No cocerás el cabrito en la leche de su madre.
Hay una lección espiritual muy instructiva en esta norma alimenticia que los israelitas debían guardar. Aunque no estaba mal comer carne de cabrito, ellos no podían cocinarlo en la leche de su madre. Un cabrito simboliza la juventud, pero al mismo tiempo, un cabrito cocinado en la leche de su madre nos habla de la inmadurez de este, pues depende de la leche de su madre para subsistir debido a que aún no ha sido destetado.
Si aplicamos esto espiritualmente, nuestro alimento espiritual debe ser un alimento completo y maduro, no algo inmaduro o incompleto. Debemos alimentarnos de aquello que transmite “todo el consejo de Dios” (Hch. 20:27). Debe ser un alimento que provenga de un manejo preciso de la palabra de verdad (2 Ti. 2:15).
El problema con una enseñanza inmadura o incompleta no es que las verdades enseñadas sean incorrectas, sino que a menudo están desequilibradas o están incompletas por falta de conocimiento de la Palabra de Dios. Todos recordamos cuando éramos espiritualmente jóvenes. Intentábamos practicar correctamente las pocas verdades que entendíamos, pero a veces esto nos llevaba a comportamientos desequilibrados o preocupaciones por nuestra falta de conocimiento de “todo el consejo de Dios” (Hch 20:27). Éramos inmaduros. Sin embargo, al consumir más leche de la Palabra de Dios, entregada a través de una enseñanza completa y madura de las Escrituras, crecimos espiritualmente y nos convertimos en jóvenes, capaces de consumir alimento sólido (véase He. 5:13-14; 1 Jn. 2:13-14).
Ciertamente, “en parte conocemos, y en parte profetizamos” (1 Co. 13:9), pero la Palabra de Dios es completa. Lo que conocemos y aquello de lo que nos alimentamos siempre debe estar en concordancia con las Escrituras.
El buen alimento espiritual será maduro y completo, nutriéndonos para crecer en todo el consejo de Dios y en el pleno conocimiento de Cristo.
Alexandre Leclerc