Oh Jehová, Dios de los ejércitos, ¿quién como tú? Poderoso eres, Jehová, y tu fidelidad te rodea. Tú tienes dominio sobre la braveza del mar; cuando se levantan sus ondas, tú las sosiegas.
El Salmo 89 nos brinda una ilustración maravillosa de lo sucedido en Marcos 4:39, donde el Señor Jesús, el Hijo de Dios, calmó una tempestad con las palabras: “¡Cálmate, sosiégate!” (NBLA). Inmediatamente, las olas del mar se calmaron y sosegaron. ¡Qué demostración tan asombrosa y milagrosa de su poder!
En las profecías de la Palabra de Dios, el mar simboliza a las naciones del mundo en su constante inestabilidad e intranquilidad, tal como se menciona en Apocalipsis 17:15. ¿Cuándo se apaciguarán las olas turbulentas para alcanzar un estado de paz duradera? Esto solo ocurrirá cuando el Señor Jesús, con su gracia y poder soberano, asuma su autoridad y reine con vara de hierro. Él subyugará a las naciones bajo su control, resultando esto en una maravillosa paz.
Por otro lado, los creyentes pueden enfrentar circunstancias difíciles, similares a un mar agitado. Pueden sentirse abrumados por adversidades, sintiéndose atrapados en un caos aparentemente sin salida. Sin embargo, como los discípulos en la tempestad, pueden pedirle ayuda al Señor Jesús y escucharlo decir: “¡Cálmate, sosiégate!” Aunque las circunstancias no cambien, pueden encontrar paz y descanso en los brazos protectores de su Señor.
Las aguas tempestuosas también pueden representar la naturaleza carnal del creyente. Aunque es salvo por la gracia de Dios, él podría sentirse perturbado por las luchas internas de la carne, sin poder encontrar verdadera paz. ¿La solución? El Señor Jesús. Al mirarlo a él y depender de él, el creyente encuentra un alivio invaluable. La serenidad y el gozo de su amorosa presencia calman la agitación e inquietud del corazón.
L. M. Grant