Digno eres… porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios.
El Señor Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn. 1:29). En Apocalipsis 5, los 4 seres vivientes y los 24 ancianos, cantan un nuevo cántico que dice: “Digno eres… porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación”.
En este versículo vemos que el Cordero es digno porque nos ha comprado con su sangre. 1 Pedro 1:18-20 también nos recuerda que fuimos “rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros”. Formábamos parte del mercado de esclavos del pecado, y él nos compró con su preciosa sangre. Desde entonces, ya no somos nuestro, sino que pertenecemos a Aquel que nos ha comprado a tal precio (1 Co. 6:19-20).
También nos ha hecho reyes y sacerdotes para nuestro Dios de toda lengua, pueblo y nación. Hemos sido reconciliados con nuestro Dios gracias a la obra consumada del Cordero, y hemos sido hechos aptos para estar en su presencia. Pablo profundiza esta verdad en Romanos 5:1-2: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes”.
El versículo 10 nos recuerda que nos ha trasladado a nuestra posición actual ante él como un reino de sacerdotes. Somos aquellos que pueden ofrecer sacrificios espirituales de alabanza al Cordero y al Padre (He. 13:15; 1 P. 2:5). No es de extrañar que podamos declarar: “¡Digno es el Cordero!”.
Tim Hadley, Sr.