Aquella noche comerán la carne asada al fuego, y panes sin levadura; con hierbas amargas lo comerán.
Durante la Pascua en Egipto, los israelitas comieron cordero asado con hierbas amargas, siguiendo las instrucciones que Dios les había dado por medio de Moisés. De la misma manera, al recordar a nuestro bendito Señor durante el partimiento del pan, debemos hacerlo con hierbas amargas.
Comer hierbas amargas representa la respuesta de nuestros corazones a los sufrimientos de nuestro Señor, meditando acerca de los dolores que soportó en la cruz, como si hiciéramos de su dolor nuestro propio dolor. El profeta Amós reprendió a las personas de su época, quienes se deleitaban en el placer y no sentían tristeza por el “quebrantamiento de José” (Am. 6:6). No es difícil ver un paralelismo de esto en la actualidad. El “quebrantamiento de José” fue un anticipo de los sufrimientos de nuestro bendito Señor en la cruz.
Debemos ser conscientes del sagrado privilegio de comer hierbas amargas durante el partimiento del pan. Verdaderamente es un gran honor meditar en el verdadero significado de la “aflicción de su alma” cuando nos reunimos para hacer memoria de él. Como dijo un escritor de himnos: «Te recordamos con una mezcla de gozo y dolor». Al apreciar el sufrimiento y el dolor del Señor en la cruz, demostramos nuestro amor a él. Todas las mujeres que presenciaron su crucifixión eran extrañas para el mundo y profundamente devotas a él, y demostraron su amor al Señor al permanecer junto al Señor en esas horas de tristeza.
Sin duda alguna, la adoración y la acción de gracias deben ser los elementos principales cuando nos reunimos para hacer memoria del Señor. No nos reunimos para estar tristes. Sin embargo, en ocasiones, el corazón de un hermano puede conmoverse tan profundamente por el amor del Señor que lágrimas corren por sus mejillas durante la Cena del Señor. Cristo es quien conoce el corazón y toda crítica debe ser silenciada ante la presencia de Aquel que es supremamente digno. Amén.
F. S. W.