Y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra.
La mirra es una sustancia que se extrae de una planta que crece en Arabia, y que se utilizaba como perfume y para embalsamar a los muertos. Esta sustancia se obtiene haciendo una incisión en la corteza del árbol, de la cual brota una resina gomosa, la cual al secarse tiene forma de lágrima. En las Escrituras, la mirra es un símbolo del sufrimiento y la muerte, y la palabra griega utilizada para ella es “smurna”, de la cual se deriva el nombre “Esmirna”. La iglesia en Esmirna se encontraba en momentos de persecución y fue exhortada por el Señor de la siguiente forma: “No temas en nada lo que vas a padecer… sé fiel hasta la muerte” (Ap. 2:10).
La mirra está mencionada por primera vez en Génesis 37:25 como uno de los artículos transportados por la caravana de ismaelitas que compraron a José como esclavo. ¡Qué sorprendente que la mirra se mencione por primera vez en relación con José, que fue odiado y rechazado por sus hermanos, siendo vendido por 20 piezas de plata! ¡Qué tipo tan maravilloso de nuestro Señor!
Cuando nuestro Señor Jesús estaba en la cruz, sus verdugos le ofrecieron vino mezclado con mirra con el propósito de aliviar sus dolores, pero él lo rechazó. Cuando Nicodemo fue a recoger el cuerpo de Jesús de la cruz, trajo consigo un “compuesto de mirra y de áloes, como cien libras” (Jn. 19:39) para su sepultura. El tributo profético de los magos indicaba claramente que Jesús sufriría y moriría. Por otro lado, Salomón describe el deseo del Esposo de la siguiente forma: “Me iré al monte de la mirra, y al collado del incienso” (Cnt. 4:6b). La presencia de Jesús con nosotros en la Cena nos presenta una imagen maravillosa de este “monte de la mirra”, hasta que venga a buscarnos -“Hasta que apunte el día” (Cnt. 4:6a). La primera acción de los sabios al ver a Jesús fue postrarse y adorarlo. Este también es nuestro privilegio.
Brian Reynolds