Cómo Dios dirige a los suyos


person Autor: Jacques-André MONARD 22

flag Tema: Hacer la voluntad de Dios


La vida nos pone continuamente ante dos elecciones que hacer, ante decisiones que tomar. El cristiano que desea caminar con Dios y honrarlo en su vida práctica se ve llevado a menudo a expresar esta oración de David: «Hazme saber el camino por donde ande, porque a ti he elevado mi alma… Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios» (Sal. 143:8, 10).

Muchas decisiones y elecciones importantes se presentan en la época de la juventud y tienen consecuencias para toda la vida. De hecho, a cualquier edad, el cristiano se encuentra ante elecciones de las que no puede medir todo el alcance. Feliz aquel que conoce a Dios y sabe que puede contar con él para ser guiado en la dirección correcta.

1 - Algunas de las promesas de Dios

Por boca del profeta Isaías, Jehová dijo a su pueblo: «Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda» (30:21). Dios se compromete, por así decirlo, a mostrar a los suyos el camino que ha preparado para ellos, en el que tendrán su bendición y podrán honrarlo. Lo mismo ocurre con este otro pasaje: «Yo soy Jehová Dios tuyo, que te enseña provechosamente, que te encamina por el camino que debes seguir» (48:17). Dios conoce todas las cosas de antemano. Él sabe el resultado de todos los caminos que tenemos ante nosotros. No le es indiferente el que vayamos a seguir, y quiere aconsejarnos para nuestro beneficio. «Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos» (Sal. 32:8).

¿Qué es de nuestra fe? ¿Estamos dispuestos a confiar en Dios? ¿Estamos convencidos, no solo de que él sabe mejor que nosotros lo que necesitamos, sino que desea hacernos comprender su voluntad, y vernos caminar por el sendero que ha preparado para nosotros?

Vamos a considerar varios medios que Dios utiliza para dirigirnos, y luego el estado personal que nos permite discernir la voluntad de Dios.

2 - La Palabra de Dios

Todo cristiano lo sabe, el medio esencial por el que Dios nos dirige es su Palabra. «Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino» (Sal. 119:105). Cuando no estemos seguros en cuanto al lugar dónde poner los pies, busquemos primero en la Palabra de Dios la luz que necesitamos. Contiene una inmensa riqueza de instrucciones bajo muchas diversas formas.

Encontramos principios generales. Se trata de directivas divinas de alcance universal, que se aplican a cada cual en cualquier circunstancia. Cuando Dios dice: «No os unáis en yugo desigual con los incrédulos» (2 Cor. 6:14), esto excluye desde el principio cualquier vínculo de solidaridad con un incrédulo. Cuando el Señor dice: «Buscad primero el reino de Dios y la justicia de Dios» (Mat. 6:33), esto nos enseña que en todas nuestras elecciones debemos dar prioridad a las consideraciones espirituales. «Examina la senda de tus pies, y todos tus caminos sean rectos. No te desvíes a la derecha ni a la izquierda; aparta tu pie del mal» (Prov. 4:26-27). No debemos actuar precipitadamente, sino de forma reflexiva, sopesando las cosas ante el Señor, evitando los excesos de uno y otro lado, y rehuyendo el mal en todas sus formas.

También encontramos muchos ejemplos instructivos en las Escrituras. Dios pone ante nosotros el ejemplo de Abraham, Moisés, David y muchos otros, y nos enseña cuál es su valoración de su comportamiento. Si estamos familiarizados con estos ejemplos de la Biblia, podemos fácilmente, cuando nos encontramos en situaciones concretas, hacer la conexión entre estos hombres y nosotros, entre las situaciones en las que se han encontrado y las nuestras. Esto nos compromete entonces a imitar sus actos de fe y a evitar las trampas en las que ellos cayeron. Si Dios nos ha dado las historias de muchos hombres y mujeres de fe con tanto detalle, es para que podamos extraer instrucciones concretas para nosotros.

A través de todas sus enseñanzas, la Biblia nos instruye sobre lo que Dios ama y lo que odia, nos hace conocer su forma de actuar y sus planes. En definitiva, nos lleva a conocerlo. Y conocer a Dios mismo es la forma más segura de conocer su voluntad.

Nuestro conocimiento de la Palabra de Dios es necesariamente incompleto, especialmente al principio de nuestra vida cristiana. Dios lo sabe y tiene en su mano todos los medios para proveer a lo que nos falta. Cuanto más conozcamos esta Palabra, más encontraremos en ella las indicaciones que necesitamos para nuestro caminar. Animémonos a leerla, a meditarla y a guardarla en nuestro corazón. Y que Dios nos conceda estar sometidos a sus enseñanzas.

3 - El Espíritu Santo

Dos veces en las epístolas encontramos la expresión: Ser «guiados por el Espíritu».

«Si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley» (Gál. 5:18). La Epístola a los Gálatas fue escrita a cristianos que querían ponerse bajo la ley, en la condición en que estaba Israel antes de la venida de Jesucristo. La Epístola subraya el contraste entre la situación de esclavitud de los que son dirigidos por un conjunto de mandamientos y la situación de libertad de los que son dirigidos por el Espíritu de Dios –como lo son, o deberían serlo, los cristianos. La ley dirigía a los israelitas proporcionándoles prohibiciones y prescripciones. Pero se ocupaba principalmente del comportamiento exterior. De hecho, se dirigía al hombre «en la carne».

En el cristianismo, todos los que, por la fe, han recibido a Jesús como su Salvador fueron colocados en la posición de hijos de Dios. Han sido sellados con el Espíritu Santo. Él habita en ellos y obra en ellos. Los conduce por el camino en el que pueden caminar según la voluntad de Dios y glorificarlo. El apóstol escribe: «Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios» (Rom. 8:14). Ser guiados por el Espíritu es un rasgo característico de los hijos de Dios.

Si, como desgraciadamente nos ocurre a veces, caminamos según la carne, el Espíritu que hay en nosotros se ve obstaculizado en su acción. Entonces ya no se trata de ser guiados por él. Que Dios nos conceda andar «en el Espíritu» (Gál. 5:16, 25) y estar «llenos del Espíritu» (Efe. 5:18), para que podamos ser verdaderamente guiados por él.

4 - La sabiduría y el discernimiento espiritual

El privilegio de la morada del Espíritu Santo en el creyente era desconocido antes de la época de la Iglesia. Sin embargo, la operación de Dios en un corazón y la intimidad de una relación establecida entre Él y el hombre de fe existían mucho antes de la venida del Espíritu Santo a la tierra. Lo vemos en particular en David. Dice a Dios en el Salmo 51: «He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría» (v. 6). Aquí tenemos un modo de dirección divina mucho más elevado que los mandamientos formales. Dios lleva a su amado a «comprender» su pensamiento.

Este es también el propósito del libro de los Proverbios. Fue escrito para instruir al hombre en la sabiduría divina, y en particular para dar: «A los jóvenes inteligencia y cordura» (1:4). Este libro no es solo una colección de preceptos que pueden guiarnos en situaciones particulares, sino que nos es dado para nuestra formación espiritual. A este respecto, el comienzo del capítulo 2 destaca dos principios complementarios:

  • En primer lugar, se anima a desear la sabiduría, la inteligencia y el discernimiento, y a desarrollar energía para adquirirlos (v. 1-5),
  • Luego está la afirmación de que: «El principio de la sabiduría es el temor de Jehová», solo de él proviene «el conocimiento y la inteligencia» (v. 6-7).

Toda la Escritura contribuye a esta formación del creyente, siempre que escuchemos y busquemos el pensamiento de Dios en todas las cosas. Podemos, como Salomón, pedir a Dios sabiduría para nosotros mismos (comp. 1 Reyes 3:9-12), y podemos seguir el ejemplo de Pablo, que hacía una petición similar para otros: «No cesamos de orar a Dios y pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad, en toda sabiduría e inteligencia espiritual» (Col. 1:9).

El apóstol dice en otra parte: «Por lo cual, no seáis insensatos, sino entended cuál es la voluntad del Señor» (Efe. 5:17). Dios no nos trata como esclavos que deben obedecer ciegamente. Que debemos obedecer, no está en duda. Pero más que eso, Dios quiere que entendamos cuál es su voluntad. Y la facultad que desarrolla en nosotros para que seamos capaces de captar su pensamiento, es la inteligencia espiritual.

Dejemos que Dios haga su obra en nosotros. Toda la instrucción que nos da a través de las Escrituras, toda la educación que nos da a través de los ejercicios que tenemos que atravesar, toda la disciplina que ejerce sobre nosotros, todo esto contribuye a formar nuestro discernimiento espiritual.

5 - Un consejo paternal o fraternal

A menudo, Dios se sirve de instrumentos humanos para hacer comprender su voluntad a uno de los suyos. El libro de Proverbios nos dice: «Mas en la multitud de consejeros hay seguridad» (11:14), «El que obedece al consejo es sabio» (12:15), y «Con los avisados está la sabiduría» (13:10).

En primer lugar, es correcto que los hijos, incluso cuando han crecido, escuchen los consejos de sus padres (comp. Prov. 1:8; 23:22). Así es como deben «honrarlos» (Efe. 6:2). Pero, en general, es bueno que los creyentes se ayuden mutuamente en el camino de la fe. El apóstol Pablo escribe: «Sobrellevad los unos las cargas de los otros» (Gál. 6:2), «Exhortaos unos a otros, y edificaos unos a otros» (1 Tes. 5:11). Cuando recibimos un consejo de un hermano o hermana de confianza, hacemos bien en prestarle atención, diciéndonos que puede ser un instrumento de Dios para guiarnos.

Por supuesto, el valor de un consejo está a la medida de la sabiduría y del discernimiento de la persona que lo da. Si, en una decisión delicada, sentimos la necesidad de buscar consejo, recurramos a un creyente espiritual, que conoce la Palabra y vive cerca del Señor.

6 - Las circunstancias y las oportunidades

Las circunstancias que se presentan en nuestro camino, ¿son una guía? Esta pregunta requiere una respuesta matizada.

Por un lado, las Escrituras nos muestran que nuestro Dios lo tiene absolutamente todo en sus manos, y que a menudo utiliza las circunstancias y los acontecimientos para llevarnos por un camino o para evitar que vayamos por un camino determinado.

Por otro lado, es obvio que si la Palabra de Dios nos muestra un camino y las circunstancias parecen mostrarnos otro, ellas no son una guía en absoluto. No tenemos que dejar que ellas nos desvíen del camino que Dios nos ha indicado claramente. Tales circunstancias ponen a prueba nuestra sumisión a la voluntad de Dios.

Dios nunca se contradice. Nada puede hacernos desobedecer la Palabra. Recuerde al profeta que pensó que el mandato que Dios le había dado estaba caducado; un león lo mató a causa de ello (1 Reyes 13). Estamos en un mundo en el que Satanás trabaja constantemente para tendernos trampas. Las circunstancias que se presentan ante nosotros son solo una guía subordinada.

También aprendemos de la Palabra que hay «buenas obras, las cuales Dios había preparado antes para que anduviésemos en ellas» (Efe. 2:10). Dios, que sabe exactamente lo que vamos a encontrar en cada uno de nuestros días, ha marcado nuestro camino con «buenas obras». Tenemos que tener los ojos abiertos y el corazón preparado para discernirlas y hacerlas. Las circunstancias son entonces para nosotros una dirección de detalles, mientras que la Palabra de Dios nos proporciona la dirección general, la única dirección segura, y nuestro discernimiento espiritual nos lleva a hacer la aplicación correcta de la misma. Pero, repitámoslo, nuestras circunstancias nunca serán usadas en las manos de Dios para hacernos actuar en contra de su Palabra.

El Señor abrió o cerró puertas ante sus siervos los apóstoles, y ellos le hicieron caso (comp. Hec. 16:6-10; Rom. 1:13; 1 Cor. 16:9; 2 Cor. 2:12; Col. 4:3). También podemos estar atentos a las puertas que se nos ponen por delante.

La Escritura también menciona las «oportunidades». Nos corresponde a nosotros aprovecharlas y llevar a cabo las tareas que Dios ha preparado para nosotros. «Así que, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos» (Gál. 6:10). «Mirad, pues, con diligencia cómo andáis; no como necios, sino como sabios; aprovechando el tiempo, porque los días son malos» (Efe. 5:15-16). «Andad con sabiduría para con los de afuera, aprovechando cada ocasión» (Col. 4:5).

Dios también puede utilizar las circunstancias para detenernos en un camino de nuestra propia voluntad o para obligarnos a tomar el camino de su elección. Cuando se trata de esto, somos un poco como un caballo cuyo conductor lo obliga a ir donde él quiere. Pero este no es el tipo de dirección que Dios quiere para nosotros. «No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, que han de ser sujetados con cabestro y con freno, porque si no, no se acercan a ti» (Sal. 32:9). Dios desea que no seamos «insensatos» sino que comprendamos cuál es su voluntad (Efe. 5:17).

7 - Dos preguntas

1. A veces en la Biblia vemos que un hombre pide a Dios una señal, una indicación perfectamente clara de su voluntad. ¿Podemos seguir su ejemplo? La petición de Gedeón en Jueces 6:36-40 o la de Ezequías en 2 Reyes 20:8-11, eran sin duda apropiadas y Dios las honró con una respuesta maravillosa. Pero estos relatos del Antiguo Testamento son característicos de una época en la que la revelación de Dios estaba incompleta y el Espíritu Santo no habitaba en el creyente. Hoy en día, no tenemos que buscar señales o milagros, sino confiar en la Palabra de Dios y pedirle que nos dé el discernimiento que necesitamos para entender su voluntad.

Por otra parte, sigue siendo cierto que Dios utiliza los medios que quiere para guiar a aquellos que lo esperan y responder a su fe, según su medida de conocimiento.

2. También vemos en la Biblia que han sido tomadas decisiones por sorteo. Puesto que Dios lo tiene todo en sus manos, incluido el destino, ¿no es esta una forma de apelar a su voluntad? La respuesta es más o menos la misma que por la pregunta anterior. Si pensamos hacer intervenir a Dios echando suertes, estamos dejando de lado la enseñanza de la Palabra y el discernimiento espiritual. Para utilizar la imagen del Salmo 32, le pedimos a Dios que nos ponga el cabestro y el freno. Desde que el Espíritu Santo está en la tierra (Hec. 2), no es más cuestión de echar suertes, el último caso relatado en las Escrituras fue justo antes de su venida (Hec. 1:23-26).

Si dos hombres no se ponen de acuerdo en el reparto de bienes (por ejemplo, de una herencia), y quieren echar suertes según la enseñanza de Proverbios 18:18, esto puede resolver su problema. Pero que recuerden un camino mejor, trazado en el propio Antiguo Testamento, el de la oferta desinteresada de Abraham a Lot: «Si fueres a la mano izquierda, yo iré a la derecha; y si tú a la derecha, yo iré a la izquierda» (Gén. 13:9). Al dejar que Lot eligiera, Abraham estaba dejando que Dios eligiera por él. Y fue bendecido.

8 - Un estado personal que permite discernir la voluntad de Dios

«Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas» (Prov. 3:5-6). Tenemos necesidad, en primer lugar, de confianza en Dios. Él sabe mejor que nosotros lo que necesitamos y desea nuestro bien. También necesitamos dependencia, una actitud de búsqueda del pensamiento de Dios, desconfiando de nuestros propios pensamientos. Hagámoslo intervenir en cada una de nuestras circunstancias.

Cuando tenemos que tomar una decisión o hacer una elección, puede ser que la voluntad de Dios nos haya sido revelada claramente, especialmente a través de la enseñanza de la Palabra y por sabios consejos y, sin embargo, nos negamos a aceptarla. Incluso puede ser que, tal vez para tranquilizar nuestra conciencia, nos empeñemos en pedir a Dios que nos dirija.

Esto es lo que les ocurrió a los supervivientes de Judá tras la destrucción de Jerusalén por Nabucodonosor y el asesinato de Gedalías, el gobernador que el rey de Babilonia había establecido sobre la tierra de Judá. En Jeremías 41 los vemos ponerse en marcha para huir a Egipto (v. 17). En el siguiente capítulo, los oímos dirigirse al profeta con las siguientes hermosas palabras: «Para que Jehová tu Dios nos enseñe el camino por donde vayamos, y lo que hemos de hacer» (42:3). Y afirman que escucharán la voz de Jehová, sea cual sea su veredicto (v. 5-6). Pero cuando se enteran de que la respuesta que Jehová ha dado es contraria a lo que habían decidido, sus buenas intenciones se desvanecen y acusan a Jeremías de mentir (43:2). Estaban dispuestos a seguir las indicaciones de Dios siempre y cuando coincidieran con lo que ya habían decidido (42:20). Es muy bueno pedirle a Dios que nos dirija. Pero es una ilusión hacerlo si ya hemos elegido nuestro camino.

¡Que Dios produzca en nosotros una voluntad quebrantada, un espíritu sumiso y una completa confianza en su bondad!

Traducido de «Le Messager Évangélique», año 2004, página 289