Alianzas que deberían ser evitadas
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Un sermón pronunciado en Edimburgo el miércoles 5 de abril de 1922
(Extraído de la revista “Scripture Truth” Vol. 14, 1922, página 158)
Lecturas bíblicas:
Tengo solamente unas pocas palabras que decir. Desearía poder usar una almádena [1], aunque me temo que tengo solamente el tipo de martillo que se utiliza para clavar un clavo pequeño; pero si yo tuviera una almádena, me gustaría dirigir un golpe poderoso sobre la parte trasera de la flecha que, yo espero, ha sido dirigida a sus corazones y conciencias por el Espíritu de Dios al leer los pasajes bíblicos del comienzo. En verdad creo que, en estos días, y probablemente en todos los días de la historia de la Iglesia, no existe estrago mayor que haya sido provocado entre el pueblo de Dios que el causado por las alianzas impías.
[1] (NdT) Mazo de hierro con mango largo, para romper piedras.
Algunos de nosotros, que somos tolerantes, amables, personas amigables, algunas veces encontramos difícil expresar una cierta pequeña palabra, que sin ninguna duda es la palabra más difícil de pronunciar para la gran mayoría de personas, aunque solo consiste de dos letras. Hay momentos en la historia de todo hombre y mujer cuando les cuesta más sacar esa palabra precisa, firme y distintiva que cualquier otra palabra en el diccionario, la pequeña palabra «¡No!».
¿Han tenido ustedes un momento en su vida cuando esa pequeña palabra ha temblado en sus labios, y han sentido como que ustedes no podían pronunciarla? Es la palabra que el Espíritu de Dios mismo indicaba como la palabra exacta que se debía pronunciar. Era la palabra exacta, evidentemente, que Josafat debería haber pronunciado en esta coyuntura, porque él fue gravemente dañado por sus alianzas. Hoy en día hay excelentes cristianos, intachables en su piedad y en su vida individual, pero entrampados por el diablo en alianzas no escriturales. Él sabe que una tentación directa probablemente fracasaría y, por tanto, trabaja alrededor y asesta una especie de ataque al flanco por medio de alianzas que los conducirá a una posición falsa, haciendo que el testimonio que ellos rinden del Señor sea prácticamente nulo y sin efecto.
Este excelente Josafat –un hombre en quien se encontraban cosas buenas, pues él quitó de la tierra las imágenes de Asera, preparó su corazón para buscar a Dios, y cultivó la piedad individual– era débil, cedió fácilmente y tuvo afinidad con Acab. Ahora bien, Acab, ustedes pueden recordar, fue muy tristemente célebre entre los reyes de Israel en este respecto, tanto que «A la verdad ninguno fue como Acab, que se vendió para hacer lo malo ante los ojos de Jehová; porque Jezabel su mujer lo incitaba» (1 Reyes 21:25). Acab fue un hombre empedernido por Baal, es decir, por el diablo, y Josafat hizo una alianza con este hombre.
¿Conocemos nosotros algo en la vida moderna entre el pueblo de Dios que responda a este cuadro? ¡Cuán lamentable! Sí, conocemos, y cuando llevamos a alguien que está ofendiendo en este asunto a estar cara a cara con la Palabra de Dios, ¿qué dice? Él responde probablemente: “Yo estoy haciendo esto con el mejor de los motivos; yo quiero ayudar a esas personas. ¿Y cómo lo voy a hacer si no me pongo al lado de ellas?” El argumento es este entonces que, si algunos caen en una zanja, ustedes se lanzan en ella detrás de ellos para ayudarlos. Es mucho mejor que ustedes se ocupen de poner sus pies sobre la roca sólida, y entonces podrán tender una mano ayudadora, pero no piensen que los van a ayudar a salir del barro saltando ustedes mismos dentro del barro. Ese fue el proceso de Josafat, y fue un terrible fracaso.
Ahora bien, ¿qué sucedió? Bueno, queda suficientemente claro que Josafat no ayudó –el resultado fue exactamente lo opuesto. En lugar de ayudar a Acab a levantarse, Acab lo arrastró hacia abajo. Un hombre inconverso es un hombre con solo la vieja naturaleza, y ustedes, hijos de Dios, tienen la naturaleza divina. Ustedes pueden, si hacen alianza con él, colocarse en una posición tal que la vieja naturaleza, que aún está en ustedes, sea refrescada y revitalizada, y brincando ella a la vida de frescor, el resultado es que ustedes caen a un nivel muy bajo, y deshonran al Señor. Ustedes no pueden levantar a un hombre a la vida que ustedes disfrutan, porque, para empezar, él no tiene la vida de la cual él pudiera disfrutar. Oigan las palabras saliendo de la boca de Josafat: «Yo soy como tú» (2 Crón. 18:3). Él no dijo: “Acab, tú has llegado a ser como yo soy; yo te he levantado a un estándar más alto”. No, sino todo lo contrario.
Dios ha puesto ante nosotros parábolas en la naturaleza, y podemos encontrar allí una ilustración. Llega la época cuando ustedes recogen sus manzanas, las ponen en una despensa conveniente y, unos pocos días después, las examinan cuidadosamente. Ustedes quieren ver si es que una de ellas está mostrando signos de pudrición ya que ello tendría malos efectos sobre las otras. Dejen una manzana podrida entre cuarenta que están en buen estado, y pronto tendrán cuarenta y una manzanas en mal estado. Pero, ¿trabaja la bondad de esa manera? Ahora yo tengo una alacena llena de manzanas podridas. Pues bien, qué delicioso sería si ustedes pudiesen poner solo una manzana en buen estado entre las manzanas podridas, ¡y que todas se convirtieran en buenas manzanas! Los verduleros pronto prosperarían si ellos pudieran lograr que todas sus manzanas podridas se volvieran manzanas buenas poniendo ¡una manzana en buen estado en medio de ellas!
Ahora, no me pidan que crea, cuando veo un cristiano aliándose con muchas personas mundanas que no aman al Señor, que él las va hacer buenas a todas ellas. No, él mismo correrá un serio riesgo de ser contaminado; y no meramente un riesgo, porque si persiste en esta desobediencia a la Palabra de Dios, forzosamente se contaminará, y terminará diciendo, «Yo soy como tú» –una terrible confesión, efectivamente.
A Josafat le salió al encuentro Jehú, el profeta, formulando una pregunta pertinente: «¿Al impío das ayuda, y amas a los que aborrecen a Jehová? Pues ha salido de la presencia de Jehová ira contra ti por esto» (2 Crón. 19:2). Ayudar a un hombre a avanzar parece amable, y es amable si es que él está en la senda correcta, pero no lo es si él está en la senda equivocada. Ahora bien, ustedes no van a ayudar a ningún inconverso dándole un empujón estando él en el camino equivocado. ¡Imagínese a un cristiano dando una mano ayudadora a pecadores inconversos camino al abismo! ¿Deben ustedes ayudar a los malos, y amar a los que aborrecen a Dios? ¿Deben ustedes ir a vincularse con ellos y unirse en sus proyectos para despreciar la línea de demarcación que Dios ha establecido? No, en efecto; hacerlo es del diablo, y no de Dios. La Palabra de Dios llama al cristiano a estar de pie en su carácter apropiado como un hijo de luz, y no como un hijo de las tinieblas. Qué efecto maravilloso se produciría en la Iglesia de Dios si se prestara atención a estas exhortaciones y los cristianos en todas partes comenzaran a limpiarse de estas asociaciones impías.
Una palabra más. La tercera Escritura que he leído (2 Crón. 20:35-37), enfatiza el hecho de que Josafat pecó de esta manera más de una vez, y Dios descendió en su gobierno sobre él. La palabra de Eliezer el profeta fue muy clara. Él dijo: «Por cuanto has hecho compañía con Ocozías, Jehová destruirá tus obras» (2 Crón. 20:37). Oh, ¿cuántos de nosotros vamos a estar de pie ante el Señor en su tribunal, cuando llegue el día del examen, y vamos a oír una palabra similar a aquella? ¿Será verdad que de algunos de nosotros el Señor tendrá que decir: “Tú fuiste muy celoso en un aspecto; fuiste muy diligente; corriste lejos y trabajaste, pero debido a que te vinculaste con el mundo, debido que comprometiste frecuentemente tu verdadero carácter mediante alianzas indignas, yo he destruido tus obras; ellas no cuentan para nada en mi presencia?”
El único terreno seguro es el terreno que la Palabra de Dios nos da. Cuando ustedes encuentren esa seria enseñanza en la Palabra de Dios: «No os unáis en yugo desigual con los incrédulos» (2 Cor. 6:14), no caigan en discusión, y no razonen acerca de ella, sino más bien obedézcanla, cueste lo que cueste.