Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso. Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Pero ahora son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo. Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros. Antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios.
Estamos viviendo en una época donde el individualismo es cada vez mayor, lo que afecta nuestra forma de pensar y comportarnos como creyentes. Desafortunadamente, podemos llegar a creer erróneamente que somos completamente independientes y pensar que no necesitamos la ayuda de los demás.
Nuestra fragilidad y dependencia de otros se evidencia claramente a través de la sabiduría divina en la Iglesia. Si Dios hubiera querido, él podría habernos otorgado, a cada uno de nosotros, todas las manifestaciones del Espíritu, haciéndonos completamente autónomos. Sin embargo, nuestro Dios y Padre quiere que seamos conscientes de que necesitamos a los demás. Por este motivo, él se complace en tener un solo Cuerpo, compuesto por diferentes miembros unidos a la Cabeza, Cristo. Algunos miembros son más fuertes y otros más débiles, pero incluso los más débiles son necesarios. Incluso Pablo, un fuerte, expresó: “Porque deseo veros… para ser mutuamente confortados por la fe que nos es común a vosotros y a mí” (Ro. 1:11-12).
El Señor Jesús es suficiente para todo, pero también se complace en usar a cada miembro de su cuerpo para proporcionar el cuidado necesario a todos sus miembros.
Debemos aprender la valiosa lección de la dependencia: dependencia de Cristo y necesidad de los demás. Por tanto, “considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras” (He. 10:24), para la edificación de todos.
Alexandre Leclerc