«Las cosas que para mí eran ganancia»

8 de abril de 2024

«Pero las cosas que para mí eran ganancia, las he considerado como pérdida a causa de Cristo» (Fil. 3:7). ¡Qué cambio tan maravilloso! Saulo había tenido muchas fuentes de ganancia. Había acumulado muchos honores en torno a su nombre. Había avanzado, aventajando «en el judaísmo a muchos de los contemporáneos de la nación» (Gál. 1:14). Había cumplido una justicia conforme a la Ley que nadie podía reprocharle. Su celo, su saber y su moralidad eran de primer orden. Pero desde el momento en que Cristo le fue revelado, se produjo en él una completa revolución. Todo cambió. Su justicia, su erudición, su moralidad, todo lo que de alguna manera podría haber sido una ganancia para Pablo, se convirtió en basura. No se refiere a los pecados manifiestos, sino a las cosas que habrían podido ser consideradas como ganancia para él. La revelación de la gloria de Cristo había cambiado tan completamente toda la corriente de los pensamientos de Pablo que las mismas cosas que antes había considerado como ganancia positiva, ahora las consideraba como pérdida positiva.

¿Por qué? Simplemente porque había encontrado su todo en Cristo. Esta bendita Persona había reemplazado todo lo demás en el corazón de Pablo. Todo lo que pertenecía a Pablo había sido reemplazado por Cristo; y, por lo tanto, poseer cualquier justicia, sabiduría, santidad o moralidad propias implicaría ahora una pérdida, ya que había encontrado todas estas cosas en Cristo, en perfección divina. Si Cristo me ha sido hecho justicia por parte de Dios, ¿no es una pérdida para mí tener una justicia propia? Con toda seguridad. Si he obtenido lo divino, ¿tengo alguna necesidad de lo humano? Ciertamente que no. Cuanto más despojado y vaciado esté de todo aquello de lo que «yo» pudiera gloriarme, o que pudiera ser una ganancia para «», tanto mejor, ya que esto solo me dará más derecho a la plenitud y a la toda suficiencia de Cristo. Todo lo que procure exaltar el yo, sean sentimientos religiosos, moralidad, honorabilidad, riquezas, fama, belleza personal, inteligencia o lo que se llama filantropía, constituye un obstáculo positivo para nuestro goce de Cristo, primero como fundamento de la paz de la conciencia y, segundo, como objeto del corazón.

¡Que el Espíritu de Dios haga a Cristo cada vez más precioso para nuestras almas!

Le Messager Évangélique

Traducido de «Things new and old»


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