Inédito Nuevo

Las 5 clases de sufrimientos de Cristo


person Autor: Bruce ANSTEY 10

flag Tema: Sus sufrimientos: El Hombre de dolores


Las Escrituras nos indican que existen al menos 5 categorías de sufrimientos que padeció Cristo:

1 - Sus sufrimientos como hombre santo

Sufrió porque era un hombre santo. Todo su ser era infinitamente santo: cuerpo, alma y espíritu. Cuando descendió de la gloria del cielo a esta tierra, entró en contacto con un mundo lleno de pecado y de inmundicia por todas partes (Lucas 1:35; Hec. 4:27). Sufrió por estar en presencia del pecado, aunque él nunca estuvo mancillado por el pecado. El pecado mismo era una fuente continua de sufrimiento para el alma santa del Señor. Si Lot atormentó su alma justa solo por lo que vio y oyó estando tan lejos de Dios moral y prácticamente, ¡cuáles fueron los sufrimientos del Señor al atravesar este mundo!

2 - Sus sufrimientos por simpatía

Él sufrió de muchas maneras porque su amor estaba dirigido hacia los demás.

a) Sufrió por lo que el pecado había hecho corporalmente a sus criaturas. Cuando los veía afectados por una enfermedad o una dolencia, su corazón se abría a ellos con compasión por su aflicción. Podríamos pensar que era fácil para el Señor extender la mano y decirle a un leproso: «Sé limpiado» (Mat. 8:3), pero no era así. Cada vez que sanaba a una persona, llevaba ese dolor en su alma al quitarlo con su poder. Nunca sanó a un enfermo sin llevar en su alma la carga de esa enfermedad, que era consecuencia del pecado. Sentía profundamente cada circunstancia y sufría con sus criaturas en divina simpatía (Is. 53:4; Mat. 8:17; Marcos 7:34).

b) Sufrió por lo que el pecado había hecho en la vida de los hombres. Aunque algunos no fueron afectados por la enfermedad en sus cuerpos, los efectos del pecado trajeron muchos dolores a sus vidas; dolores que el Señor también sintió en perfecta simpatía. Lloró y suspiró al ver lo que el pecado había hecho en sus vidas (Juan 11:34-38).

c) Sufrió porque entraba en los dolores del remanente judío. Durante la última cena con sus discípulos, en el momento en que Satanás entró en Judas, «el hijo de perdición» (Juan 17:12), los pensamientos del Señor Jesús se dirigieron hacia el futuro, cuando el remanente judío fiel sufriría por la justicia (Mat. 5:10-12; Sal. 69:7-12). En ese día oscuro, el Anticristo (también llamado «el hijo de perdición» –2 Tes. 2:3) llevará a la nación a la apostasía y perseguirá al pequeño remanente por su fe y su obediencia (Mat. 24:21-22; Sal. 10). En simpatía divina, el Señor se unió a su destino y sintió en su corazón los dolores y tribulaciones que atravesarían (Juan 13:18-21).

d) También sufrió en simpatía al entrar en el castigo del remanente judío. Como parte integrante de la nación culpable de la muerte del Mesías de Israel, ellos conocerán el fruto de su pecado nacional bajo el gobierno de Dios. Necesariamente deben ser castigados, pero en el castigo que Él les inflige, él siente compasión por ellos (Is. 63:9). Sustituyendo a Israel, sintió el pecado de Israel a la luz de la santidad de Dios; evidentemente, él mismo nunca sufrirá el gobierno de Dios.

3 - Sus sufrimientos por anticipación

La cruz y los sufrimientos siempre estuvieron presentes en la mente del Señor Jesús. A lo largo de su camino, tenía la muerte de la cruz ante él. Podía decir: «Tengo que ser bautizado con un bautismo, ¡y cómo me angustio hasta que se cumpla!» (Lucas 12:50; Mat. 16:21; 17:22-23; 20:17-19; Juan 12:27). Cuando llegó a Getsemaní, el Tentador vino con todo su poder buscando asustarlo. Hizo pasar sobre su alma todo el peso del rechazo de los hombres y del desamparo de Dios. El Señor Jesús podría haber ejercido su poder divino y expulsado al diablo, pero permaneció en su lugar de hombre obediente y dependiente y oró con más fervor. Como Persona omnisciente, anticipó plenamente los sufrimientos de la cruz como ninguna criatura podría hacerlo. Sufrió tanto al pensar en lo que iba a suceder, que cayó con la cara en tierra «en su [angustioso] combate» (Lucas 22:44). Gritó a Dios: «¡Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa!» (Mat. 26:39). Dijo proféticamente: «Dios mío, no me cortes en la mitad de mis días» (Sal. 102:24).

4 - Sus sufrimientos a manos de los hombres

Sufrió por la justicia a manos de los hombres de 2 maneras: en su espíritu y en su cuerpo.

a) El amor que le impulsó a servir a los hombres en el mundo no hizo sino aumentar su tristeza y su sufrimiento, ya que su ministerio atrajo el odio y la maldad de los hombres. Cuanto más amaba, más lo odiaban (vean Sal. 109:5). Sufría en su espíritu por lo que el pecado había producido en el corazón de los hombres, endurecidos por el odio y la incredulidad (Marcos 3:3-5); estaban llenos de hipocresía, insultos y desprecio (Marcos 8:11; 15:29-32). Jesús también sintió profundamente el abandono de las únicas personas que le seguían, la traición de Judas y la negación de Pedro (Juan 13:21). Además, llevó en su mente la vergüenza de ser desconocido e incomprendido (Is. 53:4) y de ser expuesto a la vista de todos en la cruz (Sal. 22:18).

b) Como consecuencia de su santo testimonio en este mundo, también sufrió corporalmente, en su cuerpo, a manos de hombres malvados. En fidelidad y amor, dio testimonio del mal que había en el hombre, lo que le llevó a sufrir abiertamente (Sal. 40:10-11). Recibió golpes con varas y bofetadas de manos de hombres (Miq. 5:1-2; Mat. 26:67; 27:30). Su espalda fue lacerada por el látigo (Is. 50:6; Mat. 27:26), su cabeza fue herida por la corona de espinas (Mat. 27:29-30), sus manos y sus pies fueron perforados por clavos (Sal. 22:16; Mat. 27:35).

5 - Sus sufrimientos expiatorios

Él sufrió porque llevó los pecados de los hombres, él, el Hombre divino. En la cruz, experimentó sufrimientos insondables por parte de Dios cuando expió los pecados. Durante las últimas 3 horas en la cruz, el Señor Jesús fue «hecho pecado» por nosotros: este es el sacrificio por el pecado (2 Cor. 5:21; Rom. 8:3). En ese momento, Dios, su único recurso, lo desamparó, porque Dios es santo y «muy limpio eres de ojos para ver el mal» (Sal. 22:1-3; Mat. 27:46; Hab. 1:13). La comunión entre estas 2 Personas divinas se interrumpió. Sin embargo, incluso cuando el Señor Jesús fue abandonado por Dios, nunca fue más precioso para su Padre que en esos momentos, porque estaba cumpliendo perfectamente su voluntad (Is. 53:10).

• Sus sufrimientos expiatorios magnificaron la santidad de Dios y satisfacían plenamente las exigencias de la justicia divina en lo que respecta al pecado (Hebr. 9:26), y así Dios fue glorificado. A esto se le llama propiciación (vean Rom. 3:25; Hebr. 2:17; 1 Juan 2:2; 4:10).

• También tomó el lugar de los creyentes en la cruz ante Dios y llevó sus pecados en su propio cuerpo (vean 1 Pe. 2:24; 3:18; Is. 53:6; 1 Cor. 15:3). Esto se denomina sustitución (o expiación). Los resultados de la expiación son demasiado numerosos para enumerarlos aquí. Todas las bendiciones de las que disfruta o disfrutará Israel y la Iglesia son el resultado de esta obra cumplida.