Hijos sois de Jehová vuestro Dios; no os sajaréis, ni os raparéis a causa de muerto. Porque eres pueblo santo a Jehová tu Dios, y Jehová te ha escogido para que le seas un pueblo único de entre todos los pueblos que están sobre la tierra.
En estos versículos, Dios le recuerda al pueblo de Israel que ellos eran hijos de Jehová. También les recuerda que él los escogió para que fuesen un pueblo santo para él, un tesoro especial entre todas las naciones de la tierra. Debían ser distintos, incluso en momentos de duelo. A pesar del dolor por la pérdida de un ser querido, debían expresar la esperanza que surge del conocimiento del Dios vivo. Por lo tanto, no debían adoptar las costumbres de las naciones vecinas para expresar su dolor; ellos eran hijos de Jehová.
La aplicación moral para nosotros es muy clara. Nosotros también hemos sido separados para Dios, somos su templo en el Espíritu y somos llamados a servirlo. En nuestros momentos de duelo, el Señor nos recuerda: “Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza” (1 Ts. 4:13). Luego de este versículo, el apóstol Pablo nos revela la bendita y maravillosa verdad de la venida del Señor para reunir a su Iglesia, incluyendo a los que duermen en Cristo. Esta promesa del Señor otorga una verdadera esperanza para la fe, pues nos da la certeza de lo que vendrá. Él desea que nuestros corazones descansen en él y tengamos paz en medio de nuestro duelo, para que este no sea como el de aquellos que no tienen esperanza ni Dios en el mundo.
Tenemos la dicha de poseer y vivir estas preciosas promesas. Aunque no estamos obligados a hacerlo, el Espíritu de Dios en nosotros trabaja para hacerlas reales en nosotros, permitiendo que esto redunde naturalmente en un testimonio para Dios. Sí, tenemos una esperanza viva y servimos al Dios vivo y verdadero (1 Ts. 1:9).
Alexandre Leclerc
J. C. Clifford
