El Señor Está Cerca

Jueves
4
Diciembre

Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo.

(Filipenses 2:14-15)

Caminar como Cristo, con obediencia y gozo

Nuestro Señor fue el único Hombre verdaderamente obediente. Al mismo tiempo, su corazón humano estaba lleno de amor a Dios Padre. Es maravilloso estar impregnado del efecto del verdadero cristianismo, es decir, del gozo que se recibe divinamente. Un hijo de Dios, que ha sido llenado de este gozo celestial, no quiere nada de este mundo y lleva el amor del Padre en él. Todo hijo de Dios tiene la certeza del amor del Padre por él, pero quienes son obedientes tienen el amor del Padre en ellos.

¿Cómo puede un creyente obedecer mejor a su Padre? Amando a los suyos, como hizo el Señor Jesús. En lugar de señalar constantemente los defectos de otros, aquel que es obediente al Padre buscará ayudar a los débiles, los que sufren o los que están en diversas pruebas. El amor del Padre en él es como una fuente que brota y se desborda para refrescar a los demás. En cierto modo, es un reflejo de lo que Cristo fue en la tierra. Ser luminares en medio de la oscuridad reinante es algo precioso y un privilegio.

A menudo, la idea de obedecer a Dios puede asociarse con la imagen de un espíritu rebelde que finalmente se somete a una carga religiosa que se vuelve ligera. De hecho, esta idea suele abundar en muchos cristianos. Sin embargo, la obediencia no solo se trata de sumisión. Como hijos de Dios, también debemos anhelar el gozo que proviene de la obediencia. “El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado” (Sal. 40:8): esto no solo nos muestra el camino a seguir, sino también la felicidad que se experimenta al seguir ese camino. Un hijo de Dios obedece a su Padre, disfrutando hacer su voluntad, y lo hace mediante el poder del Espíritu de Dios en él.

H. F. Witherby

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