El ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor.
Aunque no soy un seguidor de la cultura pop, recientemente me llamó la atención la letra de una canción que decía: ««Hoy sí que necesito buenas noticias»». Entonces, presté más atención y la letra contenía todo tipo de lamentos a causa de las guerras, los disturbios, el sufrimiento humano y otros sombríos recordatorios de la vida en nuestro planeta. La canción me impactó por su tristeza. Transmitía anhelos, pero carecía de esperanza; hablaba de problemas, pero no ofrecía soluciones. Quizás estos anhelos expliquen la gran popularidad de la Navidad. En medio de tanta actividad y celebración, de vez en cuando se percibe una nota de esperanza. Existe una sensación difusa de que la respuesta a nuestros problemas llegó a Belén hace casi 2000 años. Lamentablemente, esta nota de esperanza a menudo se ve sofocada por la confusión y el consumismo de la época. Sin embargo, a la mayoría de las personas le encanta contemplar al Niño en el pesebre, pero no al Hombre en el Calvario.
Como cristianos, poseemos las buenas noticias que el mundo necesita tan desesperadamente. Las palabras de 2 Corintios 4:3 son impactantes: “Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto”. ¡Qué urgentes son las palabras de 2 Corintios 5:14, 20! “El amor de Cristo nos constriñe… Así que, somos embajadores en nombre de Cristo”. Las palabras de nuestro Señor en Juan 5:24 son absolutas: “El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”. ¡Cuán llenas de esperanzas son sus palabras en Juan 14:3: “Vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo”! En realidad, aunque el mundo no tiene una canción que responda a sus problemas, ¡nosotros sí la tenemos! Cantémosla fuerte y claro mientras tengamos oportunidad.
Grant W. Steidl