El Señor Está Cerca

Martes
23
Diciembre

Ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo.

(Filipenses 3:8)

Estimar todas las cosas como pérdida

Es importante destacar que uno debe considerar todas las cosas como pérdida no solo en el momento de la conversión. Cristo lo es todo para un alma recién convertida. El mundo no le parece más que un engaño, algo vacío y sin valor. Sin embargo, a medida que el creyente avanza en su vida cristiana, frecuentemente deja de ver todas las cosas como pérdida, a pesar de que Cristo sigue siendo precioso para su alma. Sin embargo, Pablo escribió: “Aun estimo”, en tiempo presente –no en pasado. Cristo siempre debe ocupar el lugar que ocupó en el momento de nuestra salvación.

Si bien es cierto que alguien que no tiene a Cristo no es cristiana en absoluto, también quiero resaltar que a veces hay verdaderos cristianos, cuyo andar es irreprochablemente y sin tropiezo alguno, cuyos corazones no se sienten tocados cuando se les habla de Cristo. Ellos tienen a Cristo como fundamento y su andar cristiano se halla en la cima, pero entre ambas cosas hay cientos de cosas que no tienen nada que ver con la bendita Persona de Cristo. Ese tipo de vida cristiana no es suficiente, pues el corazón continuará sin Cristo hasta convertirse en una vía libre para todo lo que el mundo quiera verter dentro de él.

Luego, Pablo expone cuál es el poder para estimar todas las cosas como pérdida: querer ganar a Cristo. A los ojos humanos, renunciar a todo por ganar a Cristo parece una exageración. Sin embargo, es como un niño con un juguete. Si tratas de quitarle el juguete, el pequeño lo sujetará con más fuerza; pero si le ofreces algo más bonito, entonces soltará lo primero. De la misma forma, ciertamente estaré expuesto a muchas tentaciones; pero nueve de cada diez tentaciones no existirían si Cristo ocupara el lugar que le corresponde en mi corazón. Nada me tentaría –ni el oro, ni la plata, ni toda belleza humana– si “la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús” ocupara su debido lugar en mi corazón. Si tal fuera mi condición, entonces ese tipo de conflictos desaparecerían por completo.

J. N. Darby

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