Él restaura mi alma; me guía por senderos de justicia por amor de Su nombre.
(Salmo 23:3 NBLA)
Las ovejas, a diferencia de otros animales domésticos, tienden a alejarse y perderse con facilidad. Este comportamiento sirve como una buena ilustración de cómo los creyentes pueden alejarse de la comunión con Dios y caer en cosas que dañan su bienestar espiritual y su testimonio.
Es hermoso saber que el Señor Jesucristo no solo es el Salvador de nuestras almas, sino también el Restaurador de nuestras almas una vez que hemos creído. Se suele decir que la gracia restauradora de Cristo es aún más dulce que su gracia salvadora. Conocimos la gracia salvadora cuando estábamos en la oscuridad, pero la gracia restauradora se manifiesta cuando pecamos, aun cuando tenemos conocimiento de su amor. Existe una diferencia entre descubrir que somos amados y entender que seguimos siendo amados luego de haber traicionado o ignorado ese amor.
Es interesante observar en este salmo que los senderos de justicia vienen inmediatamente después de la frase “él restaura mi alma”. Este patrón se repite a lo largo de la Biblia. Por ejemplo, después de que el rey David cometiera un grave pecado y deshonrara a Dios, él escribió el Salmo 51, el cual expresa su profundo quebrantamiento y confesión. Sin embargo, David también menciona en ese salmo que, como resultado de su purificación y perdón, él enseñará “a los transgresores tus caminos y los pecadores se convertirán a ti”, y también que su lengua cantará su justicia (Sal. 51:13-14). Conocer y reconocer la gracia nos lleva a la adoración y a la obediencia. Vemos lo mismo en Simón Pedro. El Señor Jesús le advirtió a Simón que lo negaría, pero también le aseguró que, después de su negación, él sería restaurado y que debía fortalecer a sus hermanos (Lc. 22:31-32 NBLA). Simón iba a caminar por senderos de justicia que antes no había conocido e iba a acercarse a otros con la misma gracia que había experimentado en su propia vida.
Brian Reynolds