El Señor Está Cerca

Viernes
5
Diciembre

Te daré gracias, porque asombrosa y maravillosamente he sido hecho.

(Salmo 139:14 NBLA)

Dios nunca se decepciona cuando nosotros nos decepcionamos

Observen al ser humano, ¿no es asombrosamente hábil y maravilloso? En un mismo individuo podemos ver los pensamientos más elevados y las pasiones más degradantes. Física y moralmente, hemos sido creados de una manera admirable. Sin embargo, ¿quién ha sido formado tan admirablemente como aquel que ha sido vivificado por el Espíritu, es decir, aquel que ha creído en el testimonio de Dios acerca de su Hijo? Por naturaleza, estamos sujetos a “la ley del pecado y de la muerte” (Ro. 8:2). A pesar de que algunos puedan negar esta constitución, se trata de un hecho innegable; ningún avance, ningún progreso, ningún invento, ha logrado librar al hombre de esta ley. Es un desafío que la filantropía humana no puede superar. Sin embargo, justo ese es el punto en el que comienza la filantropía divina: “Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados” (Ef. 2:4-5).

Nuestras almas comprenden lo que significa abandonar lo mundano para encontrar a Cristo, quien es supremamente precioso. Sin embargo, a veces nos distraen trivialidades, prestando más atención a lo efímero que a las sólidas verdades en Cristo Jesús. Quienes han aprendido algo acerca de sí mismos, comprenden con qué frecuencia sus alabanzas son reemplazadas por murmuraciones; son conscientes de cómo el pensamiento ateo, que busca deponer a Dios, ha combatido contra el espíritu que alegremente alaba a Dios por su gracia redentora y misericordia liberadora.

Aquellos que han sido educados por el Espíritu de verdad aprenden constantemente acerca de la innegable perversidad de la naturaleza humana. Aunque muchas veces en nuestra vida contradecimos esta verdad y solo aprendemos a través de la decepción. Dios nunca se decepciona cuando nos decepcionamos de nosotros mismos. Él permite que experimentemos la decepción para que podamos entender mejor nuestra necesidad de Cristo y encontrar satisfacción en él.

J. N. Darby

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