Mas al jebuseo que habitaba en Jerusalén no lo arrojaron los hijos de Benjamín.
El primer capítulo del Libro de Jueces nos muestra cómo las tribus de Israel fracasaron en su intento de tomar total posesión de su herencia. Constantemente se repite cómo no pudieron arrojar a los habitantes de la tierra. Jehová le había dado a Israel una tierra amplia, la cual se extendía desde el desierto del sur hasta el monte Líbano en el norte, y desde el Éufrates en el este hasta el Mediterráneo en el oeste. Aunque la tierra era completamente suya, ellos necesitaban pisar físicamente los lugares que iban a poseer (véase Jos. 1:3). Sin embargo, estos lugares estaban habitados por las naciones que Dios quería juzgar. En lugar de conquistar, los israelitas fueron negligentes en su labor de posesión y, en lugar de tomar completamente la tierra de Canaán, se conformaron con vivir entre los enemigos de Jehová.
¿Qué tiene que ver esto con nosotros? Así como Dios liberó a Israel de Egipto, él también nos ha liberado del mundo y del pecado por medio de la sangre preciosa del Cordero. Esta liberación nos proporciona seguridad de salvación, ya que estamos en Cristo, y nos libera del dominio del pecado, pues Cristo habita en nosotros. Hemos sido liberados de la esclavitud de nuestro enemigo.
Mientras atravesamos el desierto de este mundo, Dios nos permite experimentar su gracia y protección. Sin embargo, debemos recordar que no basta con simplemente conocer acerca de nuestra posición en Cristo, sino que debemos apropiarnos de estas bendiciones divinas de una forma experimental y viva. Esta nueva vida en comunión con el Señor debe ser alimentada y preservada constantemente. Sabemos que el Señor Jesús regresará, pero este conocimiento solo nos impactará si lo mantenemos vivo en nuestros corazones. Entonces, se transforma en una esperanza viva que nos da un carácter celestial, nos consuela en nuestros momentos de tristeza, nos da fuerzas en tiempos de aflicción y nos aleja de las metas mundanas para disfrutar de una dulce relación con él.
G. André