Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti.
En el quinto capítulo del Evangelio según Marcos, leemos acerca de tres peticiones hechas al Señor Jesús:
– Los demonios le rogaron que los enviara a los cerdos (v. 12).
– Los habitantes de la ciudad le rogaron que se retirara de su territorio (v. 17).
– El hombre que había estado poseído por los demonios le rogó que lo dejase seguirlo (v. 18).
Mientras que las dos primeras peticiones fueron concedidas, la última fue negada.
Los demonios. El Señor tenía la potestad de mandar a los demonios a los cerdos o a cualquier otro lugar. La elección de los cerdos sirvió principalmente para demostrar a los presentes que el hombre había sido verdaderamente liberado de los demonios y para garantizarle a él que los demonios se habían marchado. Y, lo que es aún más importante, el ahogamiento de dos mil cerdos reveló el verdadero poder de Satanás y evidenció que, para él, el hombre y los cerdos son lo mismo.
Los habitantes de la ciudad. Las personas que apacentaban los cerdos huyeron y, junto con los habitantes de la ciudad, le pidieron al Señor que se fuera, eligiendo proteger sus negocios en lugar de presenciar más milagros y sanaciones. El Señor se fue, ya que no deseaba imponer su presencia ni permanecer en donde no era bienvenido.
El gadareno liberado. El Señor no dejó que el hombre liberado lo siguiera, entendiendo que este hombre pertenecía a su propia ciudad y gente, donde podía dar testimonio del Salvador que lo había liberado. Un testimonio cristiano efectivo debería comenzar en nuestro lugar de residencia. Desde allí, el Señor puede ampliar nuestra esfera de servicio.
William S. Ibrahim
Charles Wesley