Tener pensamientos sanos

Romanos 12:3


person Autor: Biblicom 62

flag Tema: El alma, el espíritu (o la mente), los pensamientos


1 - Según la Palabra de Dios, solo hay dos fuentes de pensamiento

La enseñanza que da Romanos 8:1-9 muestra que a los ojos de Dios solo hay dos condiciones en el hombre:

1.1 - En primer lugar, los que están en «la carne»

El hombre en la carne es el hombre natural ante Dios, inconverso.

Este hombre solo puede comportarse «según la carne» (Rom. 8:5, 8), con los pensamientos y acciones de la carne.

¿Qué caracteriza los pensamientos del hombre inconverso? Son pasiones, codicias, pecados y muerte; es el pensamiento de la carne (Rom. 8:6) según la expresión del apóstol Pablo, y este hombre no puede agradar a Dios.

Léase también Génesis 6:5; Efesios 2:1-3; 2 Corintios 4:4; Mateo 15:19; Marcos 7:20-23.

1.2 - Después, los que están «en Cristo Jesús» o «en el Espíritu»

El creyente ya no está en la carne (ha cambiado de condición): está «en Cristo Jesús» (Rom. 8:1, 9; Efe. 2:13).

Su conducta normal ha de ser «según el Espíritu» (Rom. 8:5), con los pensamientos y acciones que le son propios y fluyen de Él. Lo que es verdadero, justo y puro, y por tanto vida y paz (Rom. 8:6), caracteriza el pensamiento del Espíritu.

El Espíritu Santo mora ahora eternamente en el creyente (1 Cor. 6:19). Él da al auténtico cristiano la fuerza para vencer la carne que siempre está presente en él, lo cual es necesario para tener una vida santa.

2 - El creyente en la práctica

2.1 - No hay pensamientos neutros según la Palabra de Dios

La carne está siempre presente en el creyente (posee dos naturalezas, opuestas entre sí), puede ocurrir que se deje llevar y actúe «según la carne».

El creyente solo posee dos fuentes de pensamientos en él: una mala (la carne) y otra buena (la naturaleza divina, también llamada «simiente» de Dios, 1 Juan 3:9).

Debe cuidar en su vida de pensar de tal manera que tenga pensamientos sanos (Rom. 12:3), es decir, pensamientos aprobados por Dios.

Así, el apóstol Pablo deja claro que no hay pensamientos «neutros» o pensamientos que sean buenos y malos a la vez. Los pensamientos son buenos o son malos, están santificados o no lo están (2 Cor. 7:1).

2.2 - El control de los pensamientos

Podemos tener dificultades para controlar nuestros pensamientos errantes, e incluso tener pensamientos malos o impuros. Llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo es una batalla espiritual (2 Cor. 10:5). No olvidemos que el diablo, mediante el engaño, trata de corromper y desviar nuestros pensamientos de la sencillez respecto a Cristo (2 Cor. 11:3). Debemos cuidar que nuestros pensamientos sean pensamientos renovados según Dios (el entendimiento que es toda la manera de pensar (Rom. 12:3).

Nuestros pensamientos se forman por lo que leemos, lo que miramos y lo que oímos: si estas cosas son malas, impuras o falsas, tendrán una influencia determinante en nuestras vidas. ¡Qué daños pueden causar el hecho de ignorar estas advertencias!

También podemos dejarnos influenciar por las distracciones de este mundo: este es un peligro que amenaza nuestros pensamientos, haciendo que no sean pensamientos «en Cristo Jesús» (Fil. 2:5). El mundo asalta hoy al cristiano por todos lados. La tecnología moderna, hace entrar esos pensamientos en nuestros hogares, con todas sus mentiras, impiedad, impurezas y pecados, a menudo incluso con una apariencia atractiva o decente. –No olvidemos los requisitos divinos mencionados en la Palabra de Dios para rechazar lo que no conviene. Pongamos un “portero” ante las puertas de nuestra mente y de nuestro corazón.

2.3 - Una liberación previa de preocupaciones y ansiedades

El apóstol Pablo nos dice que el corazón debe, primero, ser liberado del peso de la inquietud y de la ansiedad que pueden acosarnos. La ansiedad es un poderoso medio para apartar nuestros pensamientos y nuestros corazones de Cristo. La mayoría de las veces se producen en relación con cosas legítimas (nuestra familia, nuestros hijos, las obligaciones, el trabajo). Dios conoce muy bien esta tendencia del corazón de sus hijos. Su Palabra está llena de estímulos apropiados. Filipenses 4 nos dice cómo librarnos de ella: «Por nada os preocupéis, sino que en todo, con oración y ruego, con acciones de gracia, dad a conocer vuestras demandas a Dios» (Fil. 4:4-7).

2.4 - Los buenos pensamientos

Es a condición de lo que se acaba de ver que nuestros pensamientos están disponibles para las cosas en las que Dios se deleita (Fil. 4:8-9). ¿En qué y cómo debemos ocupar nuestros pensamientos? A lo que es bueno, debemos amar y elegir lo bueno; nuestros pensamientos gobernados por Dios están ocupados con las cosas excelentes que se ven en Cristo en perfección (Fil. 4:8-9; 2:5).

2.4.1 - Estar ocupados con Cristo

Cristo «a quien amáis sin haberle visto; en quien aun sin verle, creéis, y os alegráis con gozo inefable y glorioso» (1 Pe. 1:8): Dios quiera que nuestras mentes estén ocupadas diariamente con su Persona.

2.4.2 - Estar ocupados con el bien

Ocupémonos de las cosas:

  • Verdaderas: Jesús es la verdad (Juan 14:6), él es el verdadero (1 Juan 5:20); la Palabra de Dios es la verdad (Juan 17:17).
  • Venerables (respetables o nobles: Is. 32:8). ¿Quién es digno de todo respeto? El Señor (Apoc. 4:11; 5:9).
  • Justas: la verdadera justicia siempre está relacionada con Cristo, que ha sido «el Justo» (1 Juan 2:2). También las cosas honestas, equitativas y rectas.
  • Puras: La pureza es un carácter de Dios. Sus palabras son puras (Sal. 12:6; 2 Cor. 7:1).
  • Amables: ¿quién es digno de ser amado? el Señor.
  • De buena fama: Pensemos en la fama de Jesús en los Evangelios (Lucas 4:14, 37; 5:15).
  • Todas estas cosas deben ocupar nuestros pensamientos (Fil. 4:8).

2.4.3 - Pensamientos sobre lo terrenal: lo que es natural

Estamos exhortados a fijar nuestros pensamientos en las cosas de arriba, no en las de la tierra (Col. 3:2). El apóstol no habla de lo que hay en el mundo, sino de lo que hay en la tierra. Quiere decirnos que hay cosas naturales, que, en su lugar, no son malas; sin embargo, si nuestra mente está demasiado ocupada con ellas, nos harán perder el gusto por las cosas celestiales.

2.4.4 - Pensamientos sobre cosas terrenales: de lo que hay que cuidarse – Fil. 3:18-19

Debemos recordar constantemente que nuestra vocación es celestial. El apóstol Pablo nunca apartaba sus ojos de esta gloriosa meta. Nos exhorta a no tener la mente en las cosas terrenales. Podemos dejarnos llevar fácilmente por la locura de este mundo y olvidar que tenemos la mejor de las esperanzas. No aspiremos a ningún honor en este mundo, ni al aumento de nuestras posesiones terrenales o cosas semejantes. Con tales objetivos, no tendremos tiempo ni fuerzas para el Señor. ¡Qué pérdida sería!

2.4.5 - El problema de juzgar el mal

Si hemos de rechazar el mal, juzgarlo (1 Cor. 11:28, 31) y confesarlo (1 Juan 1:9), no debemos insistir en él y concentrarnos de él; en cambio, debemos permanecer ocupados con el bien. Necesitamos especialmente esta solicitud, porque si nuestros pensamientos se detienen en el mal, nos manchamos, se estropea nuestra comunión con el Señor y disminuye nuestra energía espiritual.

2.4.6 - La virtud, la paz

La virtud (Fil. 4:8b) o energía espiritual es necesaria (2 Pe. 1:5, 8) para estas cosas en contraste con la tendencia a ceder a las codicias, a la indolencia.

No solo la paz de Dios guardará nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús (Fil. 4:7), sino que también el Dios de paz estará con nosotros (Fil. 4:9).

2.5 - Conclusión

«Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos» (Sal. 139:23).

«Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh Jehová, roca mía, y redentor mío» (Sal. 19:14).

«Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él» (Prov. 23:7).