El Señor Está Cerca

Viernes
26
Diciembre

Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros… Y veréis, y se alegrará vuestro corazón.

(Isaías 66:13-14)

El ministerio de consolación

La palabra consuelo ha captado mi atención en el último tiempo. Principalmente porque gran parte de lo que escuchamos, leemos o vemos tiende a desanimarnos. La palabra consuelo también puede traducirse como aliento o ánimo. ¡Qué alentador saber que nuestro Señor quiere consolarnos como quien es consolado por su madre! Aunque las promesas del pasaje de hoy fueron hechas originalmente a Israel, también podemos aplicarlas a nosotros en la actualidad.

Las Escrituras son nuestra fuente de paciencia y consolación (Ro. 15:5). Nos ofrecen consuelo y fuerza tanto en los días buenos como en los difíciles, siempre que las leamos y meditemos en ellas. Además, experimentaremos verdadero gozo y consuelo cuando adoptemos la mentalidad de Cristo, la cual se nos describe en Filipenses 2:1-4. Como alguien dijo una vez: ««Cristo Jesús poseía una mente altruista, sacrificial y servicial»». Si queremos ser consolados en nuestras vidas, entonces debemos esforzarnos para que haya en nosotros el mismo sentir que hubo en Cristo. Es fácil centrarnos tanto en nuestros problemas que terminemos olvidándonos de las necesidades de los demás. Sin embargo, si pensamos primero en Cristo, luego en los demás y al final en nosotros mismos, hallaremos consuelo en él y en su amor.

A medida que experimentamos la consolación y el aliento del Señor, él nos capacita para poder consolar a los demás. Debemos animarnos y edificarnos unos a otros (1 Ts. 5:11). Muchas veces, una visita breve a otro creyente que ha estado enfermo o desanimado puede ser una gran fuente de ánimo y aliento. En momentos de duelo, podemos alentar a otros con la promesa de la resurrección y la vida eterna (1 Ts. 4:15-18) si nosotros mismos hemos sido alentados por esta promesa.

J. D. McNeil

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