es la fuente bendita de todo consuelo que puede recibirse, y lo es porque es el Dios de la resurrección. Ahora que ha sido plenamente glorificado en la muerte de su amado Hijo, es libre, en justicia, de dejar que el poderoso torrente de sus consolaciones se derrame, sin obstáculo ni impedimento por su parte, en el corazón afligido de su pueblo, presente en todas partes del mundo. La única barrera para su manifestación, en todos los momentos de necesidad y angustia, se encuentra en nuestro propio estado. Se ha abierto un camino claro para que él pueda prodigárnoslos; pero ¡ay!, su recepción se ve a menudo obstaculizada por nuestra incredulidad y nuestra falta de esperanza.

 

3 - No hay consuelo fuera de Dios

Al mismo tiempo, hay que recordar que, si él es «el Dios de toda consolación», no hay consuelo fuera de él. Es una de las tristes debilidades de su pueblo el recurrir tan a menudo a otras fuentes para encontrar alivio y consuelo en los momentos de aflicción; así se pierde las benditas lecciones que Dios quiere enseñarle a través de las pruebas que le impone para disciplinarlo. Al igual que Israel en el pasado, en lugar de recurrir inmediatamente a él cuando se encuentra en la tormenta y la desgracia, a menudo recurre a cisternas agrietadas que no pueden retener el agua. Al no vivir en medio de lo invisible, buscamos la simpatía y el apoyo humano, consolándonos así, para darnos cuenta tarde o temprano de que el camino elegido, deseado y obtenido, no ha sido más que otro medio de sufrir. ¡No! Dios es «el Dios de toda consolación», que aquellos que se lamentan y no se comunican con él puedan darse cuenta de que solo Él puede quitarles su carga, ceñirlos de gozo y llevarlos a cantar sus alabanzas. Al adoptar esta actitud de espera exclusiva en él, pronto aprenderán que, si el llanto dura una noche, el gozo llega por la mañana. Grabemos, pues, en nuestros corazones estas 2 cosas: que él mismo es la fuente de todo consuelo y que no hay consuelo fuera de él.

4 - El Dios que consuela

Cabe señalar también que consolar es parte de su naturaleza; en otras palabras, él es el Dios que consuela. Como dice el apóstol: «Quien nos consuela en toda nuestra aflicción», y también en el capítulo 7: «Pero Dios, que consuela a los abatidos» (v. 6). Lo mismo ocurre en los Salmos, por ejemplo: «El sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas» (Sal. 147:3). En cada uno de estos pasajes de la Escritura, se observará que el verbo está en presente, que la acción es, por tanto, característica, y que no se trata de lo que Dios hará a veces si esperamos de él, sino de lo que siempre hace porque es su carácter y su voluntad hacerlo. Por lo tanto, nunca debe plantearse la pregunta: “¿Está dispuesto a consolar o a reconfortar?”. Más bien debería ser: “¿Estamos en condiciones de recibir este ministerio bendito de Él?”.

5 - Un Dios lleno de compasión y misericordioso

¿Quién es este Dios con quien tenemos que ver? El que abrió todo su corazón en el oscuro reino de la muerte con el don de su Hijo amado; el que es «rico en misericordia, a causa de su gran amor con que nos amó... nos vivificó con Cristo» (Efe. 2:4-5); y el que, mientras atravesamos un mundo en el que el dolor y la aflicción son nuestro pan de cada día, se nos presenta como un Dios que consuela, el Dios que, como dice Pablo, «nos consuela en toda nuestra aflicción».

En relación con el capítulo 7, aprendemos además quiénes son los que están cualificados para recibir este ministerio de consuelo (v. 7). Se trata, en una palabra, de «los que caen», como encontramos de nuevo en el Salmo 145 (v. 14): «Sostiene Jehová a todos los que caen, y levanta a todos los oprimidos». Estar en la angustia y el dolor, en el miedo y la depresión, abrumado por el duelo, es una llamada al corazón de Dios para obtener consuelo y ayuda.

6 - El ejemplo supremo de Jesucristo

¡Cuántas veces se ilustró esto de manera bendita en la vida del Señor Jesús en la tierra! En la sinagoga de Nazaret (Lucas 4:16-19), proclamó su misión: anunciar buenas nuevas a los pobres, vendar a los quebrantados de corazón, proclamar libertad a los cautivos y liberar a los oprimidos. Y al cumplir esta misión, cuando vio a la multitud que no tenía nada para comer, tuvo compasión de ella y no quiso enviarla a casa con las manos vacías, por temor a que desfallecieran en el camino, pues sabía que habían venido de lejos para escuchar sus benditas palabras (Lucas 9:16-17). Del mismo modo, cuando vio a la viuda de Naín, en su indecible dolor, seguir a su único hijo hasta la tumba, tuvo compasión de ella y transformó su noche de llanto en una mañana de gozo al resucitar a su hijo y devolvérselo (Lucas 7:11-15). ¿Y no es él siempre el mismo? No es insensible a nuestras debilidades, por lo que podemos acercarnos con confianza al trono de la gracia para obtener la misericordia que necesitamos y la ayuda oportuna. ¡Qué buena noticia para los corazones cansados, abatidos y afligidos!

7 - ¿Cómo alivia Dios a los corazones desanimados?

En el caso del propio Pablo, se nos indican los recursos del ministerio de consolación utilizados para su alma. Él dice: «Pero Dios, que consuela a los abatidos, nos consoló con la llegada de Tito, y no solo con su llegada, sino también por el consuelo con que fue consolado por vosotros: nos refirió vuestra añoranza, vuestro pesar y vuestro celo por mí» (2 Cor. 7:6-7).

Así que había 2 cosas que Dios utilizó para aliviar el corazón desanimado de su siervo: la visita de un hermano y la seguridad que le dio al apóstol del amor de los santos de Corinto. Queremos llamar la atención de los lectores sobre este punto, porque muy a menudo, cuando estamos realmente «abatidos», buscamos una manifestación especial e inusual de consuelo y alivio, o esperamos una intervención milagrosa de Dios para quitar nuestras cargas. Pero la mayoría de las veces, él responde a nuestras necesidades de manera discreta, como con el apóstol. La visita de su compañero de trabajo y su conversación sobre el estado y los sentimientos de los santos de Corinto fueron cosas muy sencillas, pero resultaron ser un antídoto eficaz contra la tristeza y el desánimo del apóstol. Dios puede utilizar todos los medios que quiera, pero este ejemplo muestra que siempre debemos estar atentos a su ayuda y que, si acogemos la visita de un santo como mensajero de Dios, él puede ser el instrumento elegido para traernos el consuelo que necesitamos.

8 - Dios desea hacernos capaces de consolar

Por último, se nos dice cuál es el propósito de Dios al consolar a su pueblo en sus aflicciones. Es «para que podamos nosotros consolar a los que están en cualquier aflicción, por medio de la consolación con que nosotros mismos somos consolados por Dios» (v. 4). Dios nos concede en primer lugar su consuelo para nuestro propio gozo; y luego para hacernos capaces de prestar el mismo servicio bendito.

9 - Consolar es un ministerio de amor hacia el pueblo de Dios

Nada de lo que recibimos de él es solo para nosotros. Debemos ser como él, dispensadores, pero en este caso concreto, dispensadores de lo que él nos ha dado, de su propia plenitud por medio del Señor Jesucristo. Y recordemos que es su amor el que le impulsa a consolarnos en nuestras aflicciones; y solo cuando el amor divino obra en nuestros corazones podemos ser instrumentos de consuelo para los demás. ¡Que todos recibamos constantemente este amor para que podamos ver y manifestar mejor este ministerio entre su pueblo!