Y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra.
La Biblia no nos dice cuántos magos vinieron a Jerusalén en busca del niño que era “el Rey de los judíos” (v. 2). La tradición dice que eran tres, probablemente porque ofrecieron tres regalos diferentes. Sin embargo, lo más probable es que eran más de tres, posiblemente era un gran séquito de viajeros.
Esta visita, divinamente guiada, fue un cumplimiento parcial de la profecía de Isaías, quien escribió: “Las riquezas de las naciones vendrán a ti. Una multitud de camellos te cubrirá… traerán oro e incienso” (Is. 60:5-6 NBLA). La profecía de Isaías apunta al reino milenial de Cristo, cuando los gentiles vendrán a adorarlo. Los sabios de oriente mencionados en el Evangelio según Mateo fueron precursores de los gentiles que adorarán al Rey en Jerusalén en aquel día (Zac. 14:16).
El Evangelio según Mateo presenta a Cristo como el Rey de los judíos. Este hecho explica el significado de los regalos de los magos. El oro simboliza la realeza. Por ejemplo, se usó abundantemente en el templo de Salomón (véase 1 R. 10:14-21). El oro también representa lo divino y así leemos en este Evangelio como Jesús es llamado Emanuel, “que traducido es: Dios con nosotros” (Mt. 1:23). Los sabios de oriente querían ver al “Rey de los judíos” que había nacido. Jesús nació como rey, no como príncipe, lo que sucede generalmente cuando un niño nace en una familia real. El hecho que se refieran al niño como “Rey de los judíos” perturbó grandemente a Herodes y a toda la ciudad de Jerusalén (v. 3). Hacia el final de este Evangelio, Jesús entró en Jerusalén como Rey, y toda Jerusalén volvió a conmoverse (véase Mt. 21:5, 10). Ciertamente, los sabios de oriente fueron enseñados por Dios cuando le ofrecieron oro a este Rey y lo adoraron.
Brian Reynolds