Cristo en los días de la pobreza, de la paciencia, del poder

Salmos 109 y 110


person Autor: Frank Binford HOLE 119

flag Tema: Jesucristo (El Hijo de Dios)


1 - Salmo 109 – El día de la pobreza

1.1 - Las circunstancias del Salmo

El título del Salmo 109 no nos dice nada sobre las circunstancias en que fue escrito, pero a juzgar por su contenido parece muy probable que, como el Salmo 13, siguiera a las terribles experiencias asociadas a la rebelión de Absalón. Fue entonces cuando David cayó víctima de la «boca de impío y boca de engañador» (v. 2) y fue recompensado «mal por bien… odio por amor» (v. 5). Ahitofel se ajusta notablemente a esta descripción en sus acciones, del mismo modo que Simei parecía amar la maldición y vestirse con ella, «como de su vestido» (v. 17-18). El mismo Absalón, idolatrado por David, encaja con las palabras: «En pago de mi amor me han sido adversarios» (v. 4).

Esta identificación, sin embargo, aunque probable, no es segura ni tiene gran importancia. Lo importante es que discernimos en el Salmo, aquí y allá al menos, el mismo espíritu de Cristo. Esto es seguro, porque en el versículo 8 tenemos palabras que se aplican a Judas Iscariote según Hechos 1:20. Esto demuestra sin lugar a dudas que este salmo contiene palabras proféticas de Cristo.

1.2 - Me odiaron sin causa

David podía decir que los malvados y engañosos luchaban contra él «sin causa» (v. 3). Probablemente esto era cierto de manera general. Pero si estas palabras han de tomarse en su sentido más absoluto, solo hay una Persona a la que se aplican plenamente, y él se las aplicó a sí mismo, como vemos en Juan 15:25. Nadie más que él podía enfrentarse a la multitud de sus hostiles detractores con la pregunta: «¿Quién de vosotros me convence de pecado?» (Juan 8:46). El Señor, siendo inocente, ha soportado la crucifixión que era la muerte reservada a los malhechores, a pesar de los testimonios dados por el juez, por un compañero de infortunio y por el oficial encargado de aplicar la sentencia. Sus testimonios fueron respectivamente: «Ningún delito encuentro en este hombre» (Lucas 23:4), «Pero este nada malo hizo» (Lucas 23:41), «Ciertamente este hombre era justo» (Lucas 23:47). De hecho, en el sentido más absoluto de la palabra, le odiaban sin causa.

1.3 - El encarnizamiento del odio

Luego estaba Judas Iscariote, de quien Ahitofel era algo así como un tipo. Había pasado unos tres años a la luz de su amor y, sin embargo, se convirtió en su adversario, devolviendo mal por bien, y odio por su amor. Luego estaban las multitudes judías, impulsadas por líderes religiosos envidiosos e intrigantes a una furia de maldiciones e implacabilidad, similar a la de Simei. Simei lanzó piedras y maldecía cuando llegó. La multitud judía gritaba: «¡Sea crucificado!». Gritaban cada vez más fuerte (Marcos 15:41) y, como dice Mateo, «se estaba organizando un tumulto» (Mat. 27:24).

1.4 - En el día de su pobreza

Estas cosas nos están presentadas de manera profética en ese notable Salmo 109. ¿Por qué? Sabemos quién era él. Conocemos al menos algo de su poder y gloria. ¿Por qué tuvo que ser tratado de esta manera? La respuesta es que todas estas cosas le sucedieron en el día de su pobreza, el día en que ocupó un lugar que le llevó a decir: «Estoy afligido y necesitado, y mi corazón está herido dentro de mí» (109:22).

Con razón se dijo: «Conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico se hizo pobre por vosotros» (2 Cor. 8:9). En eso se convirtió. Si hubiera venido a la tierra para vestir la más costosa de las diademas y la más rica de las púrpuras, incluso así se habría humillado en la pobreza. Los escudos de bronce de Roboam solo eran un destello, comparados con los escudos de oro de Salomón, los cuales había perdido. Pero los escudos de oro de Salomón no eran nada comparados con la gloria de Dios. Así que para él, haber descendido a la condición humana fue ya una pobreza, pero asumir su condición humana en la pobreza, la necesidad y la aflicción fue aún más maravilloso.

1.5 - Su divinidad no mitiga el sufrimiento

Era verdadera y esencialmente Dios, pero no recurrió a su poder y gloria divinos para modificar o mitigar las circunstancias de su condición humana. Entró en una vida humana, ocupando un lugar humano, con todas sus circunstancias y sufrimientos concomitantes, de la manera más completa posible, con la gran excepción de que todo tuvo lugar enteramente al margen del pecado. Por eso muchas expresiones de este Salmo pueden ser leídas como salidas de sus labios.

1.6 - El corazón herido en infinitos sufrimientos, hasta la muerte

Su corazón fue herido, y no solo sus manos y su costado. ¿Quién puede estimar lo que esto significa? Tal vez un poeta cristiano hizo bien en detenerse en las cosas más externas cuando dijo:

Mirad de su cabeza, de sus manos, de sus pies,
El dolor y el amor fluyen mezclados”.

Pero estas cosas más profundas a menudo nos sobrepasan, y nos resulta imposible convertirlas en tema de un himno. El hecho es que su corazón estaba herido, porque sentía todo lo que se acumulaba sobre él con una intensidad de sentimiento que está más allá de nosotros. Tenía una capacidad divina para sentir. Nuestra capacidad es solo humana, e incluso la que tenemos en nosotros ha sido estropeada y debilitada por el hecho de que somos pecadores, aunque ahora estemos redimidos y habitados por el Espíritu Santo. En él, toda sensibilidad humana fue llevada a su más alto grado de perfección. Así, tanto en su capacidad divina como humana, la herida de su corazón fue infinitamente mayor que cualquier cosa que podamos conocer.

Todo el mal que lo afligía de este modo, hasta su misma apariencia, prevalecía contra él, de modo que tuvo que decir: «Me voy como la sombra cuando declina» (109:23). La tarde se acerca y las sombras se alargan. Por muy luminoso que sea el día, las sombras se alargan cada vez más hasta que todo se desvanece. Desaparecen cuando se pone el sol. Su sol se estaba poniendo.

1.7 - La confianza en Jehová a pesar de todo

Sin embargo, la última parte de nuestro salmo destila una extraordinaria atmósfera de confianza. El Santo se dirige a Jehová, reconociéndolo como su Dios, y esperando plenamente su todopoderosa intervención en su favor (109:26-27). Cuando Jehová haya actuado, los hombres sabrán, como él dice: «Esta es tu mano; que tú, Jehová, has hecho esto». Por eso puede alabar en previsión de la liberación y la justificación venideras: «Alabaré a Jehová en gran manera con mi boca… Porque él se pondrá a la diestra del pobre, para librar su alma de los que le juzgan» (109:30-31).

En el día de su pobreza, Jehová se puso a su diestra para liberarlo. El Salmo termina ahí.

2 - Salmo 110:1 – El día de la paciencia

2.1 - Hasta que yo ponga a tus enemigos por estrado de tus pies

Pero iba a amanecer otro día, y estamos directamente introducidos al comenzar a leer el Salmo 110. Porque Jehová ha permanecido a su diestra a lo largo de su doloroso camino e incluso hasta la muerte –con excepción de la hora de la expiación, de la que se habla en el Salmo 22–, y ahora se dirige a él en resurrección, diciendo: «Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies» (v. 1). Es reconocido como Señor por Jehová, y colocado a su diestra, pero es «hasta que…». Hay una perspectiva ante él, y el asiento que debe ocupar, aunque muy alto, es todavía provisional, hasta que la perspectiva se materialice. El día de su pobreza ha terminado. El día de su paciencia ha comenzado.

2.2 - El día de la paciencia del Señor es ahora

El apóstol escribía a los tesalonicenses: «Que el Señor dirija vuestros corazones en el amor de Dios y a la paciencia de Cristo» (2 Tes. 3:5). Por eso hablamos de la época actual, en la que Jesús está sentado a la diestra de Dios, como siendo el día de su paciencia. Ya ha durado 20 siglos. Él está en el centro administrativo del universo, siendo incluso el gran Administrador. Pero está sentado en una actitud que no es de acción, sino de reposo. Espera su hora, que es la hora fijada por el Padre. Cuando llegue el momento, se levantará y actuará.

2.3 - No se dan detalles sobre el día de su paciencia en este Salmo 110

Es notable que los 31 versículos del Salmo anterior están todos ocupados del día de su pobreza, y que los versículos 2 al 7 de nuestro Salmo traten del día que sucederá a la época actual. El día de su paciencia está mencionado en el versículo 1, y luego no se vuelve a hablar de él. No se dan detalles: no es el tema de la profecía.

Pero esto está exactamente en armonía con lo que encontramos en otras partes. Las dos venidas de Cristo son el tema de un inmenso número de profecías, pero no el tiempo intermedio. Algunos han utilizado la expresión “el paréntesis de la Iglesia”.

Ahora que sabemos que existe este paréntesis entre las venidas, podemos volver al Antiguo Testamento y comprobar que hay breves expresiones aquí y allá que, si no lo anuncian exactamente, sin embargo, lo prevén. Este es el caso que nos ocupa. No se dice ni una palabra para indicar lo que sucederá mientras él esté sentado a la diestra de Jehová, ni cuánto durará esa sesión.

2.4 - El día de la paciencia según los Hechos y las Epístolas

Los Hechos de los Apóstoles se abren con la llamada de Jesús a la diestra de Dios, y este libro continúa mostrándonos históricamente cómo comenzó a desarrollarse el propósito divino para el tiempo del paréntesis. Las diversas Epístolas elaboran para nosotros la constitución y los estatutos de la Iglesia –y mucho más– después de darnos los fundamentos del Evangelio sobre los que descansa la Iglesia. Encontramos que todo depende en realidad de que Jesús haya ascendido a la diestra de Dios, ya que fue de esa ascensión de la que dependió la efusión del Espíritu en Pentecostés, y el Espíritu Santo fue dado para formar y morar en la Iglesia, y para ser el poder de todo culto y servicio aceptable en el nombre del Señor ausente.

2.5 - Las características de la época actual

Las características de la era presente son que Cristo está sentado como Hombre a la diestra de Dios y que el Espíritu Santo mora en los santos en la tierra. Habiendo tenido lugar estos dos grandes acontecimientos, quedó libre el camino para la revelación de todo el propósito de Dios respecto a Cristo y a la Iglesia. El versículo 1 de nuestro Salmo, como hemos señalado, solo se refiere al primero de estos grandes acontecimientos. Pero es el hecho principal del que se deriva todo lo demás. Es el hecho que da carácter a toda la dispensación.

3 - Salmo 110:2-7 – El día del poder

Con el versículo 2 pasamos a una profecía relativa al tiempo que sucederá a la dispensación de la Iglesia. Será, como dice el versículo 3, «en el día de tu poder».

Con respecto al día de su poder tenemos tres detalles muy llamativos.

3.1 - La eliminación de los enemigos

(1) En primer lugar, será caracterizado por el envío de la vara de su fuerza, de modo que reinará en medio de sus enemigos. El Salmo 2 habla de esta vara como una vara de hierro, con la que someterá y despedazará a todos los adversarios. Está claro, entonces, que reinar en medio de sus enemigos no significa que él permita que sus enemigos persistan. Él saldrá en medio de sus enemigos con todo el poder en sus manos, y esto significará su total confusión, su derrocamiento para siempre. Los versículos 5 al 7 de nuestro Salmo dan algunos detalles de esto; el día de su poder es llamado «el día de su ira».

Pero hay una diferencia: el día de su ira es un período relativamente corto, al comienzo del día de su poder. La ira será necesaria para eliminar el mal al comienzo de su reinado milenario, pero el poder caracterizará cada momento de ese maravilloso tiempo venidero.

3.2 - El nuevo pueblo estará bien dispuesto

(2) El segundo detalle que encontramos es que, en el día de su poder, su pueblo estará por fin bien dispuesto. Cuando él vino por primera vez a los suyos, los suyos no lo recibieron. Tampoco lo reciben hoy. Individuos de la raza de Israel lo hacen, como siempre lo han hecho; el testimonio se da en Juan 1:12-13. Su pueblo, como nación, todavía lo rechaza. Pero en el día en que el Señor intervendrá desde el cielo para derrocar a sus enemigos, se obrará en los corazones de los suyos una poderosa obra de gracia. No tenemos tiempo para entrar en todos los detalles, pero la profecía de Zacarías puede ser consultada con provecho. La primera parte de Zacarías 14 nos habla de la intervención en juicio desde el cielo. La última parte de Zacarías 12 describe de manera viva el profundo arrepentimiento que tendrá lugar en los corazones del pueblo –en cada uno de ellos individualmente, cuando por fin vean intervenir en su favor a Aquel a quien han traspasado–, un arrepentimiento que es válido colectivamente porque se realiza individualmente.

La terrible terquedad y orgullo que siempre han caracterizado a esta nación colapsará con una ruptura en todos los corazones, y una nueva nación, espiritualmente hablando, nacerá en un día. Un «espíritu de gracia y de oración» (Zac. 12:10), reposará sobre ellos. Verán las cosas bajo una nueva luz y por fin estarán bien dispuestos.

El versículo 3 dice así: «Tu pueblo se te ofrecerá voluntariamente en el día de tu poder, en la hermosura de la santidad. Desde el seno de la aurora tienes tú el rocío de tu juventud». Parece que todo el versículo muestra cómo las últimas escenas de la vida de nuestro Señor van a ser exactamente al revés. Su pueblo gritó “muerte”, lo cubrieron de profano ridículo y deshonor. La juventud de Israel se ha alejado de él hacia una oscura noche de retribución. En el momento proféticamente previsto en este versículo, él se adelanta con poder y magnificencia, y la juventud de Israel –espiritualmente joven al menos, pues todos acaban de nacer de nuevo– acude hacia él en el amanecer del día milenario.

3.3 - El sacerdote para la eternidad según el orden de Melquisedec

(3) El tercer detalle se encuentra en el versículo 4. El que le dijo: «Siéntate a mi diestra», también le dijo: «Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec» (v. 4).

Gran parte de la Epístola a los Hebreos (cap. 5 al 8, aparte de un paréntesis algo largo), está dedicada al desarrollo de esta última declaración del Salmo 110. Se trata, evidentemente, de una afirmación de la mayor importancia. De hecho, es uno de los versículos clave de la Biblia.

Una cosa que está muy clara en la Epístola a los Hebreos es que el sacrificio de nuestro Señor según el orden de Melquisedec es un hecho consumado hoy. No es algo que sucedería solo en el día de su poder. Siendo así, podría sorprendernos que aparezca en este Salmo en relación con el día de su poder y no con el día de su paciencia. Pensamos que esto se debe a que, aunque ahora es sacerdote según el orden de Melquisedec, actualmente no ejerce funciones según el modelo de Melquisedec. Esto queda muy claro en la Epístola a los Hebreos, donde todas las funciones de su sacerdocio están presentadas como según el modelo de Aarón.

El sacerdocio de Aarón debía «ser capaz de mostrar indulgencia con los ignorantes y extraviados» (Hebr. 5:2), y debía «hacer propiciación por los pecados del pueblo» (Hebr. 2:17), y ocupar el lugar de «ministro de los lugares santos» (Hebr. 8:2). Melquisedec no se ocupaba de ninguna de estas cosas. Asumía las funciones de rey y de sacerdote. Era sacerdote del «Dios Altísimo» (Hebr. 7:1), el nombre milenario de Dios. Trajo pan y vino para el refrigerio del vencedor (Gén. 14). Bendijo al Dios Altísimo en nombre de Abram, y bendijo al propio Abram, el hombre que tenía las promesas.

Cuando llegue el día de su poder, el Señor Jesús actuará según el modelo de Melquisedec. En primer lugar, «quebrantará a los reyes en el día de su ira» (110:5), y en esto actuará en cierto modo como Abram. En segundo lugar, traerá refrigerio al mundo cansado y bendecirá abundantemente a los que son «de la fe», como Abraham. También establecerá un orden de cosas en el que la tierra se llenará de bendiciones y alabanzas a Dios.

Siendo según el orden de Melquisedec, su sacrificio permanece para siempre. No habrá cesación en el derramamiento de bendiciones a los hombres o en el flujo de bendiciones hacia Dios. Todo estará asegurado para la eternidad. No debe sorprendernos que este sacerdocio, a diferencia del orden de Aarón, fuera establecido con el juramento de Dios. Recordemos que la bendición de Abraham fue confirmada por un juramento. Vemos aquí que el sacerdocio del que depende la bendición fue confirmado por un juramento, por lo que también podemos aplicarle el dicho de que «puesto que no había nadie más grande por quien jurar, juró por sí mismo» (Hebr. 6:13). El sacerdocio de Cristo según el orden de Melquisedec es de suprema importancia.

4 - Conclusión

El día de su pobreza ya pasó y nunca volverá. El día de su poder se acerca y puede llegar muy pronto, pero aún no ha llegado. El día de su paciencia es ahora, y estamos en ese día. Él está sentado a la diestra de Dios, sacerdote según el orden de Melquisedec, y es bueno para nosotros que él ejerza en la actualidad la gracia sacerdotal, como lo hizo Aarón, en vista de nuestras debilidades.

Él nunca nos falla. Él nos llevará hasta el fin.

(Extractado de la revista «Scripture Truth», Volumen 28, 1936, páginas 176)