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La prueba… ¿por qué?
Autor:
Las pruebas y las enfermedades
Tema:«…que la prueba de vuestra fe… sea hallada para alabanza, gloria y honor» (1 Pe. 1:7).
Las pruebas y las dificultades nos son útiles en la medida en que nos enseñan a conocernos a nosotros mismos. Nos revelan nuestras insuficiencias y errores. Son parte del trabajo de despojo que Dios debe realizar en nosotros para nuestra formación. Nunca llegamos a conocernos a nosotros mismos sin pasar por pruebas. Entonces la fe y la valentía que se manifiestan como una gran llama en los momentos de entusiasmo encuentran su verdadero nivel. Y el alma, consciente de su impotencia y de su nada, mira solo a Cristo para encontrarlo todo en Él.
Las pruebas de Jacob le llevaron a acabar con su «yo», con su propia voluntad. Las aflicciones de Job eliminaron sus sentimientos de autoestima y confianza en sí mismo. La caída de Pedro destrozó su orgullo y su autoestima; le llevó a encontrar la fuerza fuera de sí mismo, solo en Cristo. Es por razones similares que el Señor nunca deja de probarnos. Trabaja para convencernos de que nuestra estimación de nuestras propias fuerzas está sobrevalorada, y quiere llevarnos al punto en que podamos decir realmente: «Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí» (Gál. 2:20).
Cuando Dios nos lleva a través de situaciones difíciles y pruebas, Él trabaja en nosotros y por nosotros, mucho más de lo que podemos pensar.
Las pruebas nos enseñan:
- a descubrir los recursos de Dios,
- a creer en Él,
- a orar,
- a amar,
- a tener paciencia y valentía.
Nos hacen capaces de ayudar a los demás, son oportunidades de victoria.
1 - Las pruebas nos enseñan a descubrir los recursos de Dios
Solo en las circunstancias difíciles aprendemos a saber que Dios es suficiente para todo. Frente al mar Rojo, el pueblo de Israel primero debía estar tranquilo, era así que podía contemplar la liberación de Jehová (Éx. 14:10-14). Después, Dios los condujo al desierto, un lugar donde faltaban todos los recursos naturales, para enseñarles que Él era capaz de proveer todas sus necesidades.
Dios se hace real para nosotros en la medida en que las necesidades que sentimos son satisfechas por él. Así, cada situación difícil es una oportunidad para Dios de revelar su infinita sabiduría, su fuerza y su gracia. Dios permite las dificultades en nuestra vida, hasta que Cristo sea tan real como las lágrimas que hemos derramado, que las ansiedades que nos han atenazado, que las preocupaciones que han parecido aplastarnos y las que dificultades que se han alzado ante nosotros como montañas.
El poder de Cristo habitaba en el apóstol y satisfacía sus necesidades porque tenía un profundo sentido de su insuficiencia y debilidad. Por eso recibía con alegría cada nueva situación difícil como una ocasión en la que el Señor le decía: «Mi gracia te basta; porque mi poder se perfecciona en la debilidad» (2 Cor. 12:9).
¿Estamos entre los que han experimentado que el Señor es suficiente para todas las circunstancias de la vida? ¿Puede cada uno de nosotros proclamar ante el mundo: «Jehová es mi pastor; nada me faltará… Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo» (Sal. 23:1, 4).
2 - Las pruebas fortalecen nuestra fe
Las pruebas son el terreno fértil en el que brota la confianza. Son el estímulo divino que exige y desarrolla nuestra confianza en la fidelidad y el amor de Dios. El águila solo puede enseñar a sus crías a volar empujándolas fuera del nido y lanzándolas al aire, donde, abandonadas a su suerte, solo pueden volar o caer. Es entonces cuando aprenden a conocer la fuerza no desarrollada aún que hay en sus pequeñas alas. Mientras baten sus alas en una lucha desesperada, encuentran el secreto de una nueva vida. Poco a poco aprenden a volar y a encontrar su camino en el cielo.
Así, Dios enseña a sus hijos a desplegar las alas de la fe, empujándolos fuera de su nido, quitándoles sus apoyos y lanzándolos a veces a un abismo de angustia. En ese momento, no teniendo más ningún recurso, deben aprender a poner toda su confianza en Dios. Está dispuesto a ayudarles, como el águila que extiende sus alas bajo sus crías, para llevarlas sobre sus plumas (Deut. 32:11).
Todavía tendemos a confiar en las cosas visibles, y descubrimos que es una experiencia totalmente nueva estar sin apoyo humano y caminar con un Dios invisible. Pero es una lección que debemos aprender si queremos que nuestras almas permanezcan en la paz de Dios, donde la fe es la única razón de vivir y Dios lo es todo para nosotros.
Con dulzura y sabiduría, Dios adapta la prueba a nuestras débiles fuerzas, y luego, para fortalecerlas, puede llevarnos más lejos. «Fiel es Dios, que no permitirá que seáis tentados más allá de lo que podáis soportar» (1 Cor. 10:13). Confiamos en Él en las dificultades de la vida, y aumentan nuestras fuerzas cuando tomamos nuestra parte de sufrimientos como buenos soldados de Jesucristo (2 Tim. 2:3).
3 - Las pruebas nos enseñan a orar
Las pruebas nos obligan a pasar mucho tiempo a solas con Dios. Llevaron a Jacob a inclinarse junto al arroyo de Jaboc (Gén. 32:23-30). Enseñaron al salmista a morar «bajo la sombra del Omnipotente» (Sal. 91:1). Produjeron en la vida del apóstol Pablo una continua dependencia de Dios. Nos llevan a buscar y alimentar la comunión con Dios, a quien llegamos a conocer. Se convierte en nuestro supremo recurso y refugio.
Es humillante darse cuenta de que Dios debe usar los sufrimientos y las pruebas para atraer a sus hijos a su corazón. Con demasiada frecuencia, la comodidad y la facilidad conducen, al menos en parte, a una falta de dependencia del Señor. Es cuando expresamos estos sentimientos —Tú «has visto mi aflicción; has conocido mi alma en las angustias» (Sal. 31:7)– que nos sentimos más cerca de Dios.
4 - Las pruebas nos enseñan a amar
Dios quiere responder a nuestras oraciones, pero también quiere refinar y suavizar nuestro carácter, para enseñarnos a amar. A veces permite que seamos maltratados, que suframos agravios e injusticias, para enseñarnos a apoyarnos en él; para reconocer también que no siempre hemos sabido mostrar ese amor que todo lo soporta (1 Cor. 13:7). El Espíritu Santo nos muestra lo que nos falta y nos conduce a la fuente del amor. Y a medida que aprendemos gradualmente esta humillante lección, somos conducidos a pruebas más profundas, que producen algunos reflejos de la gracia y el amor de Dios.
5 - Las pruebas nos enseñan paciencia y valentía
En la escuela de Dios, aprendemos a soportar la adversidad con paciencia. Y la paciencia es uno de los adornos más hermosos de la vida cristiana. Cuando la paciencia tiene su obra perfecta, somos «perfectos y cabales, sin que nada» nos falte (Sant. 1:4). Pero las mayores lecciones de la vida espiritual se aprenden a menudo en la escuela del dolor.
Cuando experimentamos la gracia divina que nos mantiene erguidos, las pruebas eliminan el miedo al sufrimiento y al dolor. Por la fuerza que viene de Dios, nos permiten elevarnos por encima de ese temor, hasta que podamos entrever la batalla y la victoria como buenos soldados de Jesucristo.
6 - Las pruebas nos hacen aptos para ayudar a los demás
Cuando superamos las dificultades con la ayuda del Señor, mostramos al mundo lo que Cristo puede hacer por los suyos y en los suyos, y Dios es glorificado. Desea que seamos la «carta de Cristo», «conocida y leída por todos los hombres» (2 Cor. 3:3, 2). Entonces la vida de los creyentes llega a ser una demostración de que Cristo puede guardar a los suyos en toda situación y que el poder de su gracia es suficiente para toda angustia humana.
Las pruebas nos hacen capaces de ayudar a otros por medio de las lecciones que hemos aprendido (2 Cor. 1:3-4). Un corazón que carece de sensibilidad y madurez difícilmente está en condiciones de consolar, de ayudar y de ser una bendición para los que sufren. Dios debe producir primero en nosotros lo que desea ver transmitido a los que nos rodean. Una prueba difícil y dolorosa nos prepara para consolar, animar y fortalecer a las almas que Dios hace salir a nuestro encuentro.
Podemos testificar: He pasado por eso, y os puedo decir por experiencia: «Mi Dios colmará toda necesidad vuestra, conforma a sus riquezas de gloria, en Cristo Jesús» (Fil. 4:19).
7 - Las pruebas son oportunidades de victoria
Si, a través de la prueba, la gracia de Dios conduce a la victoria, también prepara coronas imperecederas. Cuando la historia de este mundo sea pasada y olvidada, los resultados eternos de nuestras pruebas brillarán para la gloria del Señor, en los cielos nuevos y la tierra nueva.
¿Buscamos aprender algo de nuestras aflicciones? ¿Pensamos en las «coronas» con las que Dios quiere animarnos? ¿Buscamos aprender de nuestras pruebas actuales todo lo que Dios tiene reservado para nuestro bien? ¿Deseamos ser «más que vencedores, por medio de aquel que nos amó» (Rom. 8:37)? ¿Estamos dispuestos a asumir nuestra parte de sufrimiento, como buenos soldados de Jesucristo (2 Tim. 2:3)? Si es así, un día le oiremos decir: «Bien, siervo bueno y fiel… entra en el gozo de tu señor» (Mat. 25:21).