Toda la caballería y carros de Faraón, su gente de a caballo, y todo su ejército, los alcanzaron.
Evidentemente, Satanás no permitirá que ninguna alma se le escape fácilmente, sino que hará todo lo que esté en su poder para retenerla. En el contexto de este versículo, Faraón movilizó todas sus fuerzas para perseguir a Israel, llenando de terror al pueblo de Israel. Después de la conversión, cuando las almas renacidas toman la decisión de servir al Señor, se dan cuenta inmediatamente de la maldad de sus propios corazones. En ese momento, Satanás intenta ejercer presión sobre ellos, buscando impedir que se entreguen completamente al Señor. Faraón convocó a todos sus ejércitos para perseguir al pueblo, colocando al pueblo en una situación desesperada. Al mirar hacia atrás, ellos vieron a Faraón y su ejército; al mirar hacia adelante, vieron el Mar Rojo, figura de la muerte; al mirar a sus lados, solo vieron las imponentes montañas. Por este motivo, Faraón estaba seguro de que los alcanzaría y los volvería a esclavizar.
Del mismo modo, Satanás busca al creyente con la intención de subyugarlo nuevamente bajo su poder. Sin embargo, no hay que tener miedo, pues nunca tendrá éxito. Cuando usted está bajo el amparo de la sangre, Dios lo conduce basándose en el pleno valor de la obra consumada del Salvador, y nunca perderá esa posición. Usted es como la oveja en Lucas 15. El pastor la buscó y cuando la encontró, la puso sobre sus hombros.
Una vez, alguien preguntó: «¿No podrían las ovejas caerse en el camino?». Sin embargo, no leo en ninguna parte que esto suceda. Lo que sí leo es que el pastor las lleva seguras a casa. Claro, si dependiera de la oveja, podría caerse, pero todo depende del pastor. He visto a hombres cargar ovejas de forma insegura, incluso haciendo peligrar la integridad de la oveja, pero lo que leo en la Palabra es que el pastor pone a la oveja en sus hombros. Mi seguridad no depende de mí, sino de mi Salvador.
W. T. P. Wolston