Mas todo primogénito de asno redimirás con un cordero; y si no lo redimieres, quebrarás su cerviz.
Cuando los israelitas llegaron a la tierra de Canaán, tuvieron que consagrar sus animales, tanto limpios como impuros, a Jehová. El primogénito era el representante del grupo al que pertenecía, ya fuera del hombre o de la especie animal. El primogénito del animal impuro debía ser redimido al igual que el primogénito del hombre. El asno era un animal impuro. A lo largo de la Biblia, este animal es una imagen de la naturaleza pecaminosa y obstinada del hombre. Se dice que Ismael era “hombre indómito como asno montés” (Gn. 16:12 NBLA). En este versículo se resalta su obstinación, la caracterización más precisa del pecado (véase Job 39:5-9). No es casualidad que Ismael también sea, al mismo tiempo, el hijo primogénito de Abraham. En Gálatas leemos que Ismael “nació según la carne” (Gá. 4:23), y en este aspecto representa al hombre pecador bajo la ley.
Si el asno no era redimido, entonces se le debía quebrar la cerviz. Es redención o destrucción, no hay una tercera vía. Y esto es lo que la gente no entiende. El mundo está dividido entre los que se pierden y los que se salvan. Qué maravilloso considerar que un cordero inocente ocupaba el lugar del asno; una clara imagen de la sustitución. C. H. Mackintosh escribió: “Es interesante observar que por naturaleza somos puestos en la categoría de un animal impuro y que por gracia somos asociados con Cristo, el Cordero sin mancha. No puede haber algo inferior al puesto que tenemos por naturaleza, pero no hay nada más excelso a lo que nos pertenece por gracia”. Éramos pecadores y Cristo ocupó por nosotros ese lugar en la cruz. Pero ahora que Cristo ha resucitado y ha sido glorificado, estamos asociados a él en la gloria.
Brian Reynolds
F. H. Rowley