Desviarse de la verdad


person Autor: John Thomas MAWSON 16

flag Temas: Indiferencia creciente de la verdad Alejamiento y retorno, caídas y restauración del cristiano


«Por lo cual es necesario dar mucha mayor atención a las cosas que hemos oído, no sea que nos vayamos a la deriva» (Hebr. 2:1).

Hay una expresión que aparece en escritos desde algunos años, y que hemos oído a menudo en predicaciones; es: “Hace 100 años, que se encontró para nosotros la verdad” [1]. Con el mayor respeto por quienes la utilizan, sugiero que es una de esas expresiones que necesita ser revisada porque puede ser muy engañosa. Cuanto más a menudo la repetimos, más puede crecer el nosotros a nuestros ojos, hasta que la verdad pasa a ser secundaria respecto a nosotros y nosotros se convierte en el centro en torno al cual gira la verdad. De hecho, la verdad nunca ha necesitado ser encontrada por nadie, nunca se había perdido; siempre ha estado ahí, en Cristo, en el Espíritu, en la Palabra de Dios. La verdad es segura para siempre. Pero desde el principio, los hombres se han desviado de la verdad. El autor de la Epístola a los Hebreos era muy consciente de ello, de ahí la advertencia que nos hace de que tengamos cuidado de no desviarnos. El Antiguo Testamento es una historia de verdades reveladas y de hombres de Dios que se regocijan en ellas durante un tiempo, luego se apartan de ellas, y Dios, en su misericordia, les llama de nuevo a ellas y la deriva comienza de nuevo. En cuanto a nosotros, en este período privilegiado de la Iglesia, no hemos sido mejores que los de otras dispensaciones a este respecto, y es bueno darse cuenta de ello y confesarlo, porque en cuanto dejamos de prestar atención a las cosas que hemos oído, empezamos a desviarnos. Siempre es necesario recordar la verdad y volver a ella, y nunca ha sido tan necesario como hoy: recordar, arrepentirse, volver.

[1] Escrito hacia 1930?

En relación con esto, hay otro mal del que debemos estar conscientes; es confundir el efecto que la verdad ha tenido en aquellos que nos han precedido con la verdad misma, e imitar o esforzarse por perpetuar el efecto práctico de la verdad, en lugar de prestar atención a la verdad misma. Deberíamos regocijarnos cada vez que vemos la verdad puesta en práctica, y ser alentados por ello, como somos regocijados y alentados por los triunfos de la fe registrados en Hebreos 11; pero en ninguno de estos dignos ejemplos se vio la fe en su plenitud y perfección, para ello debemos fijar nuestros ojos en Jesús, y aun así, la verdad nunca se ha manifestado plenamente en ningún hombre o asamblea; incluso en los mejores de ellos el efecto podría haber sido mayor, solo hay un modelo perfecto, solo uno puede decir «Yo soy la Verdad». Debemos fijar nuestra atención en él, el fracaso está en todas partes.

Podríamos utilizar la conocida ilustración del cuaderno escolar. La primera línea es el modelo que hay que copiar; es perfecto. El alumno hace todo lo posible por reproducirla; su copia puede ser bastante elogiable. Pero si toma cada línea copiada como referencia para la siguiente, su letra se irá deteriorando hasta que, al final de la página, haya poco parecido entre el modelo y su letra. Por tanto, si tomamos como referencia la copia de la verdad de otra persona, necesariamente se producirá un grave deterioro. Esto sucede cuando la tradición, el precedente, el juicio de un maestro competente, vivo o muerto, o de cualquier asamblea, se convierte en nuestra norma y guía en nuestra vida y comunión cristianas, o en cualquier crisis o dificultad. Si dejamos de estar sostenidos por la pura y perfecta Palabra de Dios, caemos, y sectas y partidos, contiendas y discordias son el resultado seguro. Nuestra seguridad reside en «¿Qué dice el Señor?» y «Está escrito».

Cuando la vida espiritual decae y nos alejamos, casi inconscientemente, la tradición de los ancianos cobra importancia, se imponen reglas y reglamentos para mantener una norma de conducta externa y uniforme. Si bien esto puede satisfacer al espíritu eclesiástico, no deja nada para Dios y tiende a la esclavitud de la conciencia y del alma; el temor del hombre sustituye al temor de Dios, y el qué dirán los demás sustituye a la simple sumisión a su Santa Palabra. Se está escribiendo el último capítulo de la historia de la Iglesia en la tierra, hemos llegado al final de la página, y el contraste entre lo que vemos y lo que se nos presenta en la Palabra de Dios entristece a cualquiera que sepa discernirlo. ¿Anhelamos la restauración? Solo puede llegar si nos liberamos de los grilletes de todas las normas falsas: si desviamos nuestra atención del efecto de la verdad en los demás y dejamos de hacer de sus palabras y prácticas nuestra norma, y si volvemos a la verdad misma. Nuestro Señor y Maestro no ha cambiado ni ha fallado. Vean cómo él se presenta a las últimas 3 de las 7 iglesias en Apocalipsis 3: «Esto dice el que tiene los siete Espíritus de Dios, y las siete estrellas». «Esto dice el Santo, el verdadero, el que tiene la llave de David». «Esto dice el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios» (v. 1, 7, 14).

Hermanos, aunque es inútil tratar de imitar el efecto que la verdad ha tenido en otros, podemos humildemente tratar de redescubrir la verdad que ha producido avivamientos en el pasado. Cuanto más consideramos lo que el Espíritu está diciendo a las asambleas (Apoc. 2 y 3), más sentimos la necesidad del llamado urgente a recordar y arrepentirse, repetido tan a menudo en los mensajes del Señor a las asambleas.


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