De todo lo que está en el agua, de estos podréis comer: todo lo que tiene aleta y escama. Mas todo lo que no tiene aleta y escama, no comeréis; inmundo será.
Las leyes alimenticias de Israel con respecto a los animales acuáticos contienen una valiosa lección moral para nosotros. Los israelitas podían comer cualquier pez que tuviera aletas y escamas.
Las aletas, que proporcionan propulsión y estabilidad, resultan especialmente útiles para nadar contra la corriente y mantenerse estables en situaciones turbulentas. El significado moral es que debemos alimentarnos de aquello que fomenta nuestro crecimiento en la fe y la sana doctrina, evitando ser “niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina” (Ef. 4:14). Este alimento nos fortalecerá y nos incentivará a orar, a pedir “con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra” (Stg. 1:6). Las aletas también nos sugieren la importancia tener estabilidad para avanzar en la fe.
Las escamas nos hacen meditar en la protección de nuestro entorno. Como dijo el Señor Jesús: “Ya no estoy en el mundo; mas estos (los creyentes) están en el mundo” (Jn. 17:11). Además, “sabemos que… el mundo entero está bajo el maligno” (1 Jn. 5:19). Por lo tanto, el alimento con el que nutrimos nuestras almas debe fortalecernos en la fe, de tal manera que se pueda afirmar de nosotros: “Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno” (1 Jn. 2:14). Además, este alimento deberá enseñarnos a tomar “el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno” (Ef. 6:16).
Debemos nutrirnos con aquello que nos proporcione crecimiento, estabilidad y fuerza en la fe. Cualquier otro tipo de alimento nos debilitará y debe ser considerado impuro para nosotros. Un buen alimento espiritual fortalecerá nuestra fe en el Señor Jesús.
Alexandre Leclerc