A cargo de los hijos de Merari estará la custodia de… sus basas, sus estacas y sus cuerdas.
Un merarita podía pensar o decir: «¡Qué! ¿He de gastar la mejor parte de mi vida, los días de mi fuerza y mi vigor, cuidando unas estacas? ¿Para esto he nacido? ¿No hay para mi vida un fin más elevado?»
En primer lugar, para el merarita era suficiente saber que Jehová le había asignado su obra. Eso bastaba para comunicar dignidad a lo que el ojo natural pudiera ver como la ocupación más ínfima. Importa poco lo que hagamos con tal que cumplamos siempre nuestra tarea ordenada por Dios. Un hombre puede seguir una carrera muy brillante a los ojos de sus semejantes; puede gastar sus energías, su tiempo, su talento, su fortuna procurando lo que los hombres del mundo estiman grande y glorioso; y, con todo, su vida puede ser nada más que una gran burbuja. Por otra parte, el hombre que sencillamente hace la voluntad de Dios andará por un sendero iluminado por los rayos de la aprobación de Dios y su obra será recordada cuando los espléndidos proyectos de los hijos de este siglo hayan pasado al eterno olvido.
Pero, además del valor moral ligado al cumplimiento del deber que estaban llamados a cumplir, había también una dignidad particular relacionada con la obra de un merarita, aun cuando esa obra solo consistiera en cuidar de unas estacas o de unas basas. Todo cuanto se relacionaba con el tabernáculo tenía el mayor interés y poseía el más alto valor. En el mundo entero nada podía ser comparado con ese tabernáculo hecho de tablas.
Era infinitamente más glorioso ser un merarita, cuidando las estacas del tabernáculo, que llevar el cetro de Egipto o de Asiria. El trabajo del merarita podía parecer solo aflicción y cansancio, pero en realidad estaba relacionado con la habitación del Dios Altísimo, poseedor de los cielos y la tierra. Sus manos manejaban objetos que eran modelos de cosas celestiales. Cada estaca, cada basa, cada cortina, cada cubierta era una sombra de las grandes cosas que habían de venir, una figura de Cristo.
C. H. Mackintosh