Gedeón dijo a Dios: Si has de salvar a Israel por mi mano, como has dicho, he aquí que yo pondré un vellón de lana en la era; y si el rocío estuviere en el vellón solamente, quedando seca toda la otra tierra, entonces entenderé que salvarás a Israel por mi mano.
En mi juventud, un anciano hermano en Cristo solía hablaba de «poner el vellón». Ese era su método para discernir la voluntad de Dios en ciertas circunstancias, lo que me parecía impresionante y espiritual. Sin embargo, ya no me impresiona. Gedeón pidió esta señal especial a pesar de que Dios ya había prometido salvar a Israel por mano suya. En otras palabras, Gedeón estaba diciendo que la palabra de Jehová no le bastaba. Aunque Gedeón fue un poderoso varón de Dios y un buen ejemplo a seguir en muchos aspectos, en esta ocasión en particular no estaba actuando por fe.
En el Evangelio según Lucas, leemos acerca de Zacarías, quien también pidió una señal (Lc. 1:18) al no quedar conforme con la palabra del ángel. Y sí que recibió una señal: quedó mudo durante nueve meses. ¡Qué fácil es identificarnos con Gedeón y Zacarías en este aspecto!
Es mucho más fácil caminar por vista que por fe, especialmente en los asuntos cotidianos. Parece que confiamos fácilmente en la Palabra de Dios para nuestra salvación eterna, pero nos resulta difícil confiar en la misma Palabra para nuestro día a día. Nos parecemos a Tomás, deseando algo tangible que podamos ver y tocar (véase Jn. 20:25).
Sin embargo, Dios es infinitamente misericordioso: puso rocío en el vellón de Gedeón; soltó la lengua de Zacarías para que alabara a Dios cuando nació su hijo; e invitó a Tomás a mirar sus manos e introducir su mano en su costado atravesado. Él es paciente para con nosotros, se compadece de nuestra debilidad. A pesar de esto, él nos llama a vivir por fe y no por vista, lo cual es un terreno superior al de las señales visibles. La Palabra de Dios es suficiente para nuestro andar cotidiano.
Grant W. Steidl
