Hazme oír por la mañana tu misericordia, porque en ti he confiado; hazme saber el camino por donde ande, porque a ti he elevado mi alma.
Al buscar la presencia del Señor cada mañana, ciertamente experimentaremos el pleno gozo de sentir su bondad amorosa, la cual refrescará, alimentará, animará y fortalecerá nuestras almas. Entonces seremos capaces de enfrentar cualquier necesidad o prueba que tengamos que afrontar durante el día.
Por otro lado, nuestras oraciones matutinas siempre deberían centrarse en buscar la clara dirección de Dios para nuestro camino diario. Debemos reconocer que nuestra sabiduría personal no es suficiente para guiarnos, incluso en los asuntos más triviales. Algunos pueden pensar que Dios no se interesa por los pequeños detalles de nuestra vida diaria, pero eso no es así. Dios se preocupa por cada detalle de la vida del creyente, así que debemos acudir a él con confianza, pidiéndole que nos guíe claramente en todo. Cuando hayamos entregado todo a él, no necesitaremos preocuparnos por cada detalle, sino que podremos confiar en que Dios responderá a nuestras oraciones y nos guiará de la manera que él considere más adecuada.
Además de orar con verdadera confianza, Dios espera que meditemos en su Palabra, ya que es ahí donde realmente aprendemos su voluntad para nosotros. Si descuidamos esto, estamos ignorando la única y verdadera fuente de instrucción que Dios nos ha dado. Aunque no encontremos instrucciones específicas o detalladas para un asunto particular en nuestro camino diario, los principios de la Palabra de Dios quedarán grabados en nosotros de tal manera que no nos costará discernir su voluntad en todos estos asuntos cotidianos. “Tú me enseñaste… De tus mandamientos he adquirido inteligencia; por tanto, he aborrecido todo camino de mentira. Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino” (Sal. 119:102, 104-105).
L. M. Grant