El Señor Está Cerca

Miércoles
1
Octubre

Nada abominable comerás… todo animal de pezuñas, que tiene hendidura de dos uñas, y que rumiare entre los animales, ese podréis comer.

(Deuteronomio 14:3, 6)

Buen alimento espiritual

Las leyes alimentarias de Israel poseen algunas aplicaciones morales fascinantes. Si bien para el cristiano “todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias; porque por la palabra de Dios y por la oración es santificado” (1 Ti. 4:4-5), la dieta de Israel nos proporciona lecciones morales en relación con nuestra dieta espiritual, aquello que nutre nuestro corazón y mente. Claramente, nada abominable debe ocupar nuestros pensamientos, sino “todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza”, en eso debemos pensar (Fil. 4:8).

Los israelitas solo podían comer animales que tuvieran pezuñas hendidas y que rumiaran. Ambas características eran obligatorias en su dieta.

El rumiar es una figura de la meditación. Debemos alimentar nuestra alma con temas que nos insten a meditar en las cosas celestiales, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios; debemos estudiar y meditar las Escrituras.

Las pezuñas hendidas representan la necesidad de que nuestro andar sea diferente al de este mundo. Debemos alimentarnos de cosas que no estén mezcladas con principios mundanos. Este alimento debe guiarnos a caminar por la senda de Cristo.

Inevitablemente, nos transformamos en aquello que alimenta nuestra mente. No nos sorprendamos si enfrentamos grandes dificultades para caminar si nos alimentamos con alimento de baja calidad. La solución es sencilla: debemos nutrirnos con alimentos de la más alta calidad, tal como lo representan los animales que rumian y tienen la pezuña hendida. Cualquier otro tipo de alimento es abominable a los ojos del Señor, ya que daña nuestro corazón. Una buena alimentación espiritual nos incentivará a meditar en la Persona de Cristo y a andar en su camino.

Alexandre Leclerc

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