Antes que Abraham llegase a ser, yo soy

Juan 8:58


person Autor: John Nelson DARBY 89

flag Tema: Jesucristo (El Hijo de Dios)


1 - Actuar o pensar según las apariencias conduce a la oscuridad

Los judíos estaban inmersos, no en la verdad de su sistema, sino en la simple ignorancia que lleva a actuar según las apariencias presentes. Este es un principio esencial y profundo del error, contra el cual hay que velar: no ver a Dios ni las cosas según Su pensamiento (que era precisamente el punto en cuestión), sino los pensamientos del hombre en las cosas de Dios. De ahí precisamente el estado actual de la Iglesia. Esta era la gran cuestión entre Jesús y los judíos, el punto en el que Jesús tenía que ser reconocido, y en el que descansaba la fidelidad hacia él, como la de él hacia su Padre.

Entonces los judíos le dijeron: «Tú todavía no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?». Pensaban que el significado era el mismo, porque no miraban más allá del exterior. A nivel humano, el razonamiento de los judíos era generalmente correcto. A nivel moral era completamente erróneo, sin conciencia, por lo tanto, sin Dios y sin lo que solo Dios puede enseñar. Ahora lo han llevado hasta el punto de la mera humanidad de Cristo –el punto de su oscuridad. Nuestro Señor, como verdad, solo podía dar luz. «Antes que Abraham llegase a ser (naciera), yo soy». Vosotros no conocéis mi existencia, mi ser. «En verdad, en verdad os digo: Antes que Abraham llegase a ser, yo soy». La gran verdad fue dicha, la verdad esencial, vital y eterna, de la que todo depende, sin la cual no puede haber verdad, ni venida al hombre, ni retorno del hombre a Dios mediante la redención. Porque, ¿cómo podría el hombre ser restaurado por lo que no era? Y esto era verdad de todo, excepto de aquel que es Único. ¿Debería el polvo ser un redentor? Sin embargo, era del polvo de donde el hombre debía ser redimido.

2 - Creer que Jesús era «Yo soy»

La gran verdad fue declarada. Ninguna mentira podía interponerse en su camino. La necesidad de la existencia del Salvador presuponía la inanidad de todo lo demás –no podía ser falsificada, solo negada con violencia. Podían decir que era una blasfemia, y tomar piedras en su celo por Dios, rechazando su manifestación. «Tomaron entonces piedras para arrojárselas; pero Jesús se ocultó y salió del templo». Pasando entre ellos, se alejó. El tiempo de la iniquidad de ellos no había llegado: Su hora no había llegado. Pero, ¡qué circunstancias! Y ¡con quién discutir! Y ¡qué verdad! ¿Lo creemos? Creemos, digo, ¿que Jesús (un hombre como nosotros, excepto el pecado) era «Yo soy»? Todo está dicho, si le creemos muerto y resucitado; porque en eso está la redención, y tuvo que pasar por ella.

Es verdad, sencillamente verdad, el centro –maravilloso, maravilloso para nosotros– de toda la manifestación de Dios, y con razón en su gloria para los pecadores elegidos; muy conmovedor en su bendición para todos los pecadores; profundo, necesariamente profundo, en su condenación de los pecadores ciegos que Le rechazaban. «Indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: El que fue manifestado en carne, fue justificado en espíritu, fue visto de los ángeles, fue predicado entre los gentiles, fue creído en el mundo» (1 Tim. 3:16) –y, más maravilloso todavía, «fue recibido arriba en gloria». Así pues, en cuanto a la verdad esencial, él era «Yo soy».

3 - La verdad de las esperanzas y el fundamento de las promesas están en «Yo soy»

En este punto, en cuanto a la dispensación, la cosa así revelada, o más bien discutida con los judíos, es el tema de Juan 8. El Señor es presentado como la luz del mundo; como el Hijo del hombre exaltado; a través de todo como el Hijo en el poder de la vida, en persona como Hijo, hasta esa gran revelación del «Yo soy»: la verdad real y cumplida de todas las esperanzas judías, y la base de todas las promesas comunes, y esto como la Palabra, y a través de la Palabra –la característica esencial. No conozco nada que haya asombrado tanto a mi mente como esta revelación del «Yo soy», o el pensamiento real de que Jesús podía decir «Yo soy»; la conexión de estas posibilidades inmutables (para el hombre), y la secuencia en la que todas las acciones de Dios están presentadas como hechas en él, mientras seguía siendo verdaderamente Dios; y, sin embargo, podía decir «el Hijo del hombre que está en el cielo» (Juan 3:13).

4 - El «Yo soy», criterio clave de la fe

Es evidente que solo el don de la fe podía, aunque solo fuera en un punto, comprender o conocer la verdad en la Persona de Jesús; mientras que, por la perfección de su manifestación en la carne, toda alma estaba obligada a recibirla como la verdadera Palabra de Dios, nuestro Dios, en amor. El penetrante hecho general «Yo soy», la palabra que todo lo abarca, debe poner fin inmediatamente a toda controversia. Somos forzosamente adversarios o bien aquellos que se postran ante el trono de Dios. Debemos permanecer en reverencia ante Jesús. Digamos, pues: «¡Honrad al Hijo!» (Sal. 2:12). Señor Jesús, ¿qué clase de sujeción te debemos? De ti hemos oído hablar; pero ahora que nuestros ojos te ven, tenemos horror de nosotros. ¿Podemos ver eso en Jesús? ¿Lo hemos visto? Nadie puede verlo sino él. Es la verdad solo en él. Seguramente moveríamos montañas si lo creyéramos; sin embargo, es la pura verdad.

5 - El alcance infinito de la revelación del «Yo soy». Base del descanso, motivo de adoración

¡Piénsalo, alma mía! Jesús a quien tú conoces, este extranjero al mundo entre los suyos, él es «Yo soy». De ahora en adelante, estemos muertos a todo menos a eso. Soy incapaz de expresarme. Leo y hablo con Jesús, observo a Jesús en sus caminos, como siervo, y he aquí que él mismo es «Yo soy», con quien estoy, cuyo camino sigo, cuya gracia adoro. Cristo es la unión de estas 2 cosas: hombre, hombre rechazado, a quien ahora miro con la más agradecida simpatía, y contemplo la presencia de Dios. ¡Cuánto rebaja esto los pensamientos, las experiencias, los juicios y las nociones de los hombres! La perfección de Dios estaba allí –Dios rechazado por los hombres. ¿Qué puede igualar o tener un lugar al lado de eso? Que sea mi experiencia. Gloria al Dios Altísimo. Amén. Sin embargo, para mí, es Jesús; en verdad, es «Yo soy». Eso es en lo que me apoyo, eso es en lo que permanezco, eso es a lo que vuelvo. Es todo en todo. Solo puedo callar, pero quisiera decir lo que ninguna lengua puede pronunciar y ningún pensamiento puede concebir de antemano. Esto es lo que aprenderemos, y en lo que siempre creceremos –y que siempre nos superará, porque aquí está Dios revelado en su nombre esencial de existencia– ¡Dios revelado en un hombre, en Jesús! Lo conozco, estoy familiarizado con Jesús, estoy en casa con Dios, honro al Padre en él, y él es uno con y en el Padre, sí, me alegro de hacerlo. Pero yo digo: ¿Lo creemos?

Yo creo todo esto y, sin embargo, por así decirlo, no creo nada. Soy como nada en el pensamiento de ello, pero viviendo para siempre por ello, bendito sea Dios y su nombre. Todos le alabarán así. Sí, Señor Jesús, Dios Altísimo, así será. ¡Señor Jesús! Tú eres «Yo soy»; sin embargo, tomaste a niños pequeños en tus brazos; sin embargo, sufriste y moriste y fuiste a la horrible fosa, ¡sí, por nuestros pecados! Por eso conozco el propiciatorio: sé que los pecados no me son imputados, que estoy reconciliado con Dios y que Dios es el que reconcilia.

Collected Writings 21 p.142-144