El Señor Está Cerca

Lunes
17
Noviembre

El Dios mío será mi fuerza.

(Isaías 49:5)

Nuestra fuente de fortaleza

Esta es una de las afirmaciones bíblicas que, incluso fuera de su contexto original, puede brindarnos lecciones valiosas y motivación en diversas situaciones. Si confiamos únicamente en nuestras habilidades, probablemente terminemos confundidos. Reyes y dignatarios han confiado en sus propias fuerzas y han resultado destruidos; comerciantes han confiado en sus recursos comerciales y han terminado arruinados (véase Is. 10:12-16; 23:1-14). Cuando el pueblo de Dios buscó ayuda en otras naciones, terminó lastimado y humillado (véase Is. 30:1-7). En cambio, cuando buscamos al Señor, su poder se perfecciona en nuestra debilidad (2 Co. 12:9). “Él da fuerzas al fatigado, y al que no tiene fuerzas, aumenta el vigor… Pero los que esperan en el Señor renovarán sus fuerzas” (Is. 40:29, 31 NBLA).

Sin embargo, nuestro versículo adquiere un significado especial en su contexto. Isaías 49:1-12 forma parte de uno de los cánticos del siervo que hay en Isaías y es una profecía acerca de Cristo, el perfecto Siervo de Dios. A pesar de venir a aquellos que deberían haberle recibido, él fue rechazado, como si hubiera trabajado en vano y malgastado sus fuerzas (v. 4). Este sentimiento es el que lo llevó a llorar sobre Jerusalén, ya que no reconocieron el tiempo de su visitación (véase Lc. 19:41-44).

El Señor Jesús es nuestro ejemplo, incluso cuando se trata de este sentimiento de decepción y tristeza. En lugar de abandonar su misión, él enfatizó su dependencia de Dios. Él dijo: “Mi causa está delante de Jehová, y mi recompensa con mi Dios” (v. 4). A menudo, el rechazo o incluso una indiferencia apática pueden desalentarnos hasta el punto de perder el entusiasmo en nuestro trabajo para el Señor. Sin embargo, esto solo demuestra que nuestra fuerza dependía de la aprobación de los demás. Cristo, sin embargo, no buscaba aprobación, incluso de aquellos que lo alababan (véase Jn. 2:24). Cuando nuestro Dios es nuestra fuerza, él nos ayudará y nos preservará (v. 8) como lo hizo con su Siervo perfecto.

Stephen Campbell

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