El Señor Está Cerca

Martes
26
Agosto

Una hermana suya se puso a lo lejos, para ver lo que le acontecería. Y la hija de Faraón… vio al niño; y he aquí que el niño lloraba… Entonces su hermana dijo a la hija de Faraón: ¿Iré a llamarte una nodriza de las hebreas, para que te críe este niño? Y la hija de Faraón respondió: Ve. Entonces fue la doncella, y llamó a la madre del niño.

(Éxodo 2:4-8)

El servicio de una hermana mayor

El nuevo Faraón de Egipto, asustado por el creciente número de israelitas, temía que se unieran a sus enemigos en caso de una invasión. Por lo tanto, decidió esclavizarlos. Cuando aún así Dios los siguió multiplicando, él ordenó que sus bebés fueran lanzados al río para matarlos.

Durante tres meses, Jocabed y su esposo Amram escondieron al niño que Jehová les había concedido. Cuando ya no pudieron ocultarlo más, Jocabed fabricó e impermeabilizó una pequeña arquilla de juncos, puso al niño dentro y la dejó entre los juncos, cerca de la orilla del río. María, la hermana del niño, se quedó a una distancia prudente, observándolo con preocupación. Al ver a la princesa de Egipto abrir la cesta y oír llorar al niño, María se acercó rápidamente y se ofreció para encontrar a una mujer hebrea que pudiera amamantar al niño. ¡Qué valentía! A pesar de ser muy pequeña, ella sabía exactamente lo que se necesitaba hacer y se ofreció para ayudar. Fue de gran ayuda, porque fue rápidamente a buscar a su madre. De esta manera, Jocabed fue recompensada y pudo amamantar a su propio hijo, a quien la princesa llamó Moisés.

Querido lector, permanezca firme y constante. Aproveche las pequeñas oportunidades que el Señor le proporciona. A medida que pasa el tiempo, él confiará en usted y le dará mayores responsabilidades. Ochenta años después, este mismo Moisés, su hermano Aarón y su hermana María, fueron utilizados por Jehová para liberar a Israel de la esclavitud en Egipto (véase Miq. 6:4). María, que se convirtió en una profetiza al servicio de Dios, tuvo el privilegio de liderar a las mujeres en un canto de alabanza a Dios en agradecimiento por su gran liberación (véase Ex. 15:20-21).

Eugene P. Vedder, Jr.

arrow_upward Arriba