Inédito Nuevo

La posición asegurada del creyente en Cristo y su conducta responsable

Efesios 4:1-3; Colosenses 2:6; 1 Tesalonicenses 2:11-12


person Autor: Le Messager Évangélique 17

flag Tema: La marcha del cristiano


Notas tomadas en 1913 durante una meditación

Estos pasajes nos hablan de 2 aspectos esenciales de nuestro cristianismo. El primero es nuestra posición, el segundo es nuestra conducta.

1 - La posición asegurada del creyente en Cristo

En cuanto a nuestra posición, hemos recibido por la fe al Señor Jesús como el que murió por nuestros pecados, hemos hallado el perdón de nuestros pecados mediante su preciosa sangre derramada en la cruz por nosotros, y hemos sido justificados, por el hecho de que resucitó y de que Dios, al resucitarlo de entre los muertos, se declaró satisfecho de la obra realizada. El Señor Jesús, habiendo ascendido al cielo y estando sentado a la diestra de Dios, ha adquirido para nosotros una posición ante Dios que es la misma que la que él ocupa. Somos amados de Dios, sus propios hijos, tenemos acceso a Dios, y poseyendo esta bendita posición, todavía nos falta una cosa: el Señor Jesús está en la gloria del cielo mientras que nosotros todavía no estamos allí; pero tenemos la esperanza de ello.

Tal es nuestra posición cristiana, una posición de gozo, cuando pensamos en la grandeza de estas gracias: perdonados en cuanto a nuestros pecados, justificados, puestos ante Dios en Cristo, amados como Cristo mismo lo es, y tenemos esa gloriosa perspectiva que no puede fallarnos, porque el Señor ha entrado en la gloria por nosotros. Hay muchos pasajes en la Palabra de Dios, y particularmente en el Nuevo Testamento, que nos hablan de lo que llamamos nuestros privilegios, y es bueno estar ocupados de ellos.

En el Antiguo Testamento lo encontramos resumido en 2 palabras de Jehová a Moisés. Dice: «Vosotros visteis… cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí» (Éx. 19:4). Antes de que el pueblo de Israel emprendiera su viaje por el desierto, había sido tomado por Jehová, llevado sobre alas de águila y establecido ante Dios en una posición de privilegio especial. Se había convertido en un pueblo santo, un pueblo de sacerdotes. Las prerrogativas de que gozaban distaban mucho de las que poseemos nosotros, pero eran como un tipo de ellas.

2 - La conducta responsable del creyente

Pero eso no es todo, y al leer estos pasajes me gustaría hacer hincapié no en nuestros privilegios, sino en nuestra responsabilidad. Israel, sacado por Dios de Egipto, tuvo que hacer un largo viaje antes de entrar en la tierra prometida. Había un desierto que atravesar. Lo mismo nos ocurre a nosotros. No debemos olvidar que, habiendo sido llevados a Dios para gozar de su presencia, tenemos que caminar en la tierra de acuerdo con las bendiciones que nos han sido concedidas. Tenemos un camino ante nosotros, a través del desierto, hasta que estemos llevados al lugar donde solo la gracia de Dios puede llevarnos. Surge entonces la pregunta: ¿Qué medios nos da Dios para hacer esta travesía del desierto de este mundo de manera que le glorifiquemos, y no andar por el camino del mundo? Porque puede suceder que los cristianos caminemos como el mundo. ¿No nos pasa eso a nosotros? ¿Camino en el desierto de una manera digna de Dios, digna del Señor, digna de la vocación a la que hemos sido llamados, digna del Evangelio?

3 - Filipenses 3:18

Desafortunadamente, nada es más fácil para los cristianos que caminar según la conducta de este mundo. El mundo no pretende que dejemos de ser cristianos, pero le gustaría sacarnos de nuestro camino solitario, sugerirnos una forma de caminar sin comprometernos demasiado como seguidores de Cristo, y que el mundo se sienta cómodo con nosotros y nosotros con el mundo. Un pasaje sorprendente de Filipenses nos muestra precisamente eso, en personas que llevaban el nombre de Cristo y caminaban mal (3:18). El apóstol Pablo llora al hablar de ellos. Su conducta era de absoluta separación del mundo, y no se contentaba con decir, como es fácil: «Lo tengo por estiércol» (v. 8); en verdad consideraba las cosas de este mundo como basura, no tenía nada que ver con ellas. ¿Es eso lo que pensamos nosotros mismos? El apóstol quería que los cristianos de Filipos caminaran según el modelo que tenían en él, que caminaba con el poder de un resucitado. Cómo debió de impresionar esto al mundo: ¡un hombre que había acabado con toda su vida pasada y vivía como resucitado de entre los muertos! Hacía una cosa y solo una: corría para alcanzar su meta. En contraste con su propia carrera, tiene que mencionar a personas cuya carrera le hizo derramar amargas lágrimas. «Son enemigos de la cruz de Cristo». Caminan como personas que viven en el mundo, que pertenecen al mundo. No solo no han ido más allá de la cruz, sino que se han quedado cortos, la ignoran, de hecho, son enemigos de ella.

Es posible caminar así, y es profundamente humillante y grave para nosotros. Es posible entrar en el camino cristiano, el camino que debe conducir a la meta gloriosa, y caminar allí como el mundo mientras se lleva el nombre de Cristo. Este ejemplo no se refiere a los cristianos fieles en su caminar, sino que nos recuerda adónde pueden llevarnos las tendencias del hombre natural. Estas cosas se nos dicen para que comprendamos que de ninguna manera podemos caminar a la vez como el mundo y como Cristo. Si tenemos privilegios, también tenemos nuestra responsabilidad.

La cuestión se reduce a esto: ¿Está nuestra conducta cristiana en consonancia con lo que el Señor espera de los suyos? Si nuestro corazón está verdaderamente puesto en las cosas celestiales, apegado al Señor Jesús y a Dios Padre, nuestra conducta solo puede ser buena. Hemos encontrado lo que nos permite caminar en este mundo de manera fiel: conocer realmente al Señor, estar en su presencia de manera efectiva y darnos cuenta de la misma manera de los privilegios que nos corresponden.

4 - Efesios 4:1

Para conducirnos como es digno del Señor no hay otro camino que tener la mente en las cosas celestiales. Si nuestros pensamientos se centran en las cosas terrenales, nuestro estilo de vida deshonrará a Cristo. En Efesios se nos exhorta a andar de una manera digna de la vocación a la que hemos sido llamados. Somos llamados como individuos. Somos elegidos en Cristo ante Dios, y así es como Dios nos ve en él. Santa e irreprochable es nuestra posición. Es obvio que, si he comprendido que soy santo e irreprochable ante Dios en amor, mi conducta llevará la marca. Poseo una dignidad que me obliga a comportarme de un modo digno de tal vocación. Por ejemplo, un magistrado llamado a impartir justicia con toda imparcialidad. Nada podría ser más noble, pero si este magistrado actúa de manera contraria a su vocación, por ejemplo, si da la razón en cada ocasión al pobre frente al rico o viceversa, ¿acaso se conduce «de manera digna» de esta «vocación a la que ha sido llamado»? Será considerado un juez injusto. Si, por el contrario, le da importancia a la función que se le ha confiado, considerando cuán elevada es, cada vez que tenga que dictar sentencia lo hará según la dignidad del carácter que se le ha conferido, no según sus propios sentimientos o intereses, sino según la altura de su profesión. Para el cristiano, la propia excelencia de su vocación le exige responder a ella «con toda humildad y mansedumbre» (v. 2), no insistiendo en hacer valer sus derechos, sino haciendo valer los derechos de Aquel que le llama y que le ha colocado en una posición así definida: «santo e irreprochable ante él en el amor» (1:4-5).

5 - Colosenses 1:10 y 2:7

En Colosenses 2:6, encontramos lo mismo para conseguir lo que se nos ordena en el versículo 10 del capítulo 1, a saber, «andar como es digno del Señor, agradándole en todo». El apóstol nos recuerda que hemos recibido a Cristo Jesús, el Señor, y, mediante la fe, el perdón de nuestros pecados. Este es el punto de partida de la vida cristiana. El cristiano está exhortado a caminar «arraigado y edificado en él». El modo de andar digno del Señor es conocerle, estando arraigados en la fe como se nos ha enseñado. La fe está vista aquí como una doctrina enseñada a los hijos de Dios. Si nuestros pensamientos están ocupados con la doctrina de Cristo, con las verdades contenidas en su Palabra, no podremos andar de otra manera que de una manera digna de él.

6 - 1 Tesalonicenses 2:11-12

En Tesalonicenses 2:11-12, encontramos: «Para que andéis como es digno de Dios». Estos creyentes eran niños pequeños en la fe; habían recibido al Señor Jesús como Salvador y conocían a Dios como Padre: esta es la única Epístola donde encontramos la expresión «en Dios Padre» (1:1). Como tales, se exhorta a estos hijitos a «andar como es digno de Dios, que os llama a su reino y gloria». ¡Qué razón tan admirable para caminar por el desierto! Si tengo ante mis ojos la obra de Cristo, la posición que ocupo en él, y ante mí, como meta, el propio reino y gloria de Dios, necesariamente aceleraré el paso. ¡Ah, si pensamos en lo que tenemos por delante, no tanto en el reino y la gloria en sí mismos, sino en Aquel que quiere que compartamos su propio reino y gloria, la propia gloria de Dios! ¿Nuestros corazones están tan ocupados con esta perspectiva que no tenderemos a otra cosa, dándonos cuenta de lo que nos dice Romanos 5:2: «Nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios»? Esta es la gloria que queremos alcanzar.

Estos son, pues, los grandes secretos de una conducta fiel en este mundo: estar ocupados con el Señor Jesús, con su Persona y con Dios mismo; estar ocupados con la posición que se nos ha dado en Cristo; estar ocupados, finalmente, con esa esperanza que está ante nosotros, la esperanza de la gloria de Dios. Así podremos caminar de una manera digna del Señor, digna del Evangelio, digna del llamamiento al que hemos sido llamados, digna de Dios, que nos llama a su reino y a su gloria.

Traducido de «Le Messager Évangélique», año 1974, página 303