Índice general
¿Cómo conocer la voluntad de Dios para nuestra vida? (Primera parte)
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(Fuente autorizada: bibletruthpublishers.com)
1 - La encrucijada, o el lugar de la decisión
Quiero hablarles esta noche y mañana por la noche sobre la voluntad de Dios y cómo conocerla para nuestras vidas. Es un tema muy práctico que todos necesitamos. Me han pedido que empiece hablando un poco del Evangelio, lo cual es ciertamente necesario, porque no estamos seguros de que todos los presentes estén salvos. Nos gustaría pensar que todos lo están, pero no lo sabemos. La Biblia dice: «Conoce el Señor a los que son suyos» (2 Tim. 2:19).
Así que empecemos este tema por el principio: con el Evangelio. Veamos primero Proverbios 8:1-2: «¿No clama la sabiduría, y da su voz la inteligencia? En las alturas junto al camino, a las encrucijadas de las veredas». En las últimas palabras de este texto se ha traducido como «encrucijada». Y de eso es de lo que quiero hablarles. Ya saben que las encrucijadas son lugares de decisión; el viajero tiene que decidir qué camino tomar.
Puede que haya alguien aquí que se encuentre en una encrucijada en su vida en lo que se refiere a la eternidad. Tal vez se esté planteando tomar una dirección que no sabe si es la equivocada. La sabiduría de Dios les invita, a través del Evangelio, a elegir la vida, a elegir a Cristo. Oramos para que oigan las palabras por las que se salvarán (Hec. 11:14). La Biblia dice: «A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia» (Deut. 30:19). Jehová dijo: «Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros pacto eterno» (Is. 55:3). La Palabra de Dios dice también: «¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle» (1 Reyes 18:21). Lo único esencial que hay que hacer es: «Vuelve ahora en amistad con él, y tendrás paz; y por ello te vendrá bien» (Job 22:21). Así pues, amigos míos, la voz de la sabiduría clama en «la encrucijada» y les llama para que vengan a Cristo y sean salvos.
Aparte de los que puedan estar perdidos en esta audiencia, sé que hay muchos entre nosotros que son verdaderos creyentes. También sé que muchos de ustedes, de un modo u otro, se encuentran en una «encrucijada» en sus vidas cristianas. Se enfrentan a decisiones –decisiones importantes– para las que necesitan consejo y ayuda. Por eso, esta noche me gustaría hablarles de conocer la voluntad de Dios de una manera general, y mañana por la noche veré cómo podemos conocer la voluntad de Dios para las cosas más específicas de nuestras vidas.
Dicen que la mayoría de las decisiones importantes que una persona tomará en su vida se toman cuando se es joven. Estas decisiones suelen tener un gran efecto en la dirección de toda nuestra vida, e incluso formarán nuestro carácter.
La decisión más importante es la de recibir a Cristo como Salvador. Es una decisión que se toma generalmente cuando se es joven. (Las estadísticas muestran que cuanto mayor es la gente, menos probable es que vengan a Cristo para ser salvos). Luego está la decisión de con qué compañía o comunidad de cristianos se identificarán. Luego está la decisión de qué tipo de trabajo van a elegir y dónde van a vivir. Luego está la cuestión del tipo de personas con la que se van a juntar –¡y en particular con quién se van a casar! Y así sucesivamente… Todas estas grandes decisiones suelen tomarse de joven. Como a menudo influyen en el resto de nuestra vida, son muy importantes. Por eso es esencial que contemos con la sabiduría de Dios en nuestras vidas, para que podamos tomar las decisiones correctas. Si le permitimos que nos dirija según su voluntad, encontraremos la bendición de su sabiduría. Descubriremos que: «La sabiduría es justificada por todos sus hijos» (Lucas 7:35). Por eso esperamos y oramos para que cada uno de los jóvenes aquí presentes esta noche tenga un verdadero deseo de hacer la voluntad de Dios.
2 - La voluntad de Dios
Veamos algunos pasajes de las Escrituras para conocer los requisitos previos para discernir la voluntad de Dios.
Efesios 5:15-17 dice: «Mirad, pues, con diligencia cómo andáis; no como necios, sino como sabios; aprovechando el tiempo, porque los días son malos. Por lo cual, no seáis insensatos, sino entended cuál es la voluntad del Señor». Este pasaje nos enseña algo importante sobre la voluntad de Dios: ¡Quiere que la conozcamos! Nunca debemos pensar que Dios no está realmente interesado en mostrarnos su voluntad. Estos versículos nos dicen claramente que está de nuestra parte y que quiere que conozcamos su voluntad. Algunos de ustedes dirán: “¿Cómo podría Dios estar interesado en mí como individuo, cuando hay más de 6.000.000.000 de personas en el mundo?”. Amigos míos, ¡estamos aquí para decirles que Dios se interesa por ustedes! Él es un Ser infinito que puede seguir la vida de cada persona en este mundo.
Y, ¡ama a cada una de ellas con un amor especial! El Dios que le presentamos esta noche es un Dios muy personal y práctico. El Señor se preocupa por ustedes y se interesa por cada detalle de sus vidas. Él no quiere que cometan muchos errores para que sus vidas sean un fracaso llenas de angustia y desamor. Él quiere mostrarles cómo sus vidas serán una bendición y no un fracaso. Él, que conoce todas las cosas, que abunda en poder y sabiduría, que dispone los planetas y las estrellas en perfecto orden, ¡puede guiar fácilmente la vida de un cristiano a través de este mundo! Él sabe lo que es mejor para ustedes; y si pones sus vidas en sus manos, experimentarán la bendición de su voluntad. ¡Y no se arrepentirán! Nunca hemos conocido a un cristiano que pusiera su vida a disposición del Señor —para ser utilizada en su servicio– y dijera al final de su vida que se arrepentía de haberlo hecho. Por el contrario, los que ignoran los principios de la guía de Dios y eligen su propio camino en la vida suelen hacer un desastre. Al final, se llenan de remordimientos.
Por eso queremos dejar este punto perfectamente claro desde el principio: el Señor quiere mostrarnos su voluntad a cada paso del camino. Quizá digan: “Bueno, si eso es verdad, ¿por qué no viene y me lo dice claramente?”. Pues sí lo hace, y vamos a mostrarles claramente, a partir de las Escrituras, cuál es su voluntad para ustedes. Una de las razones por las que no “sale”, por así decirlo, y les dice los detalles de su voluntad con tantas palabras es que quiere que aprendamos a caminar por fe. Quiere que aprendamos a confiar en Él. Esto es algo que necesita ser desarrollado en nuestras vidas espirituales y es esencial para nuestro crecimiento espiritual.
De todos modos, captemos este gran hecho: ¡Él quiere que conozcamos su voluntad!
2.1 - 1 Pedro 4:1-3
«Puesto que Cristo padeció en [la] carne, armaos vosotros también del mismo pensamiento: que el que padeció en [la] carne, ha roto con el pecado, a fin de que no viváis más tiempo en la carne según los deseos de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios. Porque nos basta haber hecho en el tiempo pasado la voluntad de los gentiles, andando en lascivias, concupiscencias, disipación, orgías, excesos de bebida y abominables idolatrías».
He aquí otro punto importante sobre la voluntad de Dios. Aparte de que quiere que conozcamos su voluntad, también quiere que vivamos el resto de nuestras vidas haciendo su voluntad.
Los versículos que leemos en 1 Pedro nos dicen que, en realidad, nuestras vidas se dividen en 2 partes. Esto es cierto para todos nosotros, seamos jóvenes o mayores. Estas 2 partes son «el tiempo pasado» y «a fin de que no viváis más tiempo». No podemos hacer nada con el tiempo pasado, que puede haber sido vivido para complacernos a nosotros mismos –como dice aquí– «en la carne según los deseos de los hombres». Pero sí podemos hacer algo con el resto de nuestras vidas. Y de eso queremos hablar esta noche. Él no quiere que desperdiciemos nuestras vidas viviendo para la carne. Los que viven para la carne son infelices y están insatisfechos con la vida. Se sienten vacíos y amargados, si tan solo lo admitieran. Dios quiere que hagamos su voluntad y que encontremos la bendición que procura.
Veamos otro pasaje introductorio.
2.2 - Salmo 40:7-8
«Entonces dije: He aquí, vengo; en el rollo del libro está escrito de mí; El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón». Lo que quiero aprender de este versículo es que es agradable hacer la voluntad de Dios.
Queremos que entiendan esto al principio de nuestro estudio de la voluntad de Dios –¡que andar en el camino de la voluntad de Dios es verdaderamente algo feliz! Menciono esto porque el diablo tratará de decirles que dedicar su vida a la voluntad de Dios será algo seco y aburrido, y que se arrepentirán después. Amigos míos, ¡este versículo nos dice que eso no es verdad! Es una mentira del diablo. Los que entregan su vida a Dios son personas verdaderamente felices y colmadas en este mundo.
Así que estos 3 textos introductorios nos enseñan que:
a) Dios quiere que conozcamos su voluntad.
b) Dios quiere que hagamos su voluntad.
c) Dios quiere que experimentemos el gozo de caminar según su voluntad.
Puede ser que usted se esté preguntando:
3 - “Pero ¿cuál es la voluntad de Dios?”
Para responder a esa pregunta, les remito a Efesios 1:8-11. «Hizo sobreabundar hacia nosotros, en toda sabiduría e inteligencia; dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, que se propuso en sí mismo, para la administración de la plenitud de los tiempos, de reunir todas las cosas en Cristo, las que están en los cielos como las que están en la tierra; en él».
Esta es la voluntad de Dios. Dios ha ordenado un día (que llamamos el Milenio) en el que exaltará públicamente a su Hijo en 2 esferas: en el cielo y en la tierra. Y en ese día, el Señor Jesucristo tendrá un complemento a su lado –la Iglesia, su esposa– ¡un vaso de testimonio especialmente formado, a través del cual Dios mostrará o transmitirá la gloria de Cristo ante el mundo! En otras palabras: ¡La voluntad de Dios es glorificar a su Hijo!
Lo que Dios está haciendo hoy es llamar a personas de entre judíos y gentiles con el Evangelio; ellos son el material que formará este vaso de testimonio –el Cuerpo y la Esposa de Cristo. Cuando estamos salvados, nos convertimos en parte de ese vaso especialmente formado que en última instancia se utilizará para mostrar la gloria de Cristo. Para eso nos salvó: ¡para glorificar a Cristo! Pero no quiere que esperemos a que llegue ese día para glorificar a Cristo; quiere que lo glorifiquemos ahora, mientras estamos en este mundo. Y si vivimos nuestras vidas de acuerdo con la voluntad de Dios, ¡glorificaremos a Cristo!
Muchos cristianos abordan el tema de la voluntad de Dios desde el extremo equivocado. Miran a las Escrituras para ver lo que Dios tiene que decir sobre ellos –miran para ver sus bendiciones, sus privilegios, y cómo las cosas se relacionan con sus vidas, y así sucesivamente. Ciertamente hay mucho en la Palabra de Dios que apunta en esa dirección, pero me temo que esa perspectiva es un poco egocéntrica e inmadura. El camino más elevado y bendito es mirar en la Palabra de Dios para ver cuál es la voluntad de Dios para su Hijo. Queremos buscar a Cristo en la Palabra, y ver lo que le glorifica; ¡y luego ser encontrados haciendo esas cosas! Como hemos mencionado, Dios quiere que su Hijo sea glorificado en este mundo ahora a través de las vidas de aquellos que forman su Cuerpo. Todos los detalles de nuestras vidas deben estar subordinados a este objetivo. Son solo elementos en el cuadro general de la glorificación de su Hijo. Esta es la clave para comprender la voluntad de Dios en nuestras vidas.
Todo lo relacionado con la voluntad de Dios en nuestras vidas debe estar dirigido en última instancia a la exaltación y glorificación de su Hijo. En cada decisión que tomemos, debemos tener en cuenta este gran objetivo de Dios. Su aplicación práctica en nuestra vida se extenderá al coche que conducimos, al lugar donde vivimos, a la persona con la que nos casamos, etc. Estas cosas, digo, no son sino componentes del objetivo último de la voluntad de Dios de glorificar a su Hijo. Si comprendemos este gran punto, nos será de gran ayuda para discernir la voluntad de Dios para nuestras vidas.
Así pues, nos encontramos en la «encrucijada», el lugar donde tenemos que tomar una decisión. Esperamos que esta noche tomen aquí la decisión de dejar que el Señor guíe sus vidas, para que puedan beneficiarse de los efectos positivos de su bendición en sus vidas. La vida cristiana es realmente muy sencilla –¡solo tienen que hacer la voluntad de Dios! El Señor tiene un plan para cada una de nuestras vidas; y si lo seguimos, encontraremos que «perfecto es su camino» (Sal. 18:30). Ese plan será diferente para cada uno de nosotros, porque lo que él quiere que hagan será diferente para la siguiente persona, pero los elementos básicos de la voluntad de Dios son los mismos para todas nuestras vidas. Me gustaría examinar ahora esos elementos básicos, y mañana por la noche examinaré algunas de las maneras específicas en que él nos guía.
Veamos algunos pasajes de las Escrituras que tratan de los elementos básicos de la voluntad de Dios para nuestras vidas, porque la Palabra de Dios nos dice muy claramente cuáles son estos elementos.
3.1 - Creer en Jesucristo
Leamos Juan 6:38-40: «Porque descendí del cielo no para hacer mi propia voluntad, sino la voluntad de aquel que me envió. Y esta es la voluntad de aquel que me envió, que de todo lo que me ha dado, yo no pierda nada, sino que lo resucite en el día postrero. Porque esta es la voluntad de mi Padre, que todo aquel que ve al Hijo y cree en él, tenga vida eterna; y yo lo resucitaré en el día postrero». Aquí tenemos la primera gran cosa sobre la voluntad de Dios. Cuando se trata de saber cuál es la voluntad de Dios para nuestras vidas, aquí es donde empieza. Se trata de creer en el Señor Jesucristo. Dios ha sido muy claro: quiere que crean en su Hijo, el Señor Jesucristo. Y qué maravilloso es que el Señor Jesús diga: «Al que viene a mí, de ninguna manera lo echaré fuera» (v. 35). Quien ha escuchado el llamado del Evangelio y ha respondido viniendo al Señor Jesús, ¡nunca ha sido rechazado! No importa qué tipo de persona fuera, o qué tipo de pecado cometiera, o qué tipo de vida llevara, ninguno fue rechazado. Él dijo: «¡Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os daré descanso! Tomad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí; porque soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas» (Mat. 11:28-29). El Señor Jesús invita a cada persona a venir a él con fe, a entrar en una relación él mismo y así comenzar un viaje por este mundo para hacer la voluntad de Dios.
Ahí, amigos míos, es ahí donde comienza el conocimiento y el cumplimiento de la voluntad de Dios –teniendo una relación con el Señor Jesús. Permítanme preguntarles: “¿Conocen al Señor Jesús como su Salvador? ¿Ha habido alguna vez en sus vidas una relación personal de fe con él? ¿Le han pedido alguna vez que lave sus pecados y les salve?». Si nunca han ido a Él para ser salvado, no pueden esperar tener la voluntad de Dios en sus vidas –¡tienen que venir primero! Lo que vamos a decir durante el resto de esta reunión significará muy poco para ustedes, si no están salvos –excepto que podrían ser testigos de lo que se están perdiendo en sus vidas. No hay mejor momento que ahora para responder al llamado del Señor, venir a él y ser salvado por él. Es la voluntad de Dios que lo hagan. Así que, si quieren saber cuál es la voluntad de Dios para sus vidas, ¡primero es creer en el Señor Jesucristo!
3.2 - Darle gracias
Vayamos a 1 Tesalonicenses 5:18: «Dad gracias en todo, porque tal es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto de vosotros». Aquí tenemos una segunda cosa que indicaría la voluntad de Dios para nuestras vidas –dar gracias en todas las cosas. ¡Qué privilegio! Y una de las primeras cosas por las que pueden empezar a dar gracias es porque murió por ustedes en la cruz. ¿Alguna vez han dado gracias al Señor Jesús por haber ocupado en la cruz el lugar que merecíamos, haber sufrido por sus pecados y morir por ustedes? Es un buen punto de partida. ¡Es algo que deberíamos hacer todos los días de nuestra vida! Es la voluntad de Dios.
Una manera muy feliz de agradecérselo es participar en la Cena del Señor, el partimiento del pan. El objetivo es, por supuesto, recordarle en su muerte, pero no podemos pensar en el amor que mostró al entregarse por nosotros en la muerte sin que nuestros corazones se eleven en alabanza y acciones de gracias. Qué maravilloso privilegio es responder a su afectuosa petición de recordarle en su muerte y darle gracias de un modo tan bendito. ¿Han respondido a su petición de recordarle de esta manera? Es su voluntad que lo hagan (Lucas 22:19).
Pero Dios no quiere que le demos gracias solo por lo que hizo en la cruz para salvarnos. Este versículo dice: «Dad gracias en todo», es decir, en todos los detalles de nuestra vida, incluso en los que no entendemos. Dios obra con propósito en nuestras vidas, y todo lo que permite que suceda es según su voluntad, y lo hace por nosotros. Y quiere que se lo agradezcamos. Porque «sabemos que todas las cosas cooperan juntas para el bien de los que aman a Dios, los que son llamados según su propósito» (Rom. 8:28).
Hay muchas cosas desconcertantes que suceden en nuestras vidas y que nos cuesta entender por qué el Señor las ha permitido. Pero debemos confiar en él y darle gracias por todo lo que permite. Recuerden la Escritura de Juan 13:7 que dice: «Lo que hago, tú no lo sabes ahora; pero lo entenderás después». Él sabe lo que es mejor, y todo lo que ha permitido debe ser para nuestro bien al final. El versículo que cité de Romanos 8 no dice que todas las cosas son buenas; solo dice: «Todas las cosas cooperan juntas para el bien». Eso significa que él puede utilizar literalmente cualquier cosa para trabajar hacia ese fin. De hecho, él puede incluso usar cosas malas –cosas desagradables– tragedias, penas, etc. –para obrar para el bien. Tener una pierna rota ciertamente no es algo bueno, pero puede «obrar «para el bien» en sus vidas si ustedes lo aceptan de su afectuosa mano. Si entendemos esto, dará «fruto apacible de justicia» (Hebr. 12:11). Cuando discernimos que es la voluntad de Dios que ha permitido para nuestro bien y la formación de nuestro carácter, y que él tiene una bendición para nosotros en ello, podemos darle gracias.
3.3 - Darse al Señor
Tomemos ahora 2 Corintios 8:4-5. «Suplicándonos con muchos ruegos el favor de participar en este servicio para los santos. Y no como lo esperábamos, sino que se dieron primeramente al Señor ellos mismos y luego a nosotros, por la voluntad de Dios».
Aquí tenemos una tercera cosa que es claramente la voluntad de Dios para nuestras vidas: ¡Entregarnos al Señor! Pablo alabó el justo deseo de los santos macedonios porque se habían entregado al Señor. Les estaba diciendo a los corintios que se habían entregado sin reservas al Señor; y uno de los resultados prácticos de esa entrega era que habían hecho un don de dinero para el servicio del Evangelio.
Así que, si quieren saber cuál es la voluntad de Dios para sus vidas; es entregarte al Señor Jesús y a su servicio. Esto se llama consagración. Nos recuerda a Proverbios 23:26, que dice: «Dame, hijo mío, tu corazón». Cuando venimos al Señor por primera vez, cuando estamos salvados y nuestros pecados son perdonados, hay un gozo inicial que es maravilloso. Pero para que el gozo y la felicidad sean duraderas en nuestras vidas cristianas, debemos renunciar a hacer nuestra propia voluntad y entregar nuestra vida al Señor. La consagración debería tener lugar en el momento de la salvación, pero a menudo hay un lapso en la vida de los cristianos antes de que entreguen sus vidas al Señor. Quizá digan: “Me gustaría conocer la voluntad de Dios para mi vida”. Pues bien, la respuesta está aquí, ¡es la voluntad de Dios para sus vidas! Los cristianos que se han entregado al Señor son cristianos felices y fructíferos.
Esta entrega implica dar nuestro tiempo, nuestra energía, nuestro dinero… todo lo que tenemos, se lo entregamos al Señor, diciendo: “Señor, todo esto ya no es mío; ¡lo pongo a tu disposición como administrador! Quiero hacer tu voluntad en mi vida entregándome a ti y dándote todo lo que tengo, para que lo utilices para tu gloria”.
Un día, después de una reunión evangélica en la que el Sr. Moody había predicado hace muchos años, le preguntaron si conocía a alguien que se hubiera convertido por la predicación. Respondió: “Sí, dos y medio”. Y el interlocutor le dijo: “Con eso, señor Moody, supongo que quiere decir que eran 2 adultos y un niño”. Él respondió: “¡No, dos niños y un adulto!”. La razón por la que llamó al adulto la mitad es que los adultos ya han vivido la mitad de su vida. ¿Lo han pensado alguna vez? Los adultos de mediana edad ya han vivido la mitad de su vida. Lo mejor o más que pueden dar es la última mitad, la única parte que les queda. Pero ¿y ustedes, queridos jóvenes? ¡Pueden dar toda la vida al Señor!, si lo hacen ahora, ¡cuando son jóvenes!
Tal vez digan: “¡No entiendo lo que el Señor quiere hacer con mi vida! Soy un cristiano normal. No tengo ningún don especial. Incluso tengo miedo de orar en las reuniones de oración”. Queridos jóvenes, yo les diría que no se preocupen por eso. Lo que Dios quiere es que entreguen sus vidas al Señor Jesús; él la dirigirá como mejor le parezca, y verán lo que quiere hacer con ella… ¡y se sorprenderán! A cada uno de nosotros se nos ha dado un don y la gracia de ocupar un lugar en el Cuerpo de Cristo. El don de cada uno se hará evidente a medida que se dediquen al Señor. Con el tiempo, se hará evidente. Les guiará y hará de sus vidas una bendición. Pero todo comienza cuando ustedes se entregan al Señor.
Cuando hablamos de entregar nuestras vidas al Señor, difícilmente podemos hablar de ello sin referirnos a la cruz. La motivación para entregar nuestras vidas al Señor proviene del amor y de la gracia que allí se muestran. Es a la sombra de la cruz como tomamos la decisión de entregarle nuestras vidas. Si el significado de la cruz estuviera más grabado en nuestras almas –al comprender lo que el Señor Jesús ha hecho por nosotros– no tendríamos ningún problema en entregarle nuestras vidas. No tendríamos ningún problema en confiar en él al ver tanto amor. Creo que son varias veces en el Nuevo Testamento que dice: «Sí mismo se entregó» por nosotros.
Eso debería animarnos a entregarnos a él.
Cuando comparezca ante el tribunal de Cristo, él me mostrará su plan para mí,
El plan para mi vida como debería haber sido si él hubiera obrado a su manera, y veo:
- cómo lo impedí aquí,
- y cómo lo impedí allí,
- y no quise doblegarme a su voluntad,
- ¿Habrá pena en los ojos de mi Salvador?
- ¿Pena, aunque todavía me ama?
- Él me habría querido rico, pero aquí estoy, pobre, privado de todo menos de su gracia;
- Mientras mi memoria corre como una cosa acosada
- Por caminos que no puedo recordar.
- Señor, los años que me quedan, los pongo en Tu mano,
- los entrego a Tu mano;
- Tómame, rómpeme y dame forma
- Según el modelo que Tú has planeado.
Que esta sea la oración de todos los que estamos aquí esta noche: que le pidamos al Señor que haga lo que sea necesario para modelar nuestras vidas según su voluntad. Un cristiano hablaba de los que son cristianos de «una milla» (Mat. 5:41). Luego habló de los que son cristianos de «dos millas»: los que van más allá de lo que se les pide. Después me dijo: “¿Y los que son cristianos de la mitad de la distancia, que solo hacen la mitad del camino?”. Pensé en ello y dije: “¡Sí, sé algo de eso!”. Y creo que no soy el único. Esta noche, Dios quiere que seamos cristianos plenos, y es ahí donde reside la felicidad y la plenitud de nuestro camino en esta tierra.
4 - Caminar en santidad
Vayamos a 1 Tesalonicenses 4: 1-8: «Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús, que de la manera que aprendisteis de nosotros cómo debéis andar y agradar a Dios (y es así como andáis), que abundéis más. Porque sabéis qué instrucciones os dimos en el nombre del Señor Jesús. Porque la voluntad de Dios es vuestra santidad; que os abstengáis de la fornicación, que cada uno de vosotros sepa poseer su propio cuerpo en santidad y honor, no bajo la pasión de lujuria, como los gentiles que no conocen a Dios; que nadie se sobrepase y defraude a su hermano en este asunto; porque el Señor es el vengador acerca de todas estas cosas, como también os lo dijimos y testificamos con antelación. Porque no nos ha llamado Dios a impureza, sino a santificación. Por tanto, el que esto rechaza, no rechaza al hombre, sino a Dios que os da su Espíritu Santo».
Aquí tenemos otra parte de la voluntad de Dios para nuestras vidas: que caminemos en santidad. Él quiere que vivan una vida de santidad práctica. Los pecados de los que habla aquí son la inmoralidad, la fornicación y, en el versículo 6, creo que se refiere al adulterio. Estos son pecados que se encuentran por todas partes en este mundo, y Dios no quiere que su pueblo se involucre en ese tipo de cosas. Él quiere que vivamos vidas santificadas –santificación práctica. Es decir, que nos perfeccionemos caminando por el camino de la gloria.
Ustedes pueden decir: “Yo nunca he cometido ese tipo de pecado”. Sin embargo, el versículo 5 dice: «No bajo la pasión de lujuria», que es un deseo desenfrenado de libertinaje y de depravación. Puede que no hayan cometido el acto de inmoralidad, y damos gracias a Dios por ello, pero ¿qué hay de los deseos carnales que pueden esconderse detrás de una buena apariencia?
Hay muchas personas que tienen este deseo, pero no tienen la oportunidad de pasar al acto. Aquí muestra que estas cosas no deben estar en la vida de un cristiano. Quiere que sepamos poseer nuestro vaso en santidad y honor. Y eso significa abstenerse no solo del acto, sino también de los deseos que se manifiestan en el corazón.
En los versículos 6 al 8, da la razón por la que estas cosas deben evitarse absolutamente. El gobierno de Dios existe. Él juzga a su pueblo trayendo disciplina a su vida, si es necesario, para que aprendan a no persistir en el camino del pecado. El juicio gubernamental de nuestro Padre es algo que debemos temer en nuestras vidas (1 Pe. 1:17). Debemos recordar que cada acto de disciplina que él permite en nuestras vidas proviene de un corazón de amor que se preocupa tanto por nosotros que no nos dejará seguir nuestro propio camino. También habla de que, como cristianos, tenemos un huésped divino –el Espíritu Santo– que habita en nosotros. Nuestros cuerpos son «templo del Espíritu Santo» (1 Cor. 6:19) y, por tanto, deben mantenerse en santidad práctica. Si nos descuidamos en nuestro caminar y en nuestros hábitos, contristaremos al Espíritu Santo. Nos perderemos la obra del Espíritu de Dios en nuestras vidas para nuestra bendición. En cambio, su obra será tratar con nuestra conducta voluntaria y llevarnos a juzgarla.
La santificación práctica se aplica a todos los aspectos de la vida cristiana, no solo a los grandes pecados. La voluntad de Dios es que vivamos una vida cristiana santificada. Si queremos tener poder con aquellos a quienes queremos testificar, ¡debemos vivir una vida que lo justifique! Los hombres de Gedeón tenían 2 cosas en sus manos: una era una trompeta y la otra una lámpara. Este es un ejemplo del doble testimonio del hijo de Dios: el testimonio que decimos (nuestras palabras) y el testimonio que tenemos (nuestra conducta).
La trompeta responde al testimonio que expresamos, y la lámpara habla del testimonio que vivimos. Debe haber un equilibrio constante entre ambas. La lámpara no hace ruido, pero produce luz. Nuestra vida debe ser una luz brillante y resplandeciente. Un creyente ha dicho: “¡Predicad siempre a Cristo –y si es necesario, utilicen palabras!”
Así pues, tenemos un doble testimonio, pero podemos echarlo a perder cayendo en el pecado. Esforcémonos, pues, por una vida de santidad práctica, para dar gloria a Dios: es su voluntad para nuestra vida.
5 - Llegar al conocimiento de la verdad
Vayamos a otro pasaje, 1 Timoteo 2:3-4: «Esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y lleguen al pleno conocimiento de la verdad». Aquí tenemos otra cosa que es la voluntad de Dios para nuestras vidas –Él no solo quiere que seamos salvos, sino también que lleguemos al conocimiento de la verdad. ¡Él quiere que aprendamos la verdad! ¡Eso es muy importante! Si no lo hacemos, seremos zarandeados por todo viento de doctrina (Efe. 4:13). El enemigo de nuestras almas podría llevarnos fácilmente a esferas donde podríamos extraviarnos. Además, no podemos ser de mucha utilidad al Señor en la defensa de la verdad y la fe, ¡si no la conocemos nosotros mismos!
El conjunto de los conocimientos cristianos que se nos ha dado debe ser comprendido y puesto en práctica. Aprender la verdad requiere tiempo y diligencia. Debemos aplicarnos. Proverbios 22:17-21 nos dice que debemos aplicar nuestros corazones a la sabiduría y al estudio de la Palabra de Dios.
Judas nos dice que debemos luchar «por la fe que una vez fue enseñada a los santos» (v. 3). Nótese que la fe (el conjunto del conocimiento cristiano) fue transmitida a los santos. Los santos de Dios son los guardianes de la verdad, no los apóstoles. Dios no dio la verdad a los apóstoles para que la guardaran; la dio a través de los apóstoles, pero a los santos. Mi punto aquí es que Dios quiere que cada uno de nosotros tenga la verdad. No debemos tener la idea de que aprender la verdad es solo para aquellos que proclaman la Palabra públicamente –los hermanos que enseñan en las reuniones. No, ¡la verdad es para que todos los santos la tengan y la disfruten! Eso significa que todos debemos escudriñar las Escrituras diligentemente (Hec. 17:11-12).
Ya saben, que hay muchos conceptos erróneos acerca de aprender la verdad –algunos de ellos, sospecho, son solo excusas para la pereza. Hay algunos que les dirán que ustedes no necesitan molestarse en estudiar las Escrituras; que venir a las reuniones es suficiente –ustedes absorberán la verdad simplemente por estar allí– por ósmosis, por así decirlo. Sin embargo, conozco a personas que han estado yendo a las reuniones durante años y años, y todavía no saben mucho de la verdad que una vez fue enseñada a los santos. Es posible ser como un joven que dijo de las reuniones que estaba “presente en cuerpo, pero ausente en espíritu”. Estaba allí, ¡pero su espíritu estaba en el ozono! Y sospecho que no es el único que estaba así. No basta con acudir a las reuniones, hay que aplicarse en las cosas de Dios. No debemos considerarlo como un trabajo; ¡es un privilegio! ¡Qué maravilloso es aprender las Escrituras! «¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca» (Sal. 119:103).
Otro concepto erróneo que tienen algunas personas sobre el aprendizaje de la verdad es que solo está al alcance de unos pocos privilegiados que tienen un «don» para ello. Puede que piensen eso y digan: “Algunos de estos hermanos tienen un don para esto, pero yo no, así que no tiene sentido que intente aplicarme a este tipo de cosas”. Permítanme decirles que eso no es cierto. No existe el don de aprender la Palabra de Dios. El don es dar lo que Dios les ha dado. Saldrá de ustedes de una manera ligeramente diferente a otra persona, porque todos tenemos diferentes dones. Todo lo que se necesita para aprender la verdad es asiduidad y obediencia. Y eso es algo que todos podemos hacer.
Oí otra excusa que alguien puso una vez –y realmente me enferma. Esta persona dijo: “Puesto que la verdad no nos va a guardar, no me preocuparía mucho por ella. Porque aquellos que dicen que les importa, parecen estar haciendo absurdos de todos modos al criar a sus familias”. ¡Qué tristeza! Eso excusa la pereza. Además, simplemente no es cierto. Este tipo de pensamiento es producto de una expresión sin sentido entre nosotros, y les diré qué es: “La verdad no les guardará”. ¿Lo ha oído alguna vez? Seguro que sí. Nunca la he encontrado en ninguno de los viejos libros del ministerio cristiano. Los hermanos mayores solían enseñar: “La verdad por sí sola no les guardará”. Pero en algún lugar, en los últimos años, hemos perdido algo de esa verdad, y hemos reducido la declaración a: “La verdad sola no les guardará”. Desafortunadamente, la generación de hoy escucha esto y dice: “¿De qué sirve tener la verdad de todos modos?”. El resultado es que no ven la necesidad de aplicarse a aprenderla. En realidad, el hecho es que la verdad por sí sola no nos guardará, porque la comunión con el Señor debe estar asociada con ella. De hecho, tenemos una serie de Escrituras que dicen que la verdad nos guardará, si la mantenemos en comunión con Dios. El Salmo 40:11 dice: «Tu misericordia y tu verdad me guarden siempre». La Palabra de Dios puede guardarles en el camino de la fe dándoles principios para guiar sus pasos. Seremos preservados en el camino si practicamos estas cosas en comunión con el Señor. El Salmo 17:4 dice: «Por la palabra de tus labios yo me he guardado de las sendas de los violentos».
6 - Someterse a todo mandato humano
Pasemos ahora a 1 Pedro 2:13-15: «Someteos a toda autoridad humana, por causa del Señor; ya sea al rey, como a superior, o a los gobernadores, como enviados por este para castigo de los malhechores, y para alabanza de los que hacen el bien. Porque así es la voluntad de Dios, que haciendo el bien hagáis enmudecer la ignorancia de los hombres insensatos».
También aquí tenemos la voluntad de Dios para nuestras vidas. ¿Y cuál es esa voluntad? Es someternos a todo orden humano por amor del Señor. Puede ser cualquier orden que constituya las leyes del país. Puede ser pagar nuestros impuestos, obedecer el límite de velocidad, o lo que sea –Dios quiere que obedezcamos todo orden humano. Esa es su voluntad. Así que, si quieren hacer la voluntad de Dios, ¡no sobrepasen el límite de velocidad! Y no estoy hablando de exceder el límite accidentalmente, sino de quebrantar intencionadamente esa ordenanza. Mi tío solía decirme: “Cuando te das cuenta de que has sobrepasado el límite, ¿qué haces? ¿Sigues a esa velocidad? ¿O la reduces?” Dicen, y probablemente sea cierto, que el último miembro a estar santificado es el pie derecho.
Conocí a un hermano que volvía a casa de una reunión y la policía le paró por exceso de velocidad. Cuando el policía lo miró y se dio cuenta de que llevaba traje, le preguntó de dónde era, porque la gente no se viste así los domingos. El hermano respondió que estaba en una reunión bíblica; de hecho, acababa de partir el pan. El policía le dijo entonces: “Pues no has aprendido nada, ¿verdad?”. Incluso el mundo sabe que, como cristianos, debemos obedecer la ley. Esa es la voluntad de Dios.
7 - Servirle
Un último pasaje antes de concluir –Hechos 13:36: «Porque después de servir en su propia generación a la voluntad de Dios, David durmió, fue agregado a sus padres y vio corrupción». El punto aquí es que David sirvió en su propia generación por la voluntad de Dios. En este pasaje tenemos otro elemento que nos dice cuál es la voluntad de Dios para nuestras vidas: ¡servir al Señor! Cuando le entregamos nuestras vidas, es para que él pueda utilizarlas como mejor le parezca. Y el Señor tiene algo que hacer para cada uno de nosotros. Es un servicio feliz. Él dijo: «Mi yugo es suave, y ligera mi carga» (Mat. 11:30).
Algunos pueden tener la idea de que servir al Señor significa ir a un país lejano a vivir entre serpientes y arañas. Si tienen aversión a esas cosas, puede que se sientan inclinados a no querer entregar sus vidas al Señor para que no les envíe allí. Pero tengo algo que decirles, amigos míos: el trabajo misionero no es el único servicio que el Señor puede ofrecer a los suyos. El llamado al servicio que muchas de vosotras, hermanas jóvenes, pueden tener será la de casaros y tener hijos –educar y formar a la próxima generación de hombres y mujeres en la piedad, porque ellos llevarán la antorcha del testimonio cristiano. Y poner vuestro hogar a disposición del Señor para que él pueda usarlo para fortalecer la comunión de los santos en la asamblea local en la que os encontréis, ¡eso sí que es un servicio! ¡Qué servicio tan importante! El hogar es lo que más sostiene el testimonio cristiano. Para vosotros, hermanos jóvenes, se tratará de mantener las responsabilidades en la asamblea local, para que el testimonio del Señor en cuanto a la verdad de la reunión continúe en vuestra comunidad. Dios quiere que sean un pilar en la asamblea. Es un servicio al Señor. Así que ven que el servicio para el Señor no es solo viajar aquí y allá, aunque eso también es un aspecto feliz y necesario del servicio.
Aquí dice que David sirvió «en su propia generación». Hay un trabajo que pueden hacer mejor que yo, y es transmitir la verdad a vuestra propia generación. El Sr. Hayhoe lo decía a menudo. Las personas de misma edad a menudo pueden tener más impacto en los demás que las personas mayores. El Señor quiere que le sirvan. Él tiene mucho que ver con su generación. Ahora puede que digan: “¡No creo que pudiera hacerlo! No podría predicar”. Recuerden que no todo servicio es predicar. Pero Dios puede querer que prediquen, y deben estar preparados para permitirle que les utilice de esa manera. Su don se desarrollará cuanto más lo usen. Así que úsenlo siempre que puedan.
Sobre el tema de la predicación –esto puede sonar un poco extraño, pero los hermanos aquí presentes podrán identificarse con ello– una cosa que fue muy alentadora para mí fue lo que sucedió mientras el Hermano Albert Hayhoe predicaba. Me atrevería a decir que era el hombre más elocuente entre nosotros en aquel momento.
Probablemente podría haber ganado mucho dinero predicando si lo hubiera buscado, yendo a esos círculos de la cristiandad donde pueden hacerse un nombre. Estamos agradecidos de que no lo hiciera. De todos modos, una vez lo escuché predicar en una conferencia, y dijo: “Ahora, quiero citarles un versículo de la Escritura que es muy querido para mi corazón –es el mismo versículo por el cual fui salvado, y lo he recordado por mucho tiempo; es Juan 5:24”. Empezó diciendo: «En verdad, en verdad os digo, que quien oye mi palabra, y cree a aquel que me envió…». Luego tropezó y perdió el hilo, ¡y no pudo terminar de citar el versículo! Finalmente, dijo: «Bueno, pasemos a él». Era el hombre más elocuente que conocía, ¡y ahora no podía terminar de citar su versículo favorito! Por extraño que parezca, ¡eso me animó! Me dije que era bueno oír eso. Si él puede dudar al hablar, yo también puedo. No me sentiré tan mal o avergonzado si me equivoco un poco. A veces pensamos que una buena predicación consiste en decir todo lo que es perfecto, ¡pero una predicación buena y poderosa es una predicación con la que se identifica el Espíritu de Dios! Y lo que decía el padre de Albert es ciertamente verdadero: “Lo que sale del corazón va al corazón”, que es lo más importante en la predicación.
Ahora, para resumir lo que hemos considerado como la voluntad de Dios para nuestras vidas, es:
- Creer en el Señor Jesucristo.
- Estar agradecidos por la obra de la cruz.
- Entregarnos a él.
- Caminar en santidad.
- Llegar al conocimiento de la verdad.
- Someterse a todo orden humano por amor del Señor.
- Servir al Señor en su viña.
Después de examinar estos versículos, ninguno de nosotros puede realmente decir que no conoce la voluntad de Dios. Su Palabra la ha dejado muy clara, y realmente depende de nosotros ahora, en cada aspecto de nuestras vidas, llevar a cabo la voluntad de Dios, y experimentar la bendición de ella. Que Dios nos dé la gracia para hacerlo.