Yo soy; no temáis.
De acuerdo con el relato de Mateo, “Jesús obligó a los discípulos a entrar en la barca” para cruzar a la otra orilla (Mt. 14:22 VM). Cuando la tempestad se levantó, con vientos y olas que golpeaban la barca, el Señor apareció. Durante la tormenta, el Señor Jesús estuvo en el monte, orando, lo cual representa su función actual como nuestro Gran Sumo Sacerdote, quien vive siempre para interceder por nosotros (He. 7:25). Sin embargo, el Señor Jesús se les manifestó a los discípulos justo en el momento de mayor desesperación, en medio de la tormenta, y les dijo: “Yo soy; no temáis”.
Esta es una declaración poderosa. El gran Yo soy, Jehová, se les reveló en medio de la tormenta que estaban atravesando y, cuando lo recibieron voluntariamente en su barca, la tormenta cesó. El Señor no quería que permanecieran en ignorancia acerca de quién era él, ¡y tampoco quería que siguieran con miedo!
En Juan 18, cuando los soldados iban a arrestar al Señor Jesús, él les preguntó: “¿A quién buscáis?”, ellos respondieron: “A Jesús Nazareno”. Ante esto, él les dijo: “Yo soy”. Esta declaración provocó temor en los incrédulos, quienes cayeron a tierra (véase Jn. 18:3-6). Sin embargo, en Lucas 24:39, la misma expresión, “Yo mismo soy”, disipó totalmente el temor de los corazones de sus discípulos. Lo mismo ocurrió con el anciano apóstol Juan, quien revivió al escuchar la misma declaración: “Yo soy el primero y el último” (Ap. 1:17).
Cuando atraviese tormentas en su vida y el miedo comience a envolverlo, recuerde que es en esos momentos cuando el Señor Jesús, el gran YO SOY, se le revelará de una manera poderosa y le dirá: “Tened ánimo; yo soy, no temáis” (Mt. 14:27).
Tim Hadley, Sr.
