Y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra.
Siempre es importante considerar la primera mención de algo en la Biblia. En Éxodo 30:34 leemos la primera mención del incienso, y lo encontramos como uno de los componentes del incienso sagrado. Este incienso solo debía utilizarse en el tabernáculo, y más adelante en el templo. Era exclusivamente para Jehová, como está escrito: “Cualquiera que hiciere otro como este para olerlo, será cortado de entre su pueblo” (Éx. 30:38). Era para el agrado y placer de Jehová solamente. El incienso sagrado debía molerse hasta quedar muy fino, como una figura de la perfección de Cristo. C. H. Mackintosh: “Cada aspecto de excelencia moral halló en Jesús su verdadero lugar y su justa proporción. Ninguna cantidad anulaba a la otra, ni disminuía su valor; todo era”bien mezclado, puro y santo“, esparciendo un perfume de tan buen olor que solo Dios podía apreciarlo”.
El incienso también se ofrecía junto con la ofrenda vegetal, que es un tipo muy claro de la humanidad santa e inmaculada de nuestro Señor Jesucristo (Lv. 2:1-2). Era similar al incienso sagrado, pues en la ofrenda vegetal, “todo el incienso” ardía en “olor grato a Jehová”. El significado del incienso en relación con la ofrenda vegetal es muy claro: todo lo que el Señor Jesús hizo en este mundo como Hombre fue para el placer de Dios.
Cuando los sabios de oriente ofrecieron el incienso como regalo al Señor, probablemente no comprendían el alcance espiritual de las cosas que acabamos de considerar; pero, sin duda, fueron guiados por Dios. Este Rey divino crecería para convertirse en un Hombre santo, y cada uno de sus movimientos serían de olor grato para Dios.
Brian Reynolds