Índice general
El deseo de partir y estar con Cristo
Autor: Bible Treasury 10 (G. G.)
Tema: La muerte y el cristiano
0 - Prefacio
El propósito último de la gracia divina se revela claramente: el creyente será semejante a Cristo y estará con él por la eternidad. Pero si su partida tiene lugar mientras el Señor Jesús aún está en los cielos, la Escritura también declara que el difunto está inmediatamente con Cristo, lo cual es una ganancia segura, muy superior a la de permanecer en el cuerpo.
Es cierto que la venida del Señor Jesús es la esperanza que Dios da al cristiano, al cual se le exhorta a vivir y caminar esperándolo diariamente. La bienaventuranza intermedia no es menos cierta, si es llamado a «ausentarnos del cuerpo y estar presentes con el Señor» (2 Cor. 5:8); en palabras del mismo apóstol, «partir y estar con Cristo, lo cual es mucho mejor» (Fil. 1:23). Tal es el testimonio de la Escritura, es importante considerarlo bien y disfrutarlo por el Espíritu de Dios en el poder de la nueva vida.
Pero también estamos llamados a mantener, sin falta, que Cristo, la vida del creyente, es nuestra bienaventurada esperanza; sabiendo bien que, hasta su regreso, nadie puede llevar su imagen celestial. La profunda impresión de un corazón que anhela ardientemente estar con Cristo me marcó recientemente al visitar a un querido hermano anciano, honorable siervo del Señor. Sin debilitar la preciosa verdad de la venida de nuestro Señor, decía: “Anhelo partir, para conocer la bendición de estar con Cristo; aunque sé que será un tiempo de espera, hasta que la Iglesia esté con su Señor y Esposo, semejante a él y para él”.
Sus palabras, en esencia, eran un dilema para el corazón: ¿Tiene Cristo, en la práctica, supremacía sobre todo lo demás, como debería ser el caso para todo santo y todo siervo del Señor? ¿Es Cristo mismo quien nos guía, ya sea en el hecho de vivir para él o en la disposición a partir cuando él nos llame? Los pasajes de la Escritura relacionados con esto, si se meditan con calma, deberían hablar al corazón y a la conciencia de la gracia del Señor en cuanto a la salvación, la vida y el servicio.
1 - El malhechor arrepentido
El lugar de los difuntos junto a Cristo se menciona en 3 pasajes importantes. En primer lugar, en Lucas 23, el Salvador responde al malhechor arrepentido, en respuesta a su fe, que estará con él ese mismo día en el paraíso. Así, la gracia soberana abundó sobre el pecado en circunstancias extremas para un malhechor moribundo y el Salvador muriendo. Para el primero, era la primera muerte a manos del hombre. Pero el Señor Jesús no murió solo como un mártir justo, sino como una víctima santa y sin mancha a manos de un Dios que odia el pecado. Qué gracia tan maravillosa que prestara atención a un pecador así, salvándolo en el acto y haciéndolo digno de estar inmediatamente con Él. «Hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lucas 23:43). Fue la misma gracia soberana la que fluyó de la muerte de Aquel de quien el apóstol, que se consideraba el mayor de los pecadores, declararía: «El Hijo de Dios, el cual me amó y sí mismo se dio por mí» (Gál. 2:20b).
Si es verdaderamente bendito para un alma salvada ir inmediatamente al Salvador, también existe el gran privilegio de vivir y sufrir por él allí donde está despreciado, rechazado y desconocido. Nadie lo sabía y lo había experimentado tan plenamente como el apóstol Pablo. Jesús, en su gloria, al revelarse en soberana gracia, había conquistado tanto el corazón del apóstol, que se había convertido en el único objeto de su amor, para siempre. Crucificado con Cristo, en cuanto a su antiguo yo, podía decir: «Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí» (Gál. 2:20a). Por eso, su gran objetivo era reproducir a Cristo en su conducta y en sus caminos.
2 - Morir es ganancia (Filipenses 1)
A Pablo le debemos, por medio del Espíritu, los versículos que dan testimonio de la bienaventuranza del estado fuera del cuerpo y del lugar que ocupaba en su alma. En Filipenses 1 (Epístola en la que se nos da la verdadera experiencia cristiana), declara acerca de sí mismo: «Porque para mí el vivir es Cristo», y añade: «y el morir es ganancia» (v. 21). Así, vivir a Cristo día tras día es una realidad preciosa, pero morir la supera. Deseaba partir y estar con Aquel a quien servía; pero su devoción a su Señor le hacía dudar, diciendo: «Por ambas partes me siento apremiado, tengo el deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es mucho mejor» (v. 23). Esto no debilita en absoluto la bienaventurada esperanza celestial. Porque Filipenses 3 termina así: «Nuestra ciudadanía está en los cielos; de donde también esperamos al Salvador, el Señor Jesucristo, el cual transformará nuestro cuerpo de humillación a la semejanza de su cuerpo glorioso» (v. 20).
Así, si la esperanza de ser hecho semejante a Aquel que ahora está glorificado despertaba en él el deseo de estar con él, estaba dispuesto, en el espíritu y el amor de su Señor, a permanecer y servirle en sus santos; sí, era incluso necesario para ellos. ¡Qué preciosa experiencia del corazón y sus intenciones! Estaba resignado a permanecer en su cuerpo y servir a los demás, en lugar de satisfacer su deseo personal de abandonar su cuerpo para estar así con Cristo. Esto concuerda bien con lo que la gracia suscitaba en 2 Corintios, donde el mismo apóstol decía a los santos a quienes amaba y servía: «De manera que la muerte obra en nosotros, pero la vida en vosotros» (4:12). Sus sufrimientos al servicio de ellos, a pesar de las aflicciones, producirían un peso de gloria infinitamente mayor y eterno.
3 - Presente con el Señor (2 Corintios 5)
Podemos ver que, después de hablar de la casa terrenal y la casa celestial al principio del capítulo 5, describe 3 estados del cristiano revestido: 1) cuando lo mortal sea absorbido por la vida; 2) presente en el cuerpo y ausente del Señor; 3) ausente del cuerpo y presente con el Señor. Sobre este último, dice: «Estamos confiados y preferimos mejor ausentarnos del cuerpo y estar presentes con el Señor» (v. 8). El hecho de preferir ausentarse daba testimonio del lugar supremo que Cristo ocupaba en el alma de Pablo, por encima de todo y de todos. También manifestaba que Cristo gobernaba su corazón en cuanto al cielo arriba y en cuanto a las circunstancias aquí abajo; lo cual se veía reforzado por el gozo de estar con el Señor, incluso sin tener aún un cuerpo glorificado.
4 - La enseñanza espiritual
Esta lección puede ser nueva para algunos, pero fue aprendida y claramente puesta en práctica por el querido hermano cuya experiencia inspiró este artículo. Desde entonces, su deseo se ha cumplido, ya que ahora está ausente del cuerpo y presente con el Señor. Para los que permanecemos aquí, la lección permanece, con el fin de despertar el afecto y la dedicación en una comunión y un servicio más profundos, dispuestos a partir o a permanecer hasta que él venga. Mientras tanto, tengamos como objetivo ser agradables a él, ya sea que estemos presentes o ausentes.
Que Dios, en su gracia, lo conceda a todos sus siervos por amor a su nombre.