Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.
¿Cuál es la esencia de este nuevo pacto? El antiguo pacto se instituyó con sangre (véase He. 9:18-21), por lo tanto, el nuevo pacto también debía instituirse con sangre. La sangre requerida para este nuevo pacto era la sangre de Cristo. Esta sangre derramada en el Calvario, no solo quitó nuestros pecados, sino que también es la base para el establecimiento del nuevo pacto con Israel en el futuro.
Aunque nuestra relación con Dios no está basada en un pacto, algunas de las bendiciones de este nuevo pacto son nuestras en la actualidad. Una de estas bendiciones es: “Nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones” (He. 10:17). Esta perfecta ofrenda por el pecado es el fundamento de la futura bendición de Israel y, al mismo tiempo, el medio para nuestra bendición presente y eterna.
Nuestros pecados y transgresiones nunca más serán recordados. Quizás usted se pregunta: «Está bien, pero ¿qué sucede si vuelvo a pecar mañana?». ¿Cuántos pecados había cometido usted cuando el Señor Jesús murió? Todos sus pecados eran futuros. Cuando Cristo cargó sobre él nuestros pecados, él los cargó todos. El profeta Miqueas proclamó: “Echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados” (Miq. 7:19).
Cuando uno tiene la certeza de ser salvo, aquello no implica que sea extraordinariamente bueno o superior a los demás. Nuestra salvación no se fundamenta en nuestras acciones, sino en la obra de Cristo. Él es la perfecta ofrenda por el pecado; su sangre ha satisfecho las santas demandas de Dios y su aceptación ante Dios es ahora nuestra aceptación.
“Nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones”. Esta es la promesa de Dios para todos aquellos que han aceptado por fe al Señor Jesucristo como su perfecta ofrenda por el pecado.
Jacob Redekop