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¿Conoce usted a Jesús?
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Jesús, el Hijo de Dios, que vino entre los hombres para hacerles todo el bien que podía, se encontró con el desprecio y el odio por parte de ellos, hasta que finalmente fue clavado en una cruz. Pero ha resucitado, está vivo, busca el contacto con cada uno de nosotros.
Los hombres de nuestro tiempo le dan la espalda como cuando estaba en la tierra. Por eso el estado del mundo es desesperado. Ciencia, técnica, progreso social, todos los esfuerzos del innegable genio humano, nada pueden contra el mal moral que mina a la humanidad y la conduce a su ruina. El egoísmo, la violencia, la inmoralidad, guían a la gente.
¿Y adónde los llevan? Al juicio que anuncia la Palabra de Dios (Epístola a los Hebreos 9:27). Pero también nos dice que: «Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que cree en él no es juzgado…» (Evangelio según Juan 3:17-18).
1 - El nombre de Jesús
El nombre Jesús significa: Dios Salvador. Todos los hombres sin excepción necesitan de ser salvados, porque son pecadores, merecedores de estar separados de Dios eternamente. Pero Dios envió al mundo un Salvador. A través de él todo hombre puede ser perdonado, hecho feliz, ahora y por la eternidad.
Muchos fundadores de religiones han predicado el bien y han formulado sabios preceptos, pero no fueron capaces de aliviar a los hombres del peso de sus culpas, ni de liberarlos del poder del pecado. Esto no lo puede hacer ningún moralista, filósofo o místico.
Jesús no enseña a los hombres de qué manera ellos pueden liberarse. Él mismo libera del pecado, del juicio y de la condenación a todos los que se arrepienten y creen en él.
Hay «un solo mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús; el que sí mismo se dio en rescate por todos» (1 Timoteo 2:5-6).
«Todo aquel que en él [Jesús] cree, recibe perdón de pecados en su nombre» (Hechos 10:43).
2 - La obra de Jesús
Viniendo por amor a cuidar de su criatura sufriente, el Señor Jesús en la tierra estuvo continuamente confrontado, él que era santo y puro, con las consecuencias del pecado. Era el Varón de Dolores.
Pero esta bondad, por grande que fuera, no podía mejorar nuestra naturaleza caída, eliminar la causa de todos nuestros males, quitar nuestra culpa. Por eso, yendo más allá en su obra de amor, Jesús cargó con nuestros pecados, y no solo con sus consecuencias. «Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros» (Isaías 53:6).
En la cruz dio su vida santa por nuestras vidas pecadoras, asumió nuestros pecados como si fueran suyos. «Por nosotros lo hizo [a Jesús] pecado» (2 Corintios 5:21).
«Él mismo llevó en su cuerpo nuestros pecados sobre el madero» (1 Pedro 2:24).
Por eso el Señor Jesús ofrece ahora la liberación completa. La ha adquirido al precio de su sacrificio en la cruz. ¿Lo rechazaremos?
3 - La oferta de Jesús
El mundo continúa como si Jesús no existiera, como si su resurrección, su señorío, su próximo regreso, fueran pura imaginación.
Cada uno es libre de tener sus propias ideas, dirían algunos. En la actualidad, tal vez. Solo que, y esta es la razón de nuestra insistencia, no podremos ser siempre incrédulo. ¡Ay! Para los que habrán querido permanecer así mientras se les ofrecía la gracia de Dios, será demasiado tarde cuando tengan que enfrentarse a la evidencia.
Los incrédulos que habrá cuando Jesucristo se levante, investido con la autoridad del Juez soberano, deberán reconocer el error en el que estaban durante toda su vida, porque: «Todo ojo lo verá» (Apocalipsis 1:7). No habrá incrédulos cuando los muertos, resucitados para el juicio, comparecerán ante el gran trono del capítulo 20 del Apocalipsis. No habrá más incrédulos en la Gehena... ¡Pero habrá, en ese terrible lugar, el eterno remordimiento de haber despreciado la gracia de Dios! Esta gracia se le ofrece hoy a usted. «¡Mira, es ahora el tiempo aceptable!
¡Mira, es ahora el día de salvación!» (2 Corintios 6:2).