El Señor Está Cerca

Lunes
13
Octubre

Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con gozo. Y al día siguiente Pablo entró con nosotros a ver a Jacobo, y se hallaban reunidos todos los ancianos… les contó una por una las cosas que Dios había hecho entre los gentiles por su ministerio. Cuando ellos lo oyeron, glorificaron a Dios, y le dijeron: Ya ves, hermano, cuántos millares de judíos hay que han creído; y todos son celosos por la ley.

(Hechos 21:17-20)

Jerusalén: aferrarse a la tradición

¿Debían circuncidarse los nuevos convertidos gentiles y así guardar la Ley de Moisés? Esta pregunta la discutieron en Jerusalén los apóstoles y ancianos, junto con Pablo, Bernabé y los hermanos de Antioquía, según se relata en Hechos 15. El Espíritu Santo dejó en claro a los reunidos que no era necesario, afirmando que la salvación es por gracia, no por obras.

Sin embargo, durante una visita de Pablo años después, todos los líderes cristianos en Jerusalén, agradecidos por lo que Dios estaba haciendo a través del ministerio de Pablo, expresaron su preocupación por la actitud de los creyentes locales hacia él. Estos creyentes locales eran fieles seguidores de la Ley, por lo que le sugirieron que disipara estas preocupaciones participando en una ceremonia de una semana en el templo. Pablo, en su deseo de hacerse “a los judíos como judío, para ganar a los judíos” (1 Co. 9:20), y a aquellos sometidos a la Ley, accedió.

El desenlace fue catastrófico. En el último día, algunos judíos de Asia provocaron a la multitud y acusaron falsamente a Pablo. Esto generó un caos en la ciudad; Pablo fue arrestado, arrastrado fuera del templo y se cerraron las puertas de este. Esta es la última referencia histórica del templo en el Nuevo Testamento. Pablo casi pierde la vida, pero fue rescatado por los soldados y el tribuno de la guarnición romana en Jerusalén. Después de este incidente, Pablo pasó gran parte del resto de su vida en prisión.

Cuando valoramos más las costumbres y la tradición que la Palabra de Dios y la guía del Espíritu Santo, caemos inevitablemente en la esclavitud. ¡Oremos para que el Señor nos mantenga siempre cerca de él!

Eugene P. Vedder, Jr.

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