Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor.
Cuando la fe está activa, Dios estará delante del alma, su amor llenará el corazón, y el andar estará caracterizado por el amor divino. Esto es muy necesario para el vaso de honra. Debe seguir el amor de Cristo y manifestarlo en todas sus relaciones con otros.
Luego, el resultado de seguir la justicia, la fe y el amor será la paz, la paz sobre una base de justicia. El creyente separado no debe encapricharse en su propia voluntad ni tampoco ser causa de contiendas. Más bien debe seguir “lo que contribuye a la paz” (Ro. 14:19). “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres” (Ro. 12:18). Una persona contenciosa y complicada es una deshonra para Cristo y se manifiesta como alguien que no está siguiendo la justicia, la fe, el amor y la paz.
Los siguientes tres versículos (vv. 23-25) nos dan más instrucciones en cuanto a la conducta personal que debe caracterizar a un vaso santificado para honra. Debe desechar las cuestiones necias e insensatas que engendran contiendas. No debe ser contencioso con nadie “sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen”. El argumento y la contienda referente a la verdad o sobre cuestiones necias no son ni de provecho ni de utilidad. La verdad de Dios debe ser proclamada de una manera clara, amable y enseñada con toda paciencia, delicadeza y mansedumbre, incluso a aquellos que se oponen. El siervo del Señor no debe ser contencioso con los que se resisten a la verdad.
Tales son las instrucciones para la conducta personal de los creyentes que quieren agradar al Señor y ser vasos santificados y útiles para la honra en medio de la ruina de la casa grande que es la cristiandad. Que el Señor nos dé gracia para mantener estas características.
R. K. Campbell