Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la cual nada habló Moisés tocante al sacerdocio… habiendo anunciado Moisés todos los mandamientos de la ley a todo el pueblo… Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio… y muerto, aún habla.
(Hebreos 7:14; 9:19; 11:4)
Moisés, mencionado once veces en la Epístola a los Hebreos, actuaba como portavoz y legislador, transmitiendo la palabra de Dios con autoridad. Aunque la Ley indicaba que Jesús, el Mesías, siendo de la tribu de Judá, no podía ser Sacerdote, Hebreos demuestra que Jesús sí desempeñó este papel: primero, en la cruz durante su obra redentora (He. 1:3; 2:17) y luego como Gran Sumo Sacerdote en el cielo (He. 2:18; 4:14-16; 10:21). Moisés, que no pudo hablar de estos roles, tuvo la oportunidad de hablar con Jesús en el monte de la transfiguración acerca de los sufrimientos que él enfrentaría en la cruz (véase Lc. 9:30-31). En la Epístola a los Hebreos, estos sufrimientos son mencionados como eventos pasados.
Como legislador, Moisés transmitía los mandamientos de Dios al pueblo y los corroboró con la sangre de sacrificios animales, la cual fue rociada sobre el libro de la Ley y sobre el pueblo (He. 9:19). Este acto servía como advertencia del castigo por cualquier transgresión y desobediencia. Esto contrasta con el sacrificio de Cristo, quien nos salvó del justo castigo de Dios al tomar nuestro lugar: ¡Cuán maravillosa es la gracia del Señor Jesús!
Abel comprendió la necesidad de un sustituto para poder acercarse a Dios: este es el motivo por el que su sangre aún habla. Abel honró a Dios ofreciendo un “más excelente sacrificio”: los primogénitos de sus ovejas y su grosura.
Por otro lado, su hermano Caín pensó que había ofrecido algo más excelente, pero se equivocó, pues tomó del “fruto de la tierra”, la cual había sido maldecida por el juicio de Dios (véase Gn. 3:17; 4:2-3). Caín pasó por alto la necesidad de un sustituto, el cual debía ser sacrificado y su sangre derramada. Este es el mismo error que cometen muchas personas en la actualidad.
Alfred E. Boute