La mano del Señor estaba con ellos, y gran número creyó y se convirtió al Señor. Llegó la noticia de estas cosas a oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén; y enviaron a Bernabé que fuese hasta Antioquía.
Ni subí a Jerusalén a los que eran apóstoles antes que yo… Después, pasados tres años, subí a Jerusalén… Después, pasados catorce años, subí otra vez a Jerusalén con Bernabé, llevando también conmigo a Tito.
El Señor Jesús fundó su Iglesia en Jerusalén en el día de Pentecostés. Los apóstoles se quedaron allí durante varios años, dando testimonio de la resurrección del Señor, predicando, enseñando y guiando a los recién convertidos.
Cuando muchos creyentes se dispersaron debido a la persecución, ellos comenzaron a predicar la Palabra y al Señor Jesús, inicialmente a los judíos y luego a los gentiles. Las noticias de estas actividades llegaron a oídos de la iglesia de Jerusalén, demostrando así la necesidad de una iglesia atenta a lo que el Señor está haciendo en otros lugares. Como respuesta, enviaron a Antioquía a Bernabé, un hermano estimado entre ellos, donde se convirtió en un gran apoyo y motivación para los creyentes allí.
Mientras todo esto sucedía, Saulo, conocido por ser uno de los líderes de la persecución, se convirtió y comenzó a predicar inmediatamente a Cristo en las sinagogas de Damasco. Se convirtió en el apóstol Pablo, un instrumento y un siervo escogido del Señor. En una carta que escribió más tarde a los gálatas, Pablo indicó que no fue a Jerusalén para recibir órdenes o una misión de parte de los apóstoles o la iglesia local. Esta práctica, que hoy es común entre la mayoría de las denominaciones cristianas, era algo completamente innecesario.
Sin embargo, Pablo fue a Jerusalén varias veces, trabajando en armonía y buen entendimiento con los apóstoles que allí estaban. La iglesia en Jerusalén no buscaba controlar a los siervos de Dios, sino que se interesaban en la obra de Dios en otros lugares y en preservar una enseñanza sólida y bien fundamentada.
Eugene P. Vedder, Jr.