El Evangelio de Pablo

Romanos 16:25-27


person Autor: William C. REID 8

flag Temas: El alcance y la extensión de la salvación La doctrina de Pablo


1 - El ministerio de Pablo

El apóstol Pablo resume su ministerio de diferentes maneras: en las Epístolas a los Efesios y a los Colosenses se llama a sí mismo ministro del Evangelio y ministro de la Iglesia (Asamblea); en Hechos 20:21-27 da testimonio del arrepentimiento y de la fe, y del Evangelio de la gracia de Dios; predica el Reino de Dios y no teme proclamar todo el consejo de Dios; en Romanos 16:25 hay 3 partes distintas del ministerio de Pablo:

  • su Evangelio,
  • la predicación de Jesucristo según la revelación del misterio,
  • el misterio mismo.

En esta meditación examinaremos el Evangelio de Pablo.

2 - El Evangelio de Pablo

¡Qué maravillosas son esas grandes verdades confiadas especialmente al apóstol Pablo! Elementos del Evangelio de Pablo fueron encontrados en la época de Lutero, pero sus contornos han sido encontrados para nosotros, en la bondad de Dios, en el siglo 19, con la verdad del misterio, y las grandes verdades que están conectadas con esta especial revelación divina. Estas grandes verdades son de infinito valor, y el enemigo trata de despojarnos de ellas hoy; nosotros hemos tratado de mantenerlas, y no dudo de que amados hermanos de otras partes también han tratado de mantenerlas caminando a la luz de estas verdades. ¿Cómo es que el enemigo ha lanzado tan terribles ataques contra los pobres hermanos? Es a causa de las preciosas verdades que les han sido confiadas: tienen una preciosa herencia de verdad que mantener, dada por el Señor Jesucristo, la Cabeza de la Iglesia, y el enemigo quisiera privarlos de la verdad de la que gozan y que tratan de mantener de la única manera en que realmente puede ser mantenida: en los afectos y en la práctica, tanto en la vida individual como en relación con los principios de Dios en la Asamblea.

El Evangelio de Pablo es esencialmente el mismo que el de Pedro y los demás apóstoles del Señor Jesús, pero tiene su propio carácter especial, y sus propias revelaciones divinas especiales, que lo hacen suyo. No recibió su Evangelio de ninguna fuente humana, ni el Señor confió a nadie la tarea de transmitírselo a Pablo; lo recibió directamente del Señor mismo. En el camino de Damasco, el Señor Jesús salió a su encuentro, y una luz más brillante que el sol brilló sobre él desde el cielo: era la luz de la gloria que resplandecía en el rostro de Jesús. Esta luz dio a la predicación de Pablo su carácter; contenía la sustancia del maravilloso Evangelio que se le había dado para predicar a los gentiles. Era la luz del Hijo de Dios glorificado, el centro de los designios de Dios, el Hombre de su diestra. Poco después de esta revelación, Pablo entró en la sinagoga y predicó que Jesús era el Hijo de Dios, y es como tal que presenta al Señor Jesús en la introducción de su Evangelio, escrito a los santos de Roma.

3 - Romanos 1 – La justicia

El Evangelio, nos dice Pablo en Romanos 1:2, fue prometido por Dios en las Sagradas Escrituras, y se refiere a su Hijo, venido de la descendencia de David según la carne, pero declarado Hijo de Dios en poder, por la resurrección de entre los muertos. Como Hijo de Dios, él es la Resurrección y la Vida, aquel que puede resucitar de entre los muertos por su propio derecho y título, y que tiene el poder de resucitar de entre los muertos, no solo a sus santos, sino a todos los hombres. Hemos escuchado su voz vivificadora y vivimos en la vida que él nos ha dado.

La verdad de la justicia está expuesta por Pablo como por ningún otro siervo del Señor; en su Evangelio se ha proclamado la justicia de Dios, Dios la ha revelado sobre el principio de la fe, y todo el que tiene fe en Dios es reconocido como justo ante él. Ningún hombre puede permanecer ante Dios en su propia justicia; los paganos degradados no han creído conveniente retener a Dios en su conocimiento, y Dios los ha entregado a toda clase de excesos, resultado natural de sus mentes reprobadas.

4 - Romanos 2 y 3 – Todos culpables, la gracia proporciona la justicia

Los filósofos gentiles que condenaban a los demás se condenaban a sí mismos, pues practicaban lo que condenaban en los demás; los judíos, que profesaban conocer a Dios, hicieron que el nombre de Dios fuera blasfemado entre los gentiles a causa de sus vidas pecaminosas. Así es como toda la humanidad acabó siendo culpable ante Dios, ninguno de ellos bueno y ninguno de ellos justo; pero qué maravillosa es la gracia que proporciona una justicia que permite al hombre presentarse debidamente vestido para la presencia de Dios. Como el pródigo, podemos regocijarnos en la presencia de Dios, vestidos con el mejor vestido que él nos ha proporcionado; como los invitados a la boda, podemos estar allí con el vestido nupcial digno de aquel que nos invitó. Gracias a la obra del Señor Jesucristo, la rica gracia de Dios puede ponernos ante el rostro de Dios, sin que nadie pueda acusarnos; la fe se acoge a esta justicia divina, que nos da la paz con Dios.

5 - Romanos 5 – Resultados de la justificación

El Evangelio de Pablo no solo nos dice que tenemos paz con Dios en lo que respecta a nuestro pasado culpable, sino que en el presente «tenemos acceso, por la fe, a esta gracia en el que estamos» (v. 1). Todo creyente en el Señor Jesucristo está en el favor de Dios; estamos ante Dios, donde su rostro se vuelve hacia nosotros en bendición; y la fe nos da el gozo de ese lugar. Pero, ¿qué hay del futuro? Nos regocijamos en la esperanza de la gloria de Dios. Antes, como pecadores, no alcanzábamos la gloria de Dios –era un nivel inalcanzable para nadie–, pero ahora tenemos la feliz perspectiva de entrar en la escena de la gloria de Dios con Jesús, igual que Moisés y Elías entraron en la nube con él en el monte de la gloria. En segundo lugar, el Evangelio de Pablo nos presenta la verdad del amor de Dios: un amor expresado en la cruz, cuando Dios entregó a su Hijo por los pecadores; un amor que ahora conocemos en nuestros corazones por el poder del Espíritu que habita en nosotros. Este amor, derramado en nuestros corazones, ha expulsado toda la enemistad hacia Dios que había antes: estas dos cosas, la conciencia del amor de Dios y la enemistad hacia él, no podían cohabitar en nuestros corazones; puesto que así estamos en justa relación con Dios, hemos sido reconciliados con él por la muerte de su Hijo. ¿Es de extrañar que nos regocijemos en Dios, después de lo mucho que ha hecho por nosotros? Nos ha justificado, nos ha puesto en su favor, nos ha dado la perspectiva de su gloria, nos ha dado a conocer su amor en nuestros corazones, nos ha dado su Espíritu, ha quitado toda enemistad contra él, nos ha salvado de la ira y nos ha llevado a una relación correcta consigo mismo. ¡Qué Dios! ¡Qué ha hecho Dios!

Dios no solo nos ha bendecido por medio de nuestro Señor Jesucristo, sino que nos ha bendecido en él, como enseña la segunda parte de Romanos 5. Por naturaleza, estábamos en Adán; ahora, por la gracia de Dios, estamos en Cristo. En Adán fuimos constituidos pecadores, y hemos compartido el juicio, la condenación y la muerte que fueron la parte de su raza caída; pero ya no estamos en Adán, Dios nos ha puesto en Cristo ante su rostro, y en él tenemos el don gratuito de la justicia en la gracia de Dios, estamos constituidos justos y tenemos la vida de Cristo en quien hemos sido justificados, una vida a la que no puede adherirse jamás condenación alguna.

6 - Romanos 6 – Liberados del pecado

En Romanos 6 aprendemos que, al ser bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte; hemos muerto con Cristo, y así hemos muerto al pecado. Antes éramos esclavos del pecado, pero ahora debemos permanecer como muertos al pecado, nuestro antiguo amo; y como vivos para Dios, para su servicio. ¡Qué maravillosa libertad! Recordamos el tiempo en que el pecado controlaba todos nuestros pensamientos y acciones, pero ahora nos regocijamos de que tenemos un nuevo amo que tiene derechos sobre nosotros debido a su rica gracia hacia nosotros, y nos regocijamos en su servicio. Bajo el dominio del pecado, estábamos constantemente marcados por la iniquidad (un andar sin principios morales) y la impureza; en el servicio de Dios, podemos dar frutos que le son agradables, que conducen a la vida eterna.

7 - Romanos 7 – Ya no bajo la Ley

En Romanos 7 aprendemos que no estamos bajo la Ley; hemos muerto de debajo el yugo de la Ley por la muerte de Cristo. La Ley puede ser utilizada por Dios para permitir, a aquel en quien ha obrado, que pueda distinguir entre la carne que hay en él y la obra de Dios, pero está claramente dicho en el capítulo anterior: «No estáis bajo la ley, sino bajo la gracia» (6:14).

8 - Romanos 8 – El Espíritu liberta de la vieja naturaleza y produce justicia

En Romanos 8, comprendemos la bendición de la porción que tenemos en Cristo: «No hay, pues, ahora ninguna condenación para los [que están] en Cristo Jesús». ¿Cómo podría haber alguna condenación para alguien que está en Cristo? Cuando pensamos en cómo Cristo glorificó a Dios y cómo se expresó la satisfacción de Dios al resucitarlo de entre los muertos, no es difícil comprender que no puede haber condenación para los que están asociados con Cristo en la maravillosa gracia de Dios. Además, la vida que hay en Cristo Jesús es mi vida, recibida por el Espíritu; y en esa vida he sido liberado de la vieja vida en la que vivía antes, una vida de pecado, marcada por la muerte moral y que terminaba en la muerte. La Ley nunca pudo producir lo que produce esta vida divina, porque no estaba en la carne para hacer nada según la voluntad y el beneplácito de Dios. Pero Dios, en la cruz, condenó el principio maligno del pecado que actúa en la naturaleza del hombre, y asegura que, por su placer, los justos requisitos de la Ley están cumplidos en aquellos que caminan, no según la carne, sino según el Espíritu.

Hay mucho en el Evangelio de Pablo sobre el Espíritu Santo; hay mucho en este capítulo de Romanos 8; hay mucho en la Epístola a los Efesios, y hay mucho más en otros escritos de Pablo. Estamos considerados aquí como estando «según el Espíritu», y por tanto ocupados con las cosas del Espíritu; no estamos en la carne sino «en el Espíritu», estando habitados por el Espíritu de Dios. El Espíritu nos pone en relación con Dios y con Cristo, de modo que poseemos la naturaleza de Dios y el carácter de Cristo. El Espíritu en nosotros es una vida que nos permite ser para la gloria de Dios en cada detalle de la vida en la tierra; y el Espíritu es un poder que vivificará nuestros cuerpos mortales en la venida de Cristo. Conducidos por el Espíritu de Dios, somos hijos de Dios, siendo ese Espíritu en nosotros un espíritu de adopción, que nos da la conciencia de la relación de hijos y niños, y nos permite dirigirnos a Dios como Padre cuando estamos en comunión con él.

A continuación, el Evangelio de Pablo nos conduce con el pensamiento a la gloria que se nos ha de revelar, tanto en la Casa del Padre como en la manifestación pública del Reino. Caminando a través de una creación que gime, nosotros, que tenemos las primicias (primeros frutos) del Espíritu, sabemos lo que es gemir (o suspirar) en simpatía con la criatura que gime. A menudo no sabemos por qué orar, pero a través del Espíritu dentro de nosotros, suspiramos en la presencia de Dios. Este gemido (o suspiro) no sería comprensible para alguien que lo oyera, pero Dios puede interpretar el gemido (suspiro) de sus santos expresado por el Espíritu. Después, tenemos el llamado y el propósito de Dios, y la maravillosa perspectiva que se ofrece a nosotros de ser conformados a la imagen del Hijo de Dios, para que él sea el Primogénito entre muchos (una multitud de) hermanos. Mientras esperamos esta gloriosa culminación, qué bendición es darnos cuenta de que «Dios está por nosotros… Cristo intercede por nosotros… ¿Quién nos separará del amor de Cristo?… ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios, que está en Cristo Jesús nuestro Señor» (v. 31, 34, 39).

9 - 1 Corintios 15 – El cambio de cuerpo

Considerando 1 Corintios 15:51, leemos: «Mirad, os digo un misterio: no todos dormiremos, sino que todos seremos cambiados». Este es uno de los mayores secretos del Evangelio de Pablo. Qué maravilloso es para nosotros pasar por este mundo con el pensamiento en el corazón de que no pasaremos por la muerte, sino que, si Cristo viniera hoy, seríamos transformados. Esta gloriosa transformación se efectuará en un instante. Los santos de Dios que duermen serán resucitados con cuerpos de gloria, y nuestro cambio tendrá lugar entonces, y la muerte será engullida en triunfo en ese momento.

10 - 2 Corintios 3 – El ministerio del Espíritu y de la justicia, que ocupa la gloria

Llegamos a 2 Corintios 3 donde se nos habla del ministerio de Pablo y de su compañero de trabajo, Timoteo. Los santos de Corinto eran la letra de Cristo, el fruto de su trabajo, pero también la obra del Espíritu de Dios. Impresiones divinas de Cristo fueron escritas en los corazones de los santos por el Espíritu de Dios como resultado de la predicación y enseñanza de estos devotos siervos del Señor. El ministerio que tuvo tal efecto fue el Evangelio de Pablo, que se compara o contrasta en este capítulo con la Ley. En el Sinaí se dio la Ley, pero era un ministerio de condenación y muerte. El ministerio de Pablo era un ministerio del Espíritu y de justicia, que trae vida a los que lo reciben. La gloria del antiguo pacto, que brillaba en el rostro de Moisés, debía desaparecer, y palidecía ante la excelencia de la gloria del nuevo pacto, que brilla sin velo en el rostro de Jesús. Es esta gloria la que tenemos el privilegio de contemplar: toda la gloria relacionada con ese Ser bendito en quien se ha manifestado la gracia divina; ocupados con él y con la gloria que brilla en él, nos hacemos moralmente semejantes a él en este mundo, esperando el momento en que llevaremos su imagen en el cielo.

11 - 2 Corintios 4 – El conocimiento de Dios en el rostro de Cristo

En 2 Corintios 4:2, Pablo habla de manifestar la verdad. Es el privilegio y la responsabilidad de todo siervo del Señor manifestar en su vida la verdad de la que es ministro; y es privilegio de todo santo de Dios traducir en los detalles de la vida diaria la verdad que nos ha venido de Dios. En la Epístola a los Romanos, Pablo escribe 2 veces «mi evangelio»; 2 Corintios 4:3, habla de «nuestro evangelio». La explicación es sencilla: en Romanos, Pablo escribe como ministro del Evangelio y no asocia a nadie con su escrito; aquí, en 2 Corintios, asocia a Timoteo con su discurso y por eso dice «nuestro Evangelio». Al principio de 1 Corintios, el apóstol había subrayado la verdad de la cruz de Cristo; en 2 Corintios, se detiene en la gloria de Cristo. El Evangelio de Pablo nos presenta al Cristo que vio en el camino de Damasco, de modo que despliega «a cara descubierta… la gloria del Señor» (2 Cor. 3:18), «el evangelio de la gloria de Cristo, quien es la imagen de Dios» y «del conocimiento de la gloria de Dios en el en rostro de Jesucristo» (4:4, 6). Cristo es la imagen de Dios como hombre, como el último Adán, el que gobierna todo lo que Dios le ha dado y que será el centro de todo como Hijo del hombre en el día venidero. Pero él es la imagen de Dios de otra manera: en Colosenses 1, está considerado como «la imagen del Dios invisible», y esto se debe a la grandeza de su Persona como Hijo del amor del Padre. Dios habita en luz inaccesible, a quien ningún hombre ha visto ni puede ver, pero todo lo que Dios es en su naturaleza, en sus actividades de gracia y en los consejos de su amor, puede ser conocido en el Hijo, quien vino a revelar a Dios y en quien todo lo que él está visto ahora se ve.

12 - 2 Corintios 5 – La morada celestial. El tribunal de Cristo

Lo que aparece al principio del capítulo 5 (2 Cor.) está estrechamente relacionado con 1 Corintios 15. Nuestro cuerpo es visto como un tabernáculo terrenal (o tienda), el hogar temporal del cristiano que puede ser destruido por la muerte. Si se produce la muerte, el cristiano se desviste, se despoja del tabernáculo terrenal (tienda) y espera en presencia de Cristo su hogar eterno, el cuerpo glorificado. El deseo normal del cristiano no es ser desvestido por la muerte, sino ser vestido en la venida de Cristo, siendo el cuerpo mortal tragado por la vida, en lugar de ser destruido por la muerte. El incrédulo no tiene tal esperanza; solo puede esperar la muerte, que expone su desnudez ante Dios.

Luego tenemos el tribunal de Cristo. En Romanos 2:16, Pablo escribió: «En el día en que Dios juzgue lo secreto de los hombres según mi evangelio». También habló del «tribunal de Dios» en Romanos 14:10. Así que este es uno de los temas del Evangelio de Pablo. Todos debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para recibir lo que hemos hecho en el cuerpo, ya sea bueno o malo. No hay nada bueno que los no salvos puedan recibir; por gracia, habrá para nosotros, como cristianos, lo que la gracia de Dios ha obrado a través de nosotros durante nuestro tiempo en este mundo. A veces, comparo el tribunal con la revisión de trabajos después de un examen, cuando los alumnos reciben de vuelta sus trabajos con los comentarios del profesor y las notas que se han otorgado. El profesor puede entonces señalar en qué se equivocaron los alumnos y alabar lo que hicieron bien. En el tribunal de Cristo, completaremos la educación necesaria para el Reino. Lo que ha sido juzgado aquí no necesitará ser juzgado allí, aunque ciertamente tendremos la opinión del Señor sobre cada detalle de nuestras vidas. A menudo hemos dudado, sin saber exactamente qué camino tomar; entonces tendremos la respuesta del propio Cristo. Cada motivo, cada deseo, cada pensamiento, cada secreto, cada acción, todo será examinado con Cristo. ¡Cuán necesaria será esta hora solemne para nosotros y para la gloria de Dios! Es impensable que entremos en el descanso y la beatitud de la eternidad, o en la gloria del Reino, sin que se resuelvan todos los ejercicios y dificultades que se han suscitado en la complejidad de las circunstancias y conflictos terrenales. Estaremos glorificados en nuestros cuerpos cuando comparezcamos ante Cristo en su tribunal, y diremos con gusto ¡Amén! a todas sus estimaciones de nuestros hechos. Para los no salvos, el tribunal será el gran trono blanco; por eso el apóstol habla del «temor del Señor» (el significado literal de «cuánto hay que temer al Señor» en 5:11). Aquí abajo, para el no regenerado, la muerte es el rey de los terrores; pero el terror del Señor sigue a la muerte. ¡Cuánto debería esto inspirarnos a suplicar a los hombres por el destino eterno de sus almas!

Pablo no solo se sentía afectado por el pensamiento del tribunal, sino que estaba obligado por el amor de Cristo a predicar el Evangelio, a suplicar a los hombres que se reconciliaran con Dios. Veía el fin de todo lo que pertenecía al hombre en la carne, y sabía que solo quedaría lo que pertenecía a la nueva creación. Al estar «en Cristo», ya pertenecemos al orden de cosas donde todo es nuevo; y tenemos el privilegio de dar cuenta de nosotros mismos de esa manera. El mundo ha rechazado la reconciliación ofrecida en Cristo y ha expulsado al Hijo de Dios, pero Dios ha aprovechado la ocasión misma de la expresión de enemistad del hombre para cumplir en la cruz los grandes pensamientos de su corazón para bendición de la humanidad, lo que le ha permitido reconciliar consigo a los pecadores rebeldes y llevarlos ante su rostro como su justicia en Cristo, esperando el día de la manifestación de su justicia en el mundo venidero.

13 - 1 Tesalonicenses 4 – El arrebato

El arrebato de los santos, presentado en 1 Tesalonicenses 4, es una de las revelaciones especiales del Evangelio de Pablo y la maravillosa culminación de nuestra vida en este mundo. Es el único lugar en la Escritura donde está enseñado el arrebato real de los santos. Está prefigurado en el arrebato de Enoc y Elías; está quizás implícito en el arrebato al cielo del niño o hijo varón en Apocalipsis (12:5), y es necesario para la verdadera comprensión de Juan 14:3 y otros pasajes de la Escritura. ¡Este es el arrebato que esperamos todos los días! ¡Tal vez suceda hoy! El bendito Señor viene para llevarnos de la escena de nuestros fracasos a la presencia de su gloria y al descanso de la Casa del Padre. Pablo recibió esta bendita revelación directamente del Señor mismo, y fue dada para consuelo de nuestros corazones mientras esperamos encontrarnos con el Señor en el aire.

Estas son algunas de las características del Evangelio de Pablo. Nos son dadas para modelar nuestros pensamientos y regular nuestras vidas, de modo que estemos en la tierra para gloria y placer de Dios.

Fuente: An outline of sounds words vol. 21-30