Índice general
¿Dónde pasará usted la eternidad?
Biblicom 62 (MT)
Autor: Temas:1 - Introducción: Dos posibles destinos para los hombres
El destino eterno de cada ser humano se determina antes de morir.
Hay dos posibilidades:
- Aquellos que creyeron en Jesús, el Salvador, que murió en la cruz por nuestros pecados.
- Aquellos que rechazaron la salvación y están perdidos para siempre.
¿En cuál de ellas se encuentra usted?
Mucha gente espera que cuiden de sus almas después de la muerte. Algunos incluso, que apenas han cuidado de sus almas durante sus vidas, conscientes de un final inminente, dejan instrucciones sobre su entierro, e incluso sobre la ceremonia religiosa.
Durante esta, será muy apropiado que se evoquen los habituales temas principales: Dios, la eternidad, el perdón de los pecados, la gracia, la vida eterna. Desafortunadamente, el difunto no podrá beneficiarse de esta predicación. En cuanto a los que han venido para acompañarlo a la tumba, ¿por qué razonarían o pensarían de manera distinta de como lo hacía antes el difunto, su familiar o su amigo? “Estamos vivos”, dirán, “¡Alabado sea Dios! ¡La vida después de la muerte aún no es de nuestra incumbencia! El Evangelio es asunto de los muertos; nos preocuparemos por él cuando venga nuestro turno –lo más tarde posible– de pasar al otro lado”.
Pero que nadie se equivoque, entonces será demasiado tarde. El elogio más hermoso pronunciado delante de un ataúd nada cambiará al destino futuro del difunto.
En los anuncios fúnebres se lee a menudo: “Orad por él” u “Orad por su alma”.
Es una ilusión terrible, porque si al que se entierra no ha aceptado la salvación ofrecida por la gracia durante su vida, ya no se le dará la oportunidad de hacerlo después.
El Evangelio no es para los muertos, sino para los vivos.
2 - El gran trono blanco con el Juez divino
Apocalipsis 20, versículo 11a: «Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él».
El libro de la vida está abierto
Apocalipsis 20, versículos 12 al 15: «Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego».
Vemos en esta terrible escena que todos los impíos (incrédulos, ateos) comparecerán ante el Juez supremo, tanto los pequeños como los grandes de este mundo (Hechos 10, versículo 42; Hechos 17, versículo 31; Romanos 2, versículo 16; 2 Timoteo 4, versículo 1). Cada cual tendrá que dar cuenta de sus acciones sin poder contar con la gracia de Dios la cual habrá rechazado durante su vida. Todos los pecados –incluso los pecados olvidados o minimizados– serán sacados a la luz.
Para los que no han creído en el Señor Jesús no habrá ninguna esperanza más: «… El que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él» (Juan 3, versículo 36).
Ningún redimido del Señor se encontrará entre estos desgraciados.
Juan 5, versículo 24 «De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida».
Se abrirá un libro especial: el libro de la vida.
No será para inscribir el nombre de alguien, sino para recordar a los pecadores que ellos también podrían haber sido inscritos y así escapar de la Gehena, si no hubieran despreciado la gracia de Dios.
¿Está usted en regla con Dios? ¿Está su nombre en el libro de la vida? No espere, si este no es su caso, porque la Palabra de Dios es formal: si alguno no fue hallado en el libro de la vida, fue lanzado al lago de fuego.
Romanos 8, versículo 1: «Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús».
Esta es la posición de aquellos que habiendo confesado sus pecados y habiéndose arrepentido creen en el Señor Jesús como su Salvador personal.
Qué desgracia será para aquellos que escuchen a Jesús decirles ese día:
«Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad» (Mateo 7, versículo 23).
La Biblia revela que el Señor dirá estas palabras a muchas personas, incluso a personas religiosas.
3 - El ladrón crucificado con Jesucristo y salvado (Lucas 23, versículos 42 y 43)
Juan 19, versículo 18: «Y allí le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio».
Lucas 23, versículos 42 y 43: Y dijo a Jesús: «Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso».
Cuando Jesús fue crucificado, tenía a cada lado a un malhechor, crucificado como él. Ambos eran malhechores condenados por la justicia humana y sometidos al correspondiente castigo.
¿Entonces por qué uno fue al cielo y el otro no?
¿Qué hizo el primero para salvar su alma? Recordemos que sus brazos y piernas estaban atados a la cruz. Así que le era imposible:
- comulgar,
- bautizarse,
- ir a la iglesia,
- dar a los pobres,
- mejorar su forma de vida,
- llamar a un pastor o a un sacerdote.
De hecho, estos actos religiosos que algunos consideran como un «salvoconducto» para el cielo, este malhechor no pudo realizarlos.
A pesar de esto Jesús lo recibió el mismo día en el paraíso. ¿Por qué pues?
Porque se arrepintió y creyó en el Señor Jesús.
Se arrepintió: reconoció su estado de pecado ante el otro malhechor y ante Cristo. Dios actúa directamente sin intermediarios, en la conciencia de este malhechor. Él dijo: «Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas este ningún mal hizo» (Lucas 23, versículo 41).
Creyó que Jesucristo era el Señor y Salvador del mundo, su Salvador.
Lo que el malhechor hizo, usted también puede hacerlo. Arrepiéntase y crea en el Señor Jesucristo, entonces Él será su Salvador personal.
El Evangelio es sobre todo la historia de Jesucristo, cuyo corazón abraza al mundo entero, que toma en sus manos el pecado de los hombres y que, para expiarlo, sufre y muere en la cruz.
El Hijo de Dios, vino a buscar y a salvar a los perdidos, ese es el resumen de todo el Evangelio.
Estamos perdidos; es decir, perdidos, sin luz, condenados, sin remedio, sin solución frente a las cuestiones esenciales de la existencia. Perdidos, porque sin esperanza ante la muerte y porque seremos hallados culpables y sin excusa en el día del juicio.
Pero estos perdidos que somos, Cristo los busca, como un Pastor busca a su oveja perdida (Lucas 15, versículos 3 al 7). Los está buscando en este mismo momento.
Si respondemos a su llamado, seremos salvos. Encontraremos nuestro camino, tendremos luz, seremos liberados, sanados y no seremos juzgados.
De todo esto, el Evangelio nos da la seguridad. Con una condición, por supuesto, solo una, es que lo aceptemos, porque Cristo no nos salvará contra nuestra voluntad.
No te demores, porque el tiempo pasa,
La muerte está aquí,
Mientras Dios te ofrezca su gracia,
Tómala.
4 - La suprema autoridad de la Palabra de Dios
4.1 - La Biblia es la sola y única autoridad.
Salmo 119, versículo 160: «La suma de tu palabra es verdad».
Juan 17, versículo 17: «Tu palabra es verdad».
4.2 - La Palabra de Dios está establecida para siempre.
Salmo 119, versículo 89: «Para siempre, oh Jehová, permanece tu palabra en los cielos».
Isaías 40, versículo 8: «La palabra del Dios nuestro permanece para siempre».
1 Pedro 1, versículo 23: «La palabra de Dios que vive y permanece para siempre».
1 Pedro 1, versículo 25: «La palabra del Señor permanece para siempre».
4.3 - La Palabra de Dios es perfecta.
No puede cambiar porque es perfecta así.
Salmo 19, versículo 7: «La ley de Jehová es perfecta».
El apóstol Pablo enseña a los lectores de la Biblia cómo reaccionar frente a aquellos que enseñan doctrinas contrarias a la Palabra escrita de Dios.
Romanos 16, versículos 17 y 18: «Os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos. Porque tales personas no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos».
Gálatas 1, versículo 8, repetido en Gálatas 1, versículo 9: «Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema».
Dios nunca le dio a nadie la posibilidad de añadir o quitar nada, como tampoco de alterar su Palabra (Apocalipsis 22, versículos 18 y 19).
Ya sea a una iglesia o a un líder religioso.
Jesús estaba molesto porque los fariseos habían elevado su tradición por encima de la Palabra de Dios.
Mateo 23, versículo 33: «¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación de la Gehena?»
Jesús siempre elevó las Escrituras por encima de la tradición, porque para él eran la autoridad suprema.
La Iglesia Católica pretende ser la única capaz de interpretar las Sagradas Escrituras.
Hechos 17, versículo 11: «Y estos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así».
2 Timoteo 3, versículo 16: «Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia».
1 Juan 2, versículo 27: «No tenéis necesidad de que nadie os enseñe».
En otras palabras, los creyentes pueden leer y entender la Palabra de Dios, con la ayuda del Espíritu Santo que mora en cada hijo de Dios.
5 - Preguntas y respuestas de la Biblia sobre la salvación
He aquí las preguntas más frecuentes y las respuestas de la Biblia.
5.1 - ¿Se obtiene la salvación a través de las buenas obras?
Efesios 2, versículo 8: «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios».
Tito 3, versículo 5: «Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho».
Romanos 3, versículo 28: «Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley».
Romanos 5, versículo 1: «Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo».
Gálatas 2, versículo 16: «El hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo».
Gálatas 3, versículo 26: «Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús».
La Palabra de Dios nos dice con certeza que la salvación no se puede ganar, es un don gratuito e incondicional de Dios. La única manera de adquirir la salvación es por la fe en Jesucristo.
5.2 - ¿Puede la Iglesia Católica perdonar los pecados?
Marcos 2, versículo 7: «¿Quién puede perdonar pecados, sino solo Dios?»
Salmo 32, versículo 5: «Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; Y tú perdonaste la maldad de mi pecado».
Salmo 51, versículos 2 y 4: «Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado… Contra ti, contra ti solo he pecado».
Salmo 86, versículo 5: «Porque tú, Señor, eres bueno y perdonador, y grande en misericordia para con todos los que te invocan».
1 Pedro 1, versículos 18 y 19: «Fuisteis rescatados… con la sangre preciosa de Cristo».
La Palabra de Dios dice que solo Dios perdona los pecados.
5.3 - ¿María, la madre de Jesús, puede salvar?
Hechos 4, versículos 11 y 12: «Jesús… Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos».
Juan 14, versículo 6: «Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí».
Juan 10, versículo 9: «Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo».
Lucas 2, versículo 11: «Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor».
Juan 4, versículo 42: «Verdaderamente este es el Salvador del mundo, el Cristo».
1 Pedro 1, versículos 18 y 19: «Rescatados… con la sangre preciosa de Cristo».
María, la madre de Jesús, ¿tiene una función en la salvación de la humanidad? Esta doctrina no está en conformidad con la Palabra de Dios. Ningún versículo de las Escrituras apoya tal afirmación.
5.4 - El bautismo y el pecado original.
Juan 1, versículo 12: «A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios».
Efesios 1, versículo 7: «En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia».
1 Corintios 1, versículo 17: «No me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio».
Hechos 16, versículos 30 al 33: «Sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa. Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos».
Podemos concluir de estos versículos bíblicos que el bautismo no salva. Solo la fe en Jesucristo y en su obra, perfectamente realizada en la cruz, salva. El bautismo es un signo exterior de pertenencia al cristianismo, un signo de la muerte de Cristo, un signo de que nosotros mismos merecíamos la muerte, pero que Cristo nos liberó de ella.
5.5 - La confesión de pecados a un sacerdote.
La Iglesia Católica pide a sus fieles que confiesen sus pecados a un hombre. Pero la Biblia nos dice expresamente que lo hagamos a Dios, para recibir el perdón de nuestros pecados.
Primero, para llegar a ser un hijo de Dios, es necesario creer en el Hijo de Dios, arrepentirse y confesarle nuestros pecados.
1 Juan 1, versículo 9: «Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad».
Un hijo de Dios, verdaderamente nacido de nuevo, también puede pecar durante su vida. De la misma manera, puede orar a Dios para reconocer su pecado, y Dios, que es misericordioso, le perdonará.
La Palabra de Dios nos habla de confesión entre creyentes, «unos a otros», abriendo sus corazones y liberando sus conciencias, pero nunca de confesión unilateral a un sacerdote o a un anciano.
La Biblia solo reconoce a un mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo; jamás la remisión del pecado a través de un sacerdote o de cualquier otra persona.
1 Timoteo 2, versículos 5 y 6: «Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos».
Nadie, salvo Dios, puede perdonar los pecados.
5.6 - ¿Son eficaces las oraciones y las misas en favor de los muertos?
La Biblia nos enseña que solo Jesucristo intercede en el cielo; y solo por los creyentes vivos.
Hebreos 7, versículo 25: Cristo «puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos».
Recordamos que la muerte de Jesucristo en la cruz es plenamente suficiente para perdonar los pecados.
1 Pedro 3, versículo 18: «Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios».
La Palabra de Dios anima a los cristianos a orar por los vivos, pero nunca por los muertos.
La idea de orar por los muertos para que sean liberados de sus pecados es una invención humana contraria a la enseñanza de la Biblia. Otro pensamiento asociado es que, a cambio, ¡los muertos intercederían por nosotros, los vivos!
Esta doctrina incumbe a la persona de Jesucristo con el propósito de disminuirlo, porque su sacrificio en la cruz del Calvario es plenamente suficiente para ser salvo.
Debemos rechazar enérgicamente este error.
5.7 - El ritual de la extremaunción y de los últimos sacramentos para los moribundos.
Estas son las últimas palabras del apóstol Pablo:
2 Timoteo 4, versículos 6 al 8: «Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida».
Juan 3, versículo 36: «El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él».
Juan 5, versículo 24: «De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida».
2 Pedro 3, versículo 9: «El Señor… es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento».
Este ritual no se enseña en ninguna parte de la Palabra de Dios. Ninguna persona bíblica ha recibido o dado los «últimos sacramentos».
5.8 - ¿Qué dice la Biblia sobre el purgatorio?
Usaremos el condicional para hablar de este lugar. La gente sufriría allí por su purificación para obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo. Fortunas son dadas a la Iglesia Católica para que diga misas por los muertos con este propósito.
La Biblia nunca habla de purgatorio, nunca de una purificación después de la muerte necesaria para obtener la salvación.
Romanos 3, versículo 24: «Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús».
Romanos 6, versículo 23: «Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro».
Romanos 8, versículo 1: «Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús».
Al morir, el destino del alma del difunto está definitivamente establecido. Es cuando estamos vivos que debemos asegurar nuestro destino eterno. Estas nociones de oración por los muertos o del purgatorio son una invención fatal de los hombres que deja una falsa esperanza de salvación después de la muerte, mientras que la Palabra de Dios es formal, dice expresamente «Que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio» (Hebreos 9, versículo 27).
5.9 - Las indulgencias
Según la Iglesia Católica, gracias a las indulgencias, los pecados de los católicos vivos, podrían ser perdonados. Las indulgencias son un sistema complejo basado en las buenas obras de los fieles que obtienen bajo ciertas condiciones, y a través de la acción de la Iglesia Católica, la remisión de los pecados.
No hay ni una palabra de esto en la Palabra de Dios. Esta falsa doctrina incluso concibe que habría diferentes categorías de pecados.
El pecado siempre produce el mismo resultado, la muerte.
Romanos 6, versículo 23: «Porque la paga del pecado es muerte».
Santiago 1, versículo 15: «Al ser consumido el pecado, se produce la muerte».
1 Corintios 15, versículo 3: «Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras».
5.10 - Las penitencias
Entre las buenas obras que exige la Iglesia Católica, encontramos la penitencia. «Reparar los pecados» cometidos, recuperar la «plena salud espiritual» y obtener el perdón de Dios. Puede consistir en oraciones, obras de misericordia, privaciones voluntarias u ofrendas.
Hebreos 10, versículos 17 y 18: «Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones».
Hebreos 10, versículo 14: «Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados».
Somos hechos perfectos por la obra de Cristo, pero nunca por nuestras obras. Cristo lo ha cumplido todo, no hay nada que añadir a su obra en la cruz de Gólgota.
¿Sería insuficiente su sacrificio? ¿Deberían los hombres «pagar» su parte por el perdón de sus pecados?
Esta falsa doctrina (otra vez) devalúa la obra de Cristo, por lo cual debemos rechazarla firmemente.
6 - Las enseñanzas de Lucas 16, versículos 19 al 26: Una ventana sobre el más allá
¿Ha asistido usted a los funerales de personas ricas con la pompa de la Iglesia Católica Romana y su grandiosa misa?
¿Ha observado usted el entierro de un pobre o indigente acompañado de un simple sacerdote?
Es un día de dolor que puede ser usado para los vivos porque la Biblia dice que es mejor ir a la casa de luto (Eclesiastés 7, versículos 2 y 3). ¿Por qué? Para ponerse en orden con Dios y prepararse para encontrarse con Él (Amós 4, versículo 12).
Tenemos la parábola aterradora del rico y de Lázaro el pobre. Estos versículos relatan hechos muy ordinarios de la vida, terminando en la muerte y entierro de estos dos hombres. Entonces cae el telón.
El Señor levanta esta cortina y nos hace ver cosas que pertenecen a la otra vida.
Todo lo que el rico poseía era usado para su placer egoísta del momento y no había cuidado de su futuro eterno. No había tenido en cuenta a Dios. Dios no era nada para este hombre.
Jesucristo nos habla del mundo invisible de los muertos. Que este lugar, el Hades, es un lugar de tormento para aquellos que no son salvos.
Una vez que el alma está en el Hades, ningún cambio es posible; no hay «segunda oportunidad». Un gran abismo está firmemente establecido. El destino del alma está decidido antes de la muerte.
Es demasiado tarde para perdonar, hacer misas y bendiciones que no tienen base bíblica. El hombre rico de Lucas 16 tuvo un entierro hermoso, pero sin efecto en su destino eterno. ¡DEMASIADO TARDE!
Descubrimos que en este más allá del cual tantos hombres se preguntan, hay un lugar de felicidad y un lugar de tormento. El pobre Lázaro fue llevado por los ángeles al seno de Abraham, un lugar de deleite.
Si los hombres rechazan la Biblia y no se vuelven hacia Jesucristo para ser salvos, estarán para siempre en el lugar del tormento.
Hoy es todavía el tiempo favorable, «He aquí ahora el día de salvación» (2 Corintios 6, versículo 2).
7 - ¿Cómo ser salvo y conocer una eternidad de felicidad?
Dijo Dios: «¿Quiero yo la muerte del impío? dice Jehová el Señor. ¿No vivirá, si se apartare de sus caminos?» (Ezequiel 18, versículo 23).
¿Cómo me voy a encontrar con Dios?
¿Cargado de mis pecados, sin perdón posible y definitivamente lejos de Él en tormentos eternos?
¿O liberado de mis pecados por la fe en Jesucristo, perdonado e introducido en la felicidad de su presencia?
La Palabra de Dios nos habla de una eternidad de felicidad en el cielo con Cristo para los creyentes.
Él reveló a los discípulos que un lugar está preparado para ellos en la Casa del Padre (Juan 14, versículo 2).
Él reveló al malhechor que estaría en el paraíso con él, un lugar de felicidad (Lucas 23, versículo 43).
Los Hechos de los Apóstoles nos hablan del Señor Jesús recibiendo el espíritu de Esteban después de su apedreamiento (Hechos 7, versículo 59).
El apóstol Pablo nos revela que estaremos «presentes al Señor» (2 Corintios 5, versículo 8).
Y también que «partir» (dejar esta tierra) para el cristiano es estar con Cristo (Filipenses 1, versículo 23).