Entonces se enojó, y no quería entrar… He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito… Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo.
En la parábola, el hijo mayor claramente se puso furioso. Aunque se acercó al oír la música, decidió quedarse afuera, lo que puede interpretarse como una falta de respeto hacia su padre. Su primera reacción, más allá de su enojo, fue reclamar la bendición de su padre basándose en su propia justicia. Su comportamiento y actitud personifican completamente a los fariseos y a la religión mundana en general. Al igual que el pueblo judío que rechazó a Cristo, él ignoró la justicia de Dios y procuró establecer la suya propia (véase Ro. 10:3).
Es como si pudiésemos palpar el enojo del hijo mayor. ¡Cómo se resiste la naturaleza humana a la verdad de que está perdida y que no posee justicia propia! Observemos detenidamente la manera despectiva con la que se refiere a su hermano menor: Este tu hijo, y señala que había pecado con rameras. ¿No es común este pensamiento cuando se predica el evangelio? «¿Estás diciendo que yo, que asisto a la iglesia y soy fiel a mi esposa, iré al infierno, mientras que él, que ha sido malvado toda su vida, irá al cielo si acepta a Cristo? ¡Eso no es justo!»
Este enojo lo vemos reflejado en la historia de Isaac e Ismael. Pablo escribió al respecto: “El que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu” (Gá. 4:29). En el relato del Génesis, Abraham organizó un gran banquete para Isaac, al igual que el padre en la parábola del hijo pródigo. Este banquete sacó a la luz el odio de Ismael hacia Isaac, similar al hijo mayor de la parábola (véase Gn. 21:8-10). En Gálatas, Pablo usa este evento como una alegoría para enseñarnos cómo el legalismo es incompatible con la gracia.
¡Celebremos la gracia de Dios!
Brian Reynolds